Promesa.

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Dazai caminaba dando vueltas por su habitación en lo que parecía un frenesí.

No podía creer lo que había visto. Una foto de su ex amante con la persona menos pensada, Akutagawa Ryuunosuke.

La agitación se apoderó de su aliento, y las lágrimas se agolparon en su garganta, formando un nudo que ahogaba sus lamentos, un amor que perdió por su propia mano.

Pero a él podría acabarsele toda su voz llamándole, y su anterior pareja no respondería. Con el simple pensamiento se retorció, tirando una pila de papeles que comenzaban a acumularse en su mesa de noche con destino al suelo, mientras daba vueltas en círculos, sintiendo cómo las lágrimas se deslizaban desde sus ojos, recorriendo sus mejillas hasta evaporarse en el aire. La tristeza se tornó rápidamente en furia, y en un destello de movimiento, vislumbró su propio reflejo en el espejo de la puerta de su armario.

Se sentía estúpido e ilógico. En tiempos pasados, capturaron recuerdos juntos frente a ese espejo, a menudo cubriéndolo con una manta, buscando fusionar el aroma de sus pieles en un ritmo compartido, en el resultado del aroma de sus pieles que se unían en el mismo vaivén, la misma danza sincronizada, en aquel silencio absoluto donde su novio dejaba el aliento sobre la almohada, abandonando dos almas juntas en un colchón, una misma sintonía, grabando sus nombres para lo que él sentían iba a ser para siempre, en el corazón del otro.

Con nostalgia, evocó aquellos días en que Osamu le obsequiaba poemas y misivas anónimas, aunque era innecesario nombrar al remitente; la familiaridad de la caligrafía era suficiente. Disfrutaban del juego: Chuuya fingiendo desconocer el autor, y Osamu, fingiendo celos. Solo para terminar riendo al final, echados en el sofá viendo alguna comedia romántica, entregados en un abrazo cariñoso.

El corazón se le retorcía en el pecho, una presión insoportable que amenazaba con aplastar su ser. Sus manos, movidas por un impulso involuntario, se enredaban en los mechones de su cabello, tirando con una desesperación que ignoraba el dolor punzante en su cuero cabelludo. No había espacio para sentir el daño físico, no cuando un torbellino de emociones lo consumía: una tristeza abismal, una ira que quemaba como fuego y un desconsuelo tan profundo que parecía tragárselo todo. Era un dolor que iba más allá de lo físico, una llamada que resonaba en cada rincón vacío de su alma.

¿Había Dazai confesado alguna vez sus temores, sus errores y desventuras a aquel hombre que tanto amó, mientras descansaba sobre su espalda noche tras noche? ¿Le había susurrado con voz calmante que todo estaría bien, mientras el otro dormía? Su mente lo traicionaba, arrastrándolo de vuelta a aquel primer 'te quiero', a la vez que recordaba con intensidad cómo se detuvo el aliento sobre su rostro, cómo se perdieron en la profundidad de sus miradas, llevándolos al umbral de su primer beso, ese momento en que dejaron de ocultar sus verdaderos sentimientos.

Sintió una punzada en el pecho parecido a cuando eres atravesado por un metal punzante, y abrió sus ojos de golpe mientras retenía las ganas de vomitar la cena de hace una hora.

Entreabrió sus labios para liberar un alarido, tensando su quijada, lo que culminó en un gemido sofocado por su propia voluntad, resistiendo el desvanecimiento y preservando su garganta. Con una mano selló su boca, silenciando sus lamentos doloridos, suspiros incesantes, hondos y frenéticos, exacerbados por las lágrimas y el tormento implacable que se diseminaba por su ser, bajo la piel, invadiendo sus vísceras como un cáncer en fase terminal. Abrumado por una ansiedad creciente, desesperación palpable, mordisqueó su labio inferior mientras su cuerpo se estremecía.

Había perdido la noción de la inmensidad del vacío, esa sensación de ser consumido en vida. Se podría decir que había olvidado cómo era vivir enamorado, y ahora se desplomaba, semejante a una flor cualquiera privada del agua y de los rayos del sol.

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