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Estaba sentado en la mesa, el brasileño a su lado no dejaba de hablarle pero él no le prestaba atención, estaba sumergido en sus propios pensamientos.

“ — Me debo ir, ya lo sabes
— Pero no quiero que te vayas...
— Esto no es un adiós para siempre, pienso volver. — El castaño lo miró triste y el solo pudo dejar un pequeño beso de despedida.
— Adiós Ro
— Hasta pronto Spreen

Pestañeó un par de veces volviendo en sí, el brasileño lo miraba esperando una respuesta pero él no había escuchado nada de lo que le había dicho.
— Perdón Cell, se me fue la mente a otro sitio.
— No te preocupes guapito. — Le sonrió y volvió repetir lo que le estaba diciendo, pero aún así la mente de Roier seguía en otra parte y él lo sabía.
En su cabeza resonaba una canción, canción específica con recuerdos, recuerdos a los que aún se aferraba con cariño.
— Creo que me voy a ir ya, quiero continuar con mi investigación — Cellbit puso su mano sobre la contraria y le dedicó una sonrisa landina para salir de la casa.

El castaño tan solo desvío su mirada a un jarrón con rosas rojas, se levanto de la mesa y salió prácticamente corriendo para llegar hasta la estación de tren. Dónde empezó todo y dónde pulsaron el botón de pausa.
Sin siquiera esperarlo comenzó a escuchar el sonido de un tren. Se sobresaltó al inicio y luego se rió, era normal escuchar trenes, al fin y al cabo estaba en la estación pero sí se sorprendió al ver que el tren paraba allí, normalmente pasaban de largo.
Las puertas del transporte se abrieron y Roier tan solo miraba espectante. Pasaron unos segundos cuando de uno de los vagones vio asomar unas pequeñas orejas de oso seguidas por unos rizos negros.
En su cara no cabía el asombro, el pelinegro salió y lo vio.
Lo miró a través de sus características gafas oscuras y sonrío. Era una sonrisa sincera, una muy poco usual en él. Se acercó al castaño de forma lenta, no traía equipaje, tan solo una pequeña mochila y una flor en su mano.
Cuando quedaron de frente se quitó las gafas, dejando al descubierto sus ojos, haciendo contacto visual.
— Tomá. — Le tendió la rosa roja que llevaba en sus manos mientras el tren se volvía a poner en marcha.
Los ojos de Roier estaban llorosos, se lanzó a él y lo abrazó.
— No sabés cuanto te extrañé pendejo.
— Me lo puedo imaginar capo.
Spreen correspondió su abrazo, apoyando su cabeza en el hombro del contrario, él también lo había extrañado.

Tras un rato los dos se separaron, la tristeza del rostro del castaño había desaparecido por completo.
Tomó la rosa que el moreno le tendía con una mano y la otra la entrelazó con la contraria, la ilusión del primer momento aún seguía allí.

[...]

Pasaron unos días de la vuelta del híbrido de oso a la isla, todos los habitantes se habían enterado de su llegada y sobre todo de dónde se estaba hospedando.
— Roier ten cuidado mien. Puede acabar mal.
— Ya acabaste llorando por él la última vez.
— No quiero verte mal de nuevo.
Sus amigos intentaban hacerlo entrar en razón, mostrando su inconformidad con la idea de que volviera con Spreen. Jaiden, Mariana, Vegetta... Todos sus amigos cercanos se oponían a la situación pero él hizo caso omiso.
Miró al híbrido sentado a su lado y le dió un pequeño beso en los labios el cual el contrario correspondió sin pensarlo. Le daba igual lo que le dijeran sus amigos, él lo quería aunque delante de ellos disimularan, haciendo que entre ellos no pasaba nada era un secreto a voces.

Cada vez que podían escabullirse del resto lo hacían, quedaban a escondidas, se tomaban disimuladamente de la mano. Los rincones eran sus nuevos amigos, sus aliados.

Todas aquellas canciones que en algún momento le traían tristeza fueron pasando a ser un recuerdo feliz. Ahora Spreen se las cantaba, susurrándole al odió, borrando toda la tristeza de ellas, pasando a ser sus canciones.

En una de las misiones Roier tomó su mano de forma desprevenida, sintió las miradas posarse en ellos y sus mejillas teñirse de un leve carmín. Aquellas cosas le encantaban, aunque no lo admitiera. Se sentía juzgado pero le daba absolutamente igual, con que Ro le siguiera tomando de la mano el resto del mundo le importaba bastante poco.
A cambio él cada vez que salía a explorar o conseguir materiales le llevaba al castaño una o varias rosas rojas, la casa estaba llena de estas porque esas eran sus flores, al igual que aquellas eran sus canciones y Ro era la persona que quería.

in another life ˎ ও . ⌑ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora