III ¿Por qué preocuparse?

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YukHei condujo unos veinte minutos, recorriendo la ciudad como si le perteneciera. Yo miraba su cabello revolverse a causa del viento y su sonrisa amplia, mientras hablaba sobre el entrenamiento del día y una de las típicas bromas de macho que se hacían entre ellos en los camarines. Esos mismos que se burlaban de mí, se correteaban en bolas por los camarines como si nada. Y el maricón era yo.

―Ahora que te reíste, ¿me vas a decir qué te pasó? ―me preguntó cuando aparcamos frente a una licorería.

―¿Pretendes mentir con tu edad a plena luz del día? ―evadí el tema hablándole con mi típico tono burlesco que tanto le hacía enojar.

―No necesito mentir, conozco gente ―me guiñó un ojo y bajó del auto para ir por cervezas.

Me encontré a mí mismo sonriendo al verlo alejarse. Suspiré profundo y me di cuenta de que había olvidado parcialmente lo molesto que estaba antes de salir de casa. Recliné el asiento y subí los pies sobre el tablero, mirando las nubes que se deshacían en el cielo anaranjado de media tarde, hasta que YukHei regresó y continuó conduciendo.

Unos cinco minutos más y aparcamos en un mirador, justo para ver el atardecer. En cualquier otro momento, mi mente enamoradiza hubiese sobre interpretado esto como la mejor cita, pero ahora, sentía que no estaba pensando en nada realmente. YukHei abrió una cerveza y la extendió hasta mí, trayéndome de vuelta de mis pensamientos, antes de abrir otra para él y darle un largo sorbo. Se volteó para verme con sus grandes ojos negros, y habló con su rústica honestidad.

―Vale. Suéltalo.

Suspiré todo el aire en mis pulmones y me acomodé de lado, descansando mi mejilla sobre el asiento que me cobijaba.

―Creo que tengo un medio hermano.

―¿Y qué más? ―dio un nuevo sorbo y se relajó sobre su asiento.

―¿Cómo que "qué más"? ¿No crees que es mucho para digerir? ―repliqué.

―Yo tengo un medio hermano y no es tan terrible. Es lo mismo que un hermano-hermano.

―No es ese el problema...

―¿Entonces? ―era evidente que algo en su entendimiento era mucho más limitado que el mío.

―¡Llegó a nuestra casa y papá no me ha explicado nada...! No entiendo qué pasa y eso me... me molesta.

―Mira, cuando yo me siento así me hago esta pregunta. ¿Hay algo que puedas cambiar de esta situación?

―... ¿No? ―respondo, inseguro.

―Entonces, ¿por qué preocuparse? Es un gasto energético innecesario... ―se encoge de hombros y da un nuevo sorbo a su lata.

Me quedo mirándolo y me siento un poco insultado por la simplicidad con la cual lo comenta, como si no significara nada, aunque no puedo pedirle algo más a él, yo sé con quién me estoy metiendo, al fin y al cabo. Suspiré y bajé la mirada, rendido.

―Olvídalo... ―llevo la cerveza a mis labios y doy un sorbo que me ayude a deshacer el nudo en la garganta.

―Mejor ven acá, ya no pienses en esas cosas.

No podía soportarlo. Cada palabra que decía me molestaba más que la otra, pero en esa posición no era capaz de enfrentarlo, de replicarle y decirle que no era tan fácil para mí, así que preferí actuar en piloto automático y acceder a lo que quería, buscando sitio en su regazo cuando me jaló de un brazo para ubicarme sobre él.

Sus manos se perdieron en mi espalda y sus labios buscaron los míos al instante. Me dejé llevar por sus besos y cerré los ojos queriendo olvidar un poco el asunto; incluso si me había sentido mal por sus palabras, era un buen mecanismo, efectivamente, no pensar en nada de ello, así que presioné mis párpados con más fuerza y enredé los dedos en su cabello castaño, apegándolo a mí sin dejar espacio entre nuestros cuerpos. Su aliento irregular pronto se mezcló con el mío, y las manos de ambos fueron a parar a lugares menos apropiados. YukHei jadeaba con los ojos entreabiertos y yo me mordía los labios cuando sus uñas arañaban la piel de mis glúteos.

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⏰ Última actualización: Sep 24, 2023 ⏰

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