Capítulo Único

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Le dediqué una sonrisa forzada a mi hermano al verle salir de la habitación, cuando ya estaba a solas me planteé frente al espejo con el pijama de ositos que tenía puesto, sintiéndome completamente descolocado. Revisé cada lunar, cada marca, cada estría que se había grabado en mi cuerpo.

Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y los cerré con fuerza, tratando de contener el flujo salado. Pero era inevitable. Los abrí nuevamente viéndome reflejado en el espejo, mientras un torbelino de emociones invadía mi mente.

Estaba gordo, más gordo que una vaca, mis brazos colgaban sin tono alguno, mis piernas eran gruesas como troncos, mis labios parecían más finos que un papel de fumar, y mis ojos no destacaban en lo absoluto. Aquel lunar rebelde que tenía en la barbilla y las pecas esparcidas por mi rostro no hacían mas que acentuar mi aspecto desaliñado. ¡era un desastre!.

La imagen distorsionada en el espejo lograba trastornarme por completo.

Con desesperación, busqué en el cajón del lavamanos una pequeña cuchilla, la misma que solía usar para afeitarme, y en ocasiones para desahogar mi dolor mediante autolesiones. Me coloqué frente al lavabo subiendo las mangas del pijama, posando la cuchilla sobre mi piel.

Con cuidado, ejercí una leve presión haciendo el primer corte dejando escapar un suspiro mientras miraba como la sangre brotaba y caía directamente en el lavabo donde solía lavarme las manos. Sin pensarlo, hice otro corte en la muñeca de la misma manera que antes, esperé unos segundos hasta que la sangre emergiera para cubrir las heridas.

Bajé las mangas del pijama, y me miré una última vez al espejo como si nada hubiera sucedido. Finalmente me dirigí a la cocina para intentar ocultar lo ocurrido. Al llegar a la cocina, observé a mi madre y a Tom esperándome para almorzar. Al acercarme a la mesa, él me sonrío.

—Billy, pensé que te habías vuelto a quedar dormido ¡ven!. La comida se está enfriando.

Tragué en seco, viendo el estofado que había preparado mi madre. La comida ya estaba preparada. Apoyé las manos en la mesa, negando con la cabeza. Y mi diestra descendió hacia mi estómago.

—Mamá, no tengo hambre pero el estofado tiene buena pinta. — respondí lanzando un suspiro. Los ojos se me cerraban por sí solos. Solo quería tumbarme en la cama y dormir.

—Ayer no has cenado, Bill ¿te sientes bien,hijo? Tal vez la gripe regresó.— dijo mi madre mirándome preocupada. Y era cierto, no había cenado.

—Ayer cené sopa, mamá... mientras Tom estaba de fiesta ¿recuerdas?,me has dejado las sobras. —mentí,examinándola fijamente a los ojos.

—Mientes, William. No lo has hecho. Quizá sea la gripe ¿quieres una píldora? A lo mejor es fiebre, mucha gente está con gripe en invierno.

—Estoy bien mamá, prometo que en la cena comeré ¿puedo ir a mi habitación?

—Te creo, Bill. Solo hazlo ¿si?, si puedes ir a tu habitación.

—Quiero ir contigo, ¿me dejas? —preguntó Tom.

—Si puedes.

Tom me siguió hasta la habitación, tumbándose a mi lado, sentí como su mano derecha se deslizaba hasta llegar a mi culo, giró mi cuerpo haciendo que mis ojos choquen con los suyos. Él me sonrió, como si estuviera mirando una obra de arte, pero yo no me sentía así. Se acercó para besarme lentamente, sin dudarlo le correspondí el beso,nuestros labios encajaban a la perfección. Su lengua se introdujo dentro de mi boca y la mano libre la llevó a mi cuello hasta que decidí romper el beso por la falta de aire.

—¿Dicen que hacer el amor, ayuda a la gripe... ¿sabes, amor? Mírame, me encantan tanto tus ojos...

—¿Y como sabes eso? . —acaricié su pecho de arriba hacia abajo.

NEVER TOO LATE  • Toll   ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora