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—¡Me han robado! Se han llevado todas mis cosas..., mis libros, ¡mi pintura favorita! Tú sabes cuánto amo ese cuadro...Y hasta se robaron mi cepillo de dientes...

Josep empujaba la silla de ruedas en silencio. Y cuando llegaron a la cocina, miró de reojo a Mariam y siguió sin decir nada. 

—De alguna forma los ladrones supieron que mis padres están de viaje. Y aprovecharon para entrar. Pero lo que no entiendo es porqué en el resto de la casa parece no faltar nada...

Mew suspiró frustrado mientras se pasaba de la silla de ruedas a otra silla cerca de la mesa, dedlizándose sólo y sin esfuerzo.

Mariam lo miró maravillada.

—¡Tenemos que llamar a la policía!— dijo Mew, y de repente se dio cuenta de que había dos personas más en aquella cocina, además de Josep y Mariam.

Reconoció en seguida el primer rostro que parecía mirarlo con una sonrisa desfachatada. Era uno de los hermanos de Gulf. Lo había visto en el taller. Y a su lado, Gulf lo observaba en silencio.

—¿Qué...haces aquí?— balbuceó Mew.

—Llevo tres días sin verte, me han dicho que no quieres salir de tu habitación y...quería saber qué tal estás...

—Mejor que nunca, gracias... ¡Me han robado! Y no puede ser que hayan entrado a la casa con tanta facilidad y...— Mew calló de repente y volvió a mirar a Gulf.— Ahora...lo entiendo...— dijo en voz baja— ¿Eso es lo que ustedes los pobres hacen siempre? ¿Hacerte amigo del más idiota de la casa para que puedas ver todo, entrar y robarle...?

Mariam miró a Mew sorprendida.

— No, Mew, no digas esas cosas. —le dijo Josep acercándose a él— Te arrepentirás el resto de tu vida si sigues hablándole así a Gulf.—le susurró.

—Déjalo, Josep. Quiero saber qué es lo que realmente piensa de mí...

—¡Mis padres tenían razón sobre ti! Todos ustedes son iguales...envidias a los ricos, nos envidias...por todo lo que tenemos ¡y que tú no tendrás jamás! Te podrías haber acercado a Alyn, que babea por ti, pero no... Preferiste elegirme y así burlarte más. Creíste que estoy desesperado de que alguien me ame... ¡Prefiero vivir una vida entera sólo antes que estar con alguien como tú! ¡No vales nada!

—Mew, por favor...— rogó Mariam.

Mew ahora lloraba desconsoladamente.

—¡Te odio! ¿Y sabes qué...? Puedes quedarte con todo lo que me robaste. Ya no me importa. ¡Y vayánse de mi casa AHORA!

El hermano de Gulf no lo soportó más y quiso responderle pero Gulf le hizo una seña. Se acercó a Mew y antes de que éste pudiera reaccionar, lo cargó en brazos. Y en silencio, avanzó con él hasta la puerta abierta de la pequeña habitación, a un costado de la cocina.

Mew comenzó a golpearlo en el rostro y a arañarlo, y a gritar pero en cuanto vio por el rabillo del ojo lo que había allí dentro, se quedó muy quieto y por un segundo dejó de respirar.

Todas sus cosas estaban allí: una cama de segunda mano, cerca de la pared recién pintada de un hermoso color azul celeste, donde colgaba majestuoso su cuadro "Los esposos",  la televisión en un rincón justo encima de un pequeño escritorio con todos sus juguetes electrónicos, una estantería con todos los libros que había creído perder para siempre. Toda su ropa doblada y acomodada. Y todo bañado por una luz maravillosa, límpida y cálida, proveniente desde la pared vidriada, proporcionando una maravillosa vista de un verde casi infinito y un cielo que parecía una pintura al óleo, majestuoso y brillante.

Gulf lo sentó con cuidado en la cama, mientras los otros los miraban espectantes desde la puerta.

Per...dó...na...me...

Fue lo único que Mew alcanzó a balbucear entre lágrimas.

Y lloró desconsoladamente...

Life Goes Better TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora