Capítulo 13

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—Muévelo un poco más a la izquierda y... ¡No tanto, Noah!

Adara frunce el ceño con frustración mientras el pobre Noah mueve como por quinta vez el enorme árbol de navidad que compramos. Me remuevo en el pequeño sillón buscando un poco de comodidad, y recuesto la cabeza en el espaldal.

Llevan casi veinte minutos tratando de acomodar el árbol en un rincón de la sala, pero por más que lo giran y lo mueven Adara dice que no se ve bien. La verdad yo lo veo igual esté en la posición que esté, pero no me atrevo a opinar nada y sólo me limito a aguantar la risa cada vez que Noah pone los ojos en blanco cada que Adara no lo ve.

—Me rindo. Deja eso así — suelta Noah dándole un manotazo al árbol y alejándose dos pasos de el.

—Pero si no has hecho casi nada — se cruza de brazos Adara.

Noah abre la boca, ofendido.

—¡¿Que no he hecho casi nada?! — exclama, soltando una risa irónica —. Claro, porque el árbol se subió solo a la camioneta, se bajó sin ayuda de nadie aquí en la casa, y el mismo se gira y se acomoda cada vez que te quejas de su posición.

Aprieto los labios para no soltar una carcajada. Adara entrecierra los ojos y después se gira hacia a mí.

—Diana, ya que no estás ocupada, podrías...

—¿Cómo que no estoy ocupada? Estoy dando apoyo moral — señalo con una sonrisita.

La verdad es que no me siento nada bien, por eso no estoy ayudándolos. Tengo una leve jaqueca y los músculos los siento agarrotados y adoloridos. No he hecho ninguna actividad física que pueda haberme creado esto así que no estoy segura porqué tengo este malestar. Ellos no lo saben, no les he dicho nada porque a lo mejor es una nimiedad.

Ella suelta un sonoro suspiro y señala unas cajas que están al pie del sillón donde estoy sentada.

—¿Podrías sacar las decoraciones de esa caja de allá?

Asiento y me inclino para jalar la caja más cerca de mí, una fina capa de polvo la cubre y lo sacudo antes de abrirla. Un montón de decoraciones brillantes y llenas de color se encuentran dentro, tomo la primera que me encuentro, que resulta ser, si  mal no recuerdo, una guirnalda de color azul oscuro, y se la paso. Ella se vuelve hacia el árbol y empieza a colocarla, un mueca de concentración muy chistosa en su rostro.

Noah se acerca para ayudar colocando unas esferas de colores brillantes, y cuando terminan, Adara se gira con una preciosa estrella dorada en las manos y la extiende hacia a mí. La tomo y la miro con confusión antes de regresar la mirada a ella.

—Ponla en la punta del árbol — dice casi en un susurro.

De manera un poco dificultosa me pongo de pie, tratando de que pase desapercibido para ellos el temblor de mis piernas. Me acerco al árbol y lo miro con una mueca; es más alto que yo, no de manera tan exagerada pero si lo suficiente como para que, así estirara el brazo, no alcanzaría la punta.

—¿Te ayudo? — pregunta Noah, dando un paso hacia a mí.

Lo miro, vacilante, pero después asiento. Con un movimiento rápido me toma por la cintura y me levanta con suma facilidad, tomándome por sorpresa. Mi corazón da un pequeño vuelco y empieza a latir como desquiciado.

Siento la mirada de Adara sobre nosotros y la miro de soslayo, tiene una ceja enarcada y una gran sonrisa en el rostro. La ignoro y pongo la estrella rápidamente en su sitio. Cuando mis pies vuelven a tocar el suelo, me alejo de un salto de Noah, las mejillas repentinamente calientes.

Él desvía la mirada hacia otro lado cuando la sonrisa de Adara crece aún más, abarcando casi toda su cara. Miro la ventana y frunzo el ceño al ver pequeñas partículas blancas caer afuera. Quedó paralizada un momento antes de salir corriendo fuera de la casa y me detengo abruptamente al ver el suelo casi manchado por completo de blanco. Me cubro la boca con la mano a la par que mis ojos se llenan de lágrimas.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora