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Estaba perdida, todo está arruinado, su toda su vida estaba arruinada, aunque no sabía cuánto tiempo más le quedaba de vida en las manos de esos forajidos.

Forajidos que habían asaltado y destruido mi pequeña aldea en donde vivía llamada Melfall, aldea localizada en el norte del reino de Adamer. Una pequeña aldea que se dedicaba a la pesca y a la caza, en donde no vivían más de 150 personas, era un lugar tranquilo, frío por el punto donde se encontraba, pero muy cálido por todas las personas que lo componían.

Pero todo eso acabó en muy pocas horas, porque todo se volvió un completo infierno.

Desperté en medio del escándalo, con los gritos de las demás personas de la aldea que gritaban aterrados, además del olor de las casas que se estaban quemando, a mi familia y a mí no nos dio tiempo de siquiera reaccionar a lo que pasaba cuando un grupo de ellos irrumpió en nuestra casa.

Mi familia estaba conformada con mi padre, mi madre, mi hermano mayor que me llevaba unos cuatro años y su esposa con la que se había casado apenas unos meses atrás.

Al primero que mataron fue a mi padre, después mi hermano mayor que intentó defenderlo, pero no pudo hacer nada en contra de ellos, ya que ellos eran tres y mi hermano solo uno, yo, yo no pude hacer nada para ayudar. Mi padre me había enseñado a casar, a pelear, también a poder defenderme, pero no fui capaz de hacer nada, nada en absoluto, solo observar cómo ellos destruían han a mi familia.

Mi madre, mi cuñada y yo solo nos quedamos abrazadas en un rincón, mientras nos abrazábamos fuertemente una a la otra, mi madre me abrazó aún más fuerte a mí, supongo que pensaba que iba a pelear contra ellos, pero no fui capaz de hacer nada, no pude ni siquiera cuando ellos me arrebataron a mi madre de mis brazos y sin ninguna contemplación alguna atravesaron su cuerpo con una espada.

Me sentí tan impotente, tan inútil al no poder hacer nada más que solo llorar por la pérdida de todos ellos, me había quedado sola, junto con todas las demás mujeres jóvenes de nuestra Aldea.

Después de unas horas, en donde nos habían reunido a todas en el centro del que había sido nuestra tranquila y próspera aldea, hecha ceniza completamente, nos tenían a todas nosotras con las manos atadas, éramos aproximadamente más de treinta jóvenes, de todas las edades, casi de todas las edades, porque no había mujeres mayores, tampoco niñas, todas las que nos encontrábamos ahí estábamos entre los 16 y veinte y tantos años.

Siendo observadas por aquellos asquerosos hombres que habían destruido nuestro hogar, todas temblamos tanto por el inmenso frío de varios grados bajo cero, cómo también temblábamos ante el gran miedo que teníamos por lo que nos iba a pasar en manos de esos hombres.

─¡Empiecen! ─ grita uno de ellos y se llevaron a una de las chicas a una casa.

Los llantos de todas no se hicieron esperar, no somos tontas, sabemos bien lo que a las chicas sin familia les deparan y ahora todas nosotras estamos solas. Después de llevarse varias chicas notamos que hay algunas que lanzan a los hombres para que hagan lo que quieran con ellas, es desgarrador escuchar cada uno de sus gritos y lamentos, otras las suben a una carreta donde las amarran cómo si fueran animales.

Pronto entendimos que nos dividían entre las jóvenes que eran vírgenes y las que no, las vírgenes las subían en la carreta, escuche de las demás chicas que a ellas las pretendían vender a las casas de caballeros y aunque el futuro que nos espera se anunciaba horrible, para mí lo peor fue la manera en la que ellos se dan cuenta quién es virgen y quién no.

Estar en medio de todos esos asquerosos hombres de miradas lascivas y asquerosas, aunque mi instinto me gritaba, que me resistiera, que peleara contra ellos, mi cuerpo no se movió, lo que en realidad fue lo mejor porque pelear contra ellos no iba a ser lo mejor, pero cuando ellos mi tiraron en el piso, me abrieron las piernas y vi cómo uno de esos asquerosos se escupió los dedos, luche.

La Mujer De Temible CaballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora