Hurt - bbangsaz EDITADA

-13-

HANNI

—Hanni... —Escuché que alguien me llamaba, pero mis ojos pesaban demasiado como para abrirse.

Sentí una mano sacudiendo ligeramente mi hombro.

—Elfo, despierta.

Esa voz profunda me sacó del sueño, y con esfuerzo, abrí los ojos. Minji estaba inclinada sobre mí, con su rostro serio pero ligeramente adormilado.

—¿Qué quieres? —murmuré con voz ronca, alejándome un poco de ella.

—Es tarde. Creo que tu alarma no sonó. Alístate rápido para irnos al colegio.

Sin más, salió de mi habitación, dejándome con la mente medio aturdida.

Miré el reloj en mi buró.

¡Mierda!

Me levanté de golpe y corrí a arreglarme lo más rápido que pude. Apenas me cepillé el cabello, tomé mi mochila y bajé a la sala.

Minji estaba sentada en el sillón con los ojos cerrados, respirando de manera tranquila y acompasada. Parecía profundamente dormida, con el ceño ligeramente fruncido, como si incluso en sus sueños algo la inquietara.

Me acerqué lentamente, inclinándome un poco.

—Minji... —susurré, observando su rostro relajado.

No reaccionó.

Fruncí el ceño y me incliné un poco más.

—Mierda, ya despierta, se hará más tarde.

Un leve murmullo escapó de sus labios, apenas perceptible.

—Mmm... no... —murmuró con voz ronca y adormilada, girando ligeramente.

En un movimiento inconsciente, su cabeza terminó apoyada contra mi hombro, y sentí su respiración cálida contra mi cuello.

Mi cuerpo entero se tensó.

No... esto no está bien.

Abrí los ojos con sorpresa, sintiendo su perfume mezclado con el calor de su piel. Me quedé quieta, sin saber si apartarme o despertarla con más brusquedad. Pero antes de que pudiera decidirme, sentí su nariz rozar ligeramente la curva de mi cuello.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

—Minji... —susurré de nuevo, pero mi voz sonó más temblorosa de lo que esperaba.

Su respiración se volvió más profunda, como si el contacto fuera reconfortante para ella.

No. No. No.

Reuniendo valor, la sacudí ligeramente por los hombros.

Minji frunció el ceño, abriendo los ojos con lentitud. Parpadeó varias veces, confundida por la cercanía entre nosotras, hasta que su mirada bajó instintivamente... y se detuvo.

En mi pecho.

Su expresión cambió por completo. Sus ojos se abrieron un poco más, como si su cerebro estuviera procesando lentamente lo que veía.

Yo, tardíamente, seguía sin entender.

—¿Qué? —pregunté confundida, siguiendo la dirección de su mirada.

Entonces lo noté.

El botón de mi camisa se había desabrochado en algún momento, dejando más piel expuesta de lo que debería.

Mi rostro ardió en cuestión de segundos.

—¡Oye! —exclamé, cruzando los brazos sobre mi pecho para cubrirme.