II Cosas de adultos

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La mirada de mi padre iba y venía entre el sobre y el rostro del chico, como esperando alguna aclaración. El rubio sacudió el sobre como queriendo hacer reaccionar a papá, que al fin avanzó en pasos temblorosos hasta una distancia prudente para recibir la misiva.

―¿Papá? ―le pregunté, buscando su mirada que no se despegaba del sobre― ¿Qué pasa?

Mi padre pestañeó y me devolvió una mirada apacible. ―Entra a la casa y pon a calentar agua.

―¿Qué? ―Luego de unos segundos, me sentí confundido.

―Ve... pon a calentar agua.

―Pero...

―Ten ―mi nombre fue seguido de un punto final tan contundente como su mirada―. Haz lo que te digo y entra a la casa.

Se me secó la lengua. Miré a mi padre, incrédulo de su reacción, y luego al desconocido, que nuevamente ponía un cigarrillo en sus labios y lo encendía, como haciendo su propia pausa en medio de nuestro conflicto familiar. Solté el brazo de mi padre y di unos pasos atrás, sacado de onda por el tono que había usado conmigo, sin embargo obedecí, volviendo a la casa para poner a calentar agua, y esperar a que entrara. ¿Qué era tan privado que no podía hablar de ello frente a mí? Ni siquiera eso, ¿Qué era tan importante como para ni siquiera presentarme a la otra persona, y mandarme a volar? Mil cosas pasaron por mi cabeza desde que el chico mencionó a su madre, y llegué a la conclusión de que mi padre tuvo otro hijo oculto todo este tiempo o que estaba enterándose ahora. Mi estómago se retorció con esa pura idea hasta causarme náuseas, así que me preparé un té y me quedé en la cocina, tratando de escapar de mis propios pensamientos en compañía de Leon y Louis, que no dejaban de ronronear y jugar.

Unos cinco minutos después, escuché el portón de entrada cerrándose, y me asomé a la puerta de la cocina. El primero en entrar a casa, fue el tal YoungHo, que miró todo a su alrededor, aún con el cigarrillo consumiéndose entre sus dedos. Papá venía detrás de él, sosteniendo su bolso con torpeza mientras cerraba la puerta, y hablaba sobre las partes de la casa. Mi cuerpo se acercó por inercia hacia ellos, con ambos gatos tras de mí haciéndome compañía, pero ninguno de los dos parecía prestarme atención.

―Lo siento... ―mi padre le quita con cautela el cigarrillo de entre los dedos y lo apaga en su zapato ―Pero no fumamos dentro de casa... de hecho, ninguno de nosotros fuma ―agrega con una sonrisa que intenta parecer agradable, pero solo resulta falsa. El rubio le mira con desdén y continúa dando vueltas por el pasillo y la sala de estar.

―¿Papá? ―intento nuevamente, cuando pasa junto a mí y le sigo a la cocina, donde lanza la colilla apagada a la basura.

―Hijo ―se voltea antes de salir y me sostiene del rostro, mirándome un largo instante. Le noté complicado―. No hagas preguntas ahora, ¿sí? Luego... yo te explicaré todo.

―¿Cuándo? ―pregunté, casi como un reflejo.

―Cuando sea el momento ―dio dos palmaditas en mi mejilla derecha y me sonrió―. Lo único que tienes que saber ahora, es que ese chico de allá, se va a quedar con nosotros un tiempo.

―¡¿Qué?! ―se me cayó el estómago al suelo― ¿Por qué?

―Da igual el por qué. Vivirá aquí y tratará de hacer una vida normal, así que... ayúdame con esto, ¿sí?

Dando por hecho mi respuesta positiva, dio un paternal apretón a mis hombros y quiso continuar su camino. Yo fruncí el ceño, sintiéndome avasallado de tantas maneras, que me fue imposible quedarme callado.

―¡No! ―mi padre se detuvo― No pienso ayudarte si no me dices qué está pasando.

Me devolvió una mirada molesta y suspiró profundo antes de continuar su camino fuera de la cocina. No dijo nada, absolutamente nada, y yo me quedé con la garganta apretada sin saber qué más hacer en ese momento. Escuché a mi padre a lo lejos, y luego el sonido de la escalera cuando ambos subieron. Me quedé en la pequeña mesa de la cocina, bebiendo lo que quedaba de mi té, y tomé mi celular para llamar a Yang.

FRAGILE | JOHNTENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora