Capítulo 1

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Victoria Gutiérrez siempre había sido una adolescente tranquila, sacaba muy buenas calificaciones en el colegio, no era un dolor de cabeza para sus padres como la gran mayoría de sus compañeros de instituto y obedecía al pie de la letra todas y cada una de sus instrucciones. No era la típica chica "fácil" que estaba con uno hoy y con otro mañana. Sus progenitores estaban muy orgullosos de la crianza que le habían dado a su niña y confiaban plenamente en ella.

A sus ojos ella seguía siendo la misma niña a la que tenían que cambiar los pañales y vieron dar sus primeros pasos con un año de edad. Pero lo cierto es que Victoria ya tenía dieciocho años y era lo suficientemente madura como para tomar sus propias decisiones y elegir a su pareja.

–Victoria, la vida hay que sentirla. Siempre.

–¿Y si no siempre elegimos el camino correcto?

Estaban sentadas en los escalones del porche trasero de casa y su madre le trenzaba el cabello despacio, moviendo los mechones de pelo entre sus dedos.

–Puedes equivocarte y cometer mil errores, los humanos somos así, metemos la pata, pero para eso existe también el arrepentimiento, saber decir lo siento cuando uno debe hacerlo. Cariño... – la joven pensó con seguridad que venía una bofetada, pero sintió que los brazos reconfortantes de su madre la envolvían, y Victoria se volteó enterrando un sollozo en su hombro. – ¿En qué te has metido? – murmuró, frotándole la espalda.

Victoria olfateó y se aferró, incapaz de dejar de temblar.

–No lo sé...

Sí lo sabía, aún cuando prefería no hacerlo.

Osvaldo Sandoval, metro ochenta, cabello castaño y largo, dos años mayor y amante de la bebida. Lo había conocido en uno de esos bares a los que solía asistir los viernes en la noche con sus mejores amigos. Coincidieron en más de una ocasión, allí comenzaron a platicar, intercambiaron números de teléfono y se dio inicio a lo que sería una relación formal un mes después.

Para ese entonces su comportamiento había cambiado radicalmente. De esa chica estudiosa, noble y educada no quedaba ni la más diminuta señal. Se había convertido en una joven conflictiva, sus notas empeoraban cada vez más, discutía continuamente con sus padres y desobedecía sus instrucciones cada vez que se daban la vuelta. Sus progenitores estaban desesperados, no querían que la chica perdiera el curso.

Cuando salía de fiesta llegaba siempre un par de horas después del "toque de queda", tenía cada vez peores compañías y hasta se había alejado de sus mejores amigos. Pero el detonante definitivo fue cuando sus padres encontraron una prueba de embarazo en su cuarto de baño.

Malo era que "la niña" se hubiese hecho mujer, pero más preocupante era que además lo hiciera sin protección. Los padres estaban destrozados, amaban tanto a su única hija que no podían reconocer a la arpía que tenían viviendo bajo su techo desde que se puso de novia con ese tal Osvaldo. Todo había llegado demasiado lejos, debían escarmentarla y controlar su comportamiento antes de que fuera demasiado tarde.

Castigarla sin salir hasta que acabara el curso les pareció la única opción, incluso sin ver a su novio. La adolescente por supuesto no estaba dispuesta a respetar el castigo y mucho menos esa noche, así que fingió un dolor de cabeza para irse temprano a dormir, algo realmente impensable en ella. Cerró la puerta, apagó la luz y escondió bajo las sábanas unos almohadones para dar el aspecto de que había alguien durmiendo.

No era la primera vez que lo hacía y descender por el tejado que había junto a su ventana le resultó una tarea fácil. El novio la esperaba un par de calles más allá con un potente todoterreno que seguramente pertenecía a sus padres.

Dile a HeribertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora