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Lo que será de mí.

Lo que será de mí

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Omnisciente.

...

En las penumbras de un lugar extraño, se celebraba una reunión. Las gotas de lluvia caían con fuerza y no tenían intención de parar. Dentro, las llamas de las velas iluminaban un oscuro camino que llevaban a una sala enorme. Habían adultos conversando; no obstante, una parte de ellos enían sentimientos encontrados. ¿La razón? Era la misma por la que se encontraban ahí. Pocos se encontraban indiferentes ante la situación.

Las cosas en ese hogar se habían vuelto retorcidas durante el pasar del tiempo y eso se estaba dejando ver en las acciones de varios

-A pesar de que no sean las mejores circunstancias para algunos, agradezco su presencia. Todos sabemos el motivo de nuestro encuentro -declaró el más viejo de ahí. Los demás asintieron a modo de respuesta y este continuó-: Decidir el futuro del bebé que mi hija engendró. ¿Alguna opinión?

-Señor Fuji -pidió una mujer levantando su mano. El anciano hizo un esfuerzo en visualizar a la persona que estaba frente a él. Los años en definitiva le estaban jugando en contra.Pronto Fuji dio con la persona que habló. Este dio la afirmativa para que hablase por fin-: Visto los últimos acontecimientos, está claro que esa pequeña no ha traído más que miedo e incertidumbre.

-Estoy de acuerdo con Nao -expresó otro. La mueca de disgusto de tan solo pensar en la criatura no se hizo esperar-. Y estoy hablando por casi todos aquí con el debido respeto, que lo mejor sería mantener lo más lejos a la nieta del señor Fuji o, en el mejor de los casos, exterminarla.

-Eso suena cruel...

-¿No sería mejor si dejáramos que la padre decida?

-¡No seas tonto! Sabes que sus sentimientos se van a interponer. No conocemos el riesgo si esa chiquilla se queda con nosotros.

-Esa pobre mujer concibió a un demonio.

-Señores, actuemos como siempre lo hacemos -ordenó Fuji y los murmullos cesaron-. ¿Qué pasa cuando se nos presenta un problema? Deshacerse desde la raíz y no volver a repetir el error. Kagami cedió ante cualquier destino que le pusiéramos a su hija, pero con la condición de que pueda verla algún día.

-¿Entonces qué piensa hacer, señor Fuji?

El anciano permaneció en silencio durante unos segundos. Ya lo tenía decidido, nadie podía cuestionarle ni reprocharle, pero aún así hizo que su familia venga para escucharlo. No lograba entender cómo su única heredera se aferraba a la idea de poder seguir con una vida normal cuando su propia sangre estaba contaminada. Ella conocía las reglas; sin embargo, no podía dejar de pensar en su rostro entristecido cuando le dio las noticias. ¿Qué podía hacer él? Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de mantener a toda la familia a salvo.

-Estará con los Kamiki por tiempo indefinido. Ellos también están impregnados de esas malas energías. Algo podrán hacer para tener bajo control a Yumei.

Fuji dió por terminado el encuentro y de a poco la sala empezó a vaciarse. Soltó un suspiro y también se esfumó de la gran habitación. La lluvia persistía con fuerza. Se lamentó de no traer un paraguas, probablemente se enfermaría y quedaría postrado en la cama por varios días. Fuji rogaba a los dioses para que ese clima no fuera un mal presagio.

Por otro lado, muy apartado de las malas voces, estaba una mujer. Se encontraba tirada en una de las múltiples camas del hospital en el que se encontraba. Su mirar se encontraba perdido, sin interés, demostrando el arrebato de ánimo. Las últimas semanas no fueron amables con ella y, aún así, se mantenía calmada. Cerca suyo, un hombre ordenaba las cosas del cuarto, también con el rostro estoico. Cualquier persona que pasara cerca de ellos pensaría que estaban atravesando por un momento complicado, lo cual no se alejaba mucho de la realidad de los dos adultos.

-¿Quieres algo más, Kagami?

-Fūtarō, ¿podrías traerme esa manta?

-Claro.

La cálida tela hizo contacto con el rostro de la mujer y suspiró. Casi ni podía sentir el dolor del parto que tuvo hace unas semanas; Fūtarō insistía en quedarse unos días más en el hospital, pero Kagami sabía que solo estaba alargando el tiempo que tendrían para volver a su hogar. No supo en qué momento pensar en su familia se volvió estresante. Si bien la mayoría de recuerdos no eran tan malos -gran parte de ellos consistía en obedecer a papá y seguir sus creencias-, se negaba a aceptar así de simple las cosas. Pese a eso, ganar una discusión con Fuji resultaba imposible, por lo que repitió la misma acción que hacía desde que era niña: callar para luego acatar las órdenes.

«¿Por qué la vida no podía ser más simple?». Esa pregunta siempre pasaba por la mente de Kagami, no tenía razón ahora para reflexionar cuando ya estaba decidido todo. Se maldijo, porque si hubiese sido más fuerte no sé habría doblegado ante Fuji. Por un momento se desconectó de la realidad y miró hacia cierto punto del cuarto. Hasta que la vio: un pequeño bulto se movía con lentitud en la incubadora que estaba a su costado. Los ojos de la mujer se quedaron hipnotizados ante la fragilidad de su hija. Tanto dolor e impotencia para que se la arrebataran. No era justo.

Fūtarō, sin la capacidad de consolar a su esposa, se quedó en blanco mientras la veía sonreír para la bebé. No podía hacer más por ellas, la situación se le escapaba de las manos, pero por lo menos podría cuidar desde la distancia a su pequeña. Ambos se encargarían de hacerlo.

O eso creyeron.

Una semana después, Yumei fue llevada a la residencia Kamiki, adoptando el apellido y siendo acogida por una nueva familia. No volvieron a saber de ella.

El mundo catastrófico empezaba a tomar forma.

El mundo catastrófico empezaba a tomar forma

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𝐇𝐀𝐏𝐏𝐈𝐄𝐑 ⸻ 𝐘𝐔𝐔𝐉𝐈 𝐈𝐓𝐀𝐃𝐎𝐑𝐈.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora