Pequeño angel

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La tensión en el hogar de Harry era palpable, una presencia constante que se cernía sobre él como una nube oscura. Anne, seguía enojada por su relación con Louis, su desaprobación era evidente en cada mirada y cada palabra no dicha.

Las noches, que antes eran un refugio para Harry, se habían convertido en un tormento. Cada vez que cerraba los ojos, los recuerdos de la guerra volvían con una intensidad abrumadora. Podía sentir el olor a pólvora y sangre, como si todavía estuviera en el campo de batalla. La brisa fría del mar le calaba hasta los huesos, y el sonido de las olas chocando contra las rocas y las explosiones resonaba en sus oídos como un eco constante.

Harry tenía pesadillas constantes, reviviendo los momentos más oscuros y aterradores de la guerra. Las vidas perdidas, los rostros de los hombres que había conocido y luchado junto a ellos, y el caos que había presenciado. Se despertaba sudando y temblando, con el corazón latiendo desbocado, como si todavía estuviera en medio del fragor de la batalla.

En el silencio de la noche, Harry llamaba a Dios, orando con fervor. Pedía que en algún momento su pequeño ángel de ojos azules, Louis, volviera a él. Necesitaba a Louis con una desesperación que le cortaba el aliento. Su amor por Louis era un anhelo constante, una necesidad que no podía saciar, como un hombre en el desierto anhelando un sorbo de agua.

La guerra había dejado heridas profundas en su mente y su corazón, y Louis era la única persona que podía ayudarlo a sanar. Mientras Harry se debatía entre el miedo y la necesidad, anhelaba el día en que pudiera reunirse nuevamente con su amante. Soñaba con encontrar consuelo y amor en los brazos de Louis, en medio de la paz que tanto deseaban.

Un mes y medio después de su regreso a casa, Harry seguía luchando con su recuperación. Anne se había mantenido a su lado, cuidándolo con amor y preocupación constante. Aunque Gemma, ya se había ido a su hogar en el pueblo, Anne no se movía de su lado. Su presencia era un recordatorio constante de que, a pesar de todo, no estaba solo en su lucha.

Una tarde, Harry sintió una necesidad abrumadora de escapar de la tensión que había estado asfixiándolo en su hogar. Ansiaba un respiro, un momento de paz en medio del caos de sus emociones. Con ese pensamiento, decidió visitar su pequeña granja de abejas, un rincón de su mundo que siempre había sido un refugio de tranquilidad para él. Allí, pasó la tarde recolectando miel dorada y recogiendo naranjas maduras, su mente ocupada con las tareas simples y terapéuticas.

Mientras trabajaba, recordó cómo su abuela solía prepararle galletas de miel y naranja cuando se sentía mal de niño. La idea de hacerlas ahora no solo era un acto de amor propio, sino también un intento de encontrar un poco de normalidad en su vida después de la guerra. Quería recrear esos momentos de consuelo y familiaridad, un recordatorio de tiempos más simples.

El sol comenzó a descender en el horizonte mientras Harry caminaba lentamente de regreso a su hogar, sosteniendo con cuidado el fruto de su cosecha. Su pierna herida le dolía con cada paso, y las cicatrices de bala en su cuerpo eran recordatorios constantes de su tiempo en el campo de batalla. Pero a pesar del dolor, Harry sintió un ligero resplandor de esperanza mientras contemplaba el atardecer. Tal vez las galletas de miel y naranja podrían ser un primer paso hacia la curación de su corazón herido y una manera de volver a conectarse con la vida que había dejado atrás.

Mientras caminaba con cuidado hacia la cocina, Harry escuchó una voz que lo desconcertó. No podía ser él, ¿verdad? Se detuvo en seco y luego siguió el sonido hasta su fuente. Y allí, en su propia cocina, su corazón se detuvo por un instante.

Su madre, Anne, estaba allí, y junto a ella estaba Louis. Louis estaba sentado en una pequeña silla roja, tomando té con su madre. La miel y las naranjas que Harry había estado sosteniendo en sus manos cayeron al suelo con un ligero estruendo cuando sus ojos se encontraron con los de Louis.

Harry sintió que su corazón daba un vuelco mientras avanzaba hacia ellos, sus emociones mezcladas de sorpresa y alegría. Louis se levantó de la silla, sus ojos azules brillando de felicidad, y Harry corrió hacia él.

En un abrazo apasionado y desesperado, Harry y Louis se encontraron nuevamente. Las lágrimas brotaron en los ojos de Harry mientras sostenía a Louis, como si temiera que desapareciera si lo soltaba.

Anne observaba la escena con una sonrisa cálida y lágrimas de alegría en sus ojos. Había entendido cuánto se necesitaban el uno al otro, y había decidido darles este precioso reencuentro.

Finalmente, Harry y Louis se separaron lo suficiente como para mirarse a los ojos. Louis habló primero, con voz temblorosa por la emoción.

–Harry, nunca dejé de pensarte. Estas vivo, estás aquí. No podía soportar la idea de no verte nuevamente. –

Harry sonrió, con lágrimas en los ojos, y acarició el rostro de Louis. –Yo también te extrañé más de lo que puedo expresar, mi amor. Te amo –

La casa se llenó de lágrimas de alegría mientras Harry y Louis se abrazaban y se besaban, finalmente juntos después de tanto tiempo separados. La miel y las naranjas esparcidas por el suelo eran un pequeño precio a pagar por el reencuentro de dos corazones que se habían encontrado en medio de la guerra y habían encontrado su camino de regreso el uno al otro.

Beautiful DisasterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora