Pasaron dos días para obtener mi respuesta.
Me dejó ir al área de dormitorios para traer algo de ropa para mi hijo. Nuevamente dejé a mi hijito con mi compañero maestro y los otros niños.
Le indiqué cual era mi habitación y caminamos en silencio hasta allí.
-Confío en ti -me dijo-. Entra sola.
Entre y busqué rápidamente la ropa de mi hijo y la puse en una bolsa de plástico que él me había dado, también metí un paquete de galletas que encontré sobre mi escritorio.
-Voy a entrar -escuché decir desde afuera y al instante ya estaba a mi lado
-¿Qué pasó? -dije sintiéndome nerviosa por su cambio de opinión respecto a dejarme estar sola en mi habitación
-No lo sé -me dijo y se acercó a mí, lo único que nos separaba era la bolsa que sostenía en mis manos
-Ya tomé lo que necesitaba -dije, este dio un paso más y prácticamente me acorraló contra el escritorio detrás de mí, tomó la bolsa de mis manos y la puso sobre el escritorio
-Ahora es mi turno para tomar lo que necesito -dijo subiéndome al escritorio y posicionándose entre mis piernas
Puso una de sus manos en mi mejilla mientras que la otra descansaba en mi muslo, yo sólo lo miraba expectante casi inmóvil, mi corazón latía a mil por minuto y parecía que se saldría de mi pecho.
-¿Qué me has hecho? -dijo, y con esto atacó mis labios
De un momento a otro me tomó de la cintura y me llevó a la cama, poniéndome sobre su regazo. Me besó apasionadamente mientras tomaba mis caderas y hacía que nuestros cuerpos rozaran por encima de nuestra ropa ocasionando que un gemido saliera de mi boca, a lo que este sonrió mientras seguía besándome.
Juro que esa emoción que sentí con él nunca la había sentido antes, este bajó sus besos a mi cuello y solté un gemido, él nuevamente sonrió.
-Esto no está bien -dije gimiendo pero Robert siguió besando mi cuello
-Pero se siente jodidamente bien -dijo y me dio un beso en los labios el cual yo no pude rechazar, este me tiró a la cama mientras se presionaba sobre mí, yo solté un gemido cuando este metió sus manos debajo de mi blusa
Finalmente terminó quitándome la blusa y yo comencé a desabotonar su camisa celeste, segundos después se la quité. Por primera vez en todo ese rato tomé iniciativa y besé su cuello mientras acariciaba su abdomen, provocando un gemido de su parte.
-Mía -susurró cerca de mi oído
Y juro que si él hubiera querido algo más, yo hubiera aceptado. Porque en ese instante me sentía tan atraída a él como una polilla por el fuego, aunque quemarse fuera inevitable.
Porque en medio de ese infierno él era mi cielo.
-Tienes razón. Esto está mal -dijo de repente
-¿Por qué? -pregunté
-No estamos en la situación correcta...
-¿Y qué si yo también necesito esto?
-Mía -me separó de él tomándome por los hombros-. Te tengo secuestrada, ya tengo suficientes cargos en mi consciencia para añadir uno más. Vamos, tu hijo te está esperando
Él tenía razón, me limité a asentir.
Robert me ayudó a ponerme mi blusa y me dio un beso en la frente, después se volteó y tomó su camisa para ponérsela. Yo tomé la bolsa con la ropa que vine a traer originalmente y ví como él cruzaba la puerta de la habitación.
-Robert -lo llamé y él volteó
-¿Sí?
-¿Podrías darme un último beso?
Robert me miró casi con tristeza y negó.
-No -dijo e hizo una pausa-. Porque yo no querría sólo un beso. Vámonos, preciosa.
A la mañana siguiente, justo antes que saliera el sol, entró Carl, el jefe de Robert, a el aula en la cual estábamos.
-Vamos Robert, trae a todos los niños. Los usaremos como escudo
-¿No te das cuenta de que no queda más remedio que rendirse? -dijo Robert que venía detrás de él
-¿Estás bromeando?
-La zona está llena de policías, hay francotiradores en todas las calles
-Si salimos sin rehenes la policía no dudará en dispararnos. Sólo obedece, maldición.
Robert no contestó y el jefe se acercó a una niña a mi derecha, la tomó del brazo bruscamente y la levantó del suelo donde estaba sentada. Después se acercó a mí hijo.
-No por favor -rogué pero el jefe me ignoró
-A él no -dijo Robert firme
Yo lo miré.
-¿Por qué? -dijo su jefe en un tono que no supe descifrar
-Dije que a él no
El jefe sonrió.
-Entonces es verdad lo que me contaron, que te estuviste divirtiendo con esta chica -dijo mirándome-. Maldita sea. Robert, las perras vienen y van, no te lo tomes personal.
Robert se acercó a él y le dio un puñetazo.
-Dije que a él no
El jefe sacó su arma y apuntó a la cabeza de Robert.
-Nada más para que sepas, tu muerte será en vano, porque después de matarte a ti, la mataré a... -una ráfaga de balas atravesó el cristal de la ventana rompiéndolo y dándole justo en la cabeza a Carl que cayó muerto al instante.
Robert se agachó en cuanto las balas se escucharon y yo me escondí detrás de un escritorio llevando a mi hijo conmigo.
Ví que Robert avanzaba hacia mí.
-Tranquila preciosa, es la policía. Ya era hora de que fueran libres -dijo y yo negué
-¿Qué pasará contigo? -le pregunté, aunque en parte ya sabía la respuesta
Él alzó las cejas.
-Soy un criminal y tendré que pagar por ello. Una parte de mí sabía que esto pasaría... -él hizo una pausa-. No llores -me dijo y hasta ese instante me dí cuenta que lágrimas habían escapado de mis ojos
Robert limpió una de mis lágrimas con su mano, después me tomó del mentón y depositó un beso en mis labios. Yo lo miré sorprendida.
-Querías un último beso, ¿no? Yo también lo quería -dijo con una sonrisa triste
Los ruidos en el exterior comenzaron a escucharse, gritos, algunos golpes y algunas balas.
-Tuve suerte de que estuvieras aquí -le dije
-No digas eso. Yo tuve suerte de haberte conocido -me dijo
En ese instante la puerta del aula se abrió de golpe y varios policías cubiertos de pies a cabeza con trajes antibalas entraron. Robert alzó las manos y le indicaron que las pusiera detrás de su cabeza. Después dos policías lo esposaron por la espalda y lo empujaron hacia la puerta.
Robert miró hacia atrás por última vez y nuestros ojos se encontraron.
Después de eso se lo llevaron.
Fin.
Y esta fue una extraña escena que se me ocurrió hoy a las cuatro de la mañana mientras leía un fanfic de The Maze Runner, nada que ver xd Si leíste hasta aquí, gracias.