Fiebre de Primavera

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La sensación de la brisa primaveral era de cierta forma agradable, tolerable en cierto punto, siendo alguien que amaba el frío por sobre todas las estaciones no le sentaba mal la brisa y el aroma de las flores que no podía tener, ni apreciar en Jamir.

Aunque no siempre había sido así, recordando que de niño sufría mucho por las alergias debido al cambio de la estación y por qué su organismo no se acostumbraba aún a las tierras del mediterráneo. A veces esas alergias se convertían en algo más que simple mocos y estornudos, transformándose en un resfrío que duraba mucho, mucho tiempo.

Ahora bien, la situación en la que se encontraba actualmente, nada tenía que ver con la primavera, no en absoluto. Él se encontraba en el escritorio que tenía en su pequeño cuarto de lectura, algo para nada ostentoso, una pequeña mesa rectangular cubierta por una tela roja como la sangre al lado de una ventana, y un par de libreros relleno de pergaminos, libros y algunos frascos con alguna sustancia extraña. Su fascinación por la lectura lo llevaba en sus escasos ratos libres a sentarse en su escritorio y leer lo más que podía, especialmente los días como este en donde Kiki se encontraba de viaje con la Diosa, Zeus sabe dónde.

Hoy, sin embargo, cuenta con la visita del tercer guardián, con quien lleva una relación... se podría decir que "amistosa", y quien no ha parado de hablar sobre lo bueno que está el día para realizar actividades más interesantes que leer. Apenas lo vio por encima del libro que leía escuchando como su grave voz de fondo se transformaba en un sonido de fondo que iba disminuyendo poco a poco.

No supo en que momento ese simple monólogo de Saga había terminado con este mismo de rodillas debajo de su escritorio haciéndole sexo oral.

Fue cosa de un segundo que Saga con una fuerza y agilidad increíble había bajado sus pantalones y se había metido la punta de su miembro en la boca mientras que con sus manos lo sujetaba moviendo en un constante arriba y abajo.

—Amhn... Ah... Nghm... —el sonido armónico de sus quejidos salió al instante como un coro suave, volviéndose stamina para Saga quien seguía chupando y lamiendo, terminado por endurecer el miembro dentro de su boca.

El libro que tenía en las manos terminó por caer sobre la mesa, cerrándose inmediatamente. Dejó de sentir la cavidad húmeda del peliazul siendo remplazado por sus manos que se movían lento, pero constante.

Mu por su parte permanecía sentado en su silla con los brazos extendidos hacia ambos lados del escritorio, arrugando el mantel rojo como sus finos dedos. Arqueó la espalda con la cabeza ligeramente hacia atrás, los puntos magentas de su frente divididos solo por un pliegue de piel, los ojos cerrados y los labios entre abiertos boqueando al compás de su respiración entrecortada.

Saga volvió a tomarlo con su boca, jugueteando con su lengua sobre la punta suave. Ninguno de los dos pudo predecir que en ese preciso momento entraría Shion para saludar a su discípulo.

Ambos dorados reaccionaron cuando se escuchó el sonido de la puerta abrirse lentamente, Shion tenía la mala costumbre de ser sigiloso. Mu se enderezó en su silla y Saga dejó de moverse por debajo del escritorio aun con el pene de Mu en la boca. Saga sentía como la saliva caía desde la comisura de sus labios bajando por la piel sensible de su compañero, tragó saliva lentamente para evitar seguir derramándose, sin poder evitar que su boca se moviera estimulando la punta.

Mu se llevó una mano a la boca y apretó los dientes bloqueando el jadeo, sonrojado a más no poder. No sabía por qué Saga aún no se lo quitaba de la boca, pero por ahora su mayor preocupación era que Shion no los descubriera.

—Buenos días, Mu. —saludó amablemente con un tono tan suave y paternal que ocupaba solamente para su discípulo y para el menor de los arianos. Tragó saliva, esperando que su maestro viniera por algo puntual y no solo para conversar.

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