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El reloj de la entrada marcaba las 9:45 p.m., Will Graham se encontraba sentado en el sillón de piel sintética, viendo como las ardientes llamas emitidas por la vieja chimenea de leña— picaba con intensidad la madera de pino que había sido recién cortada esa mañana. Cualquiera que viera el movimiento ferozmente irregular que sobresalen de esa chimenea, podría pensar que estaba por desatarse los más oscuros pesares, angustias, y amenazas, impulsando el deseo de querer aniquilar al primero que entrara a la habitación; sentimientos que se encontraba demasiados presentes en el interior de Will, al haber sido plantado de nueva cuenta por la persona que amaba. 

Bebió amargamente su whisky intentando cesar sus impulsos. El timbre resonó por toda la casa. Sabía que era él, no había utilizado su llave porque quería que el propio Will lo recibiera en la puerta como un lindo tacto de bienvenida. Soltó un suspiro, se levantó de su asiento con resignación. Abrió la puerta, dejando a la vista a ese hombre de impecable vestimenta. Su esposo estaba frente a él, esbozando una ridícula sonrisa de oreja a oreja, había aparecido en el umbral de la entrada llevando presentes como una muestra de arrepentimiento. 

     — ¡Feliz aniversario! —posó un beso en su mejilla y prosiguió a entregarle un ramo de tulipanes amarillos. 

     — Feliz aniversario, para ti... —dijo Will amargamente mirando el presente. 

     — Discúlpame cariño, se me hizo tarde, pero en parte no es sólo mi culpa —dijo, mientras deja a la vista un cachorro que había escondido detrás de su espalda. 

El semblante de Will se aligeró, casi dejó salir una pequeña sonrisa al ver al pequeño canino que sostenía su esposo entre la palma de su mano. Su mente tintineó, recordándole cuál era su postura ante esta situación. Tenía que ser serio, no podía apaciguar su enojo con un perro. 

     — Su nombre es Buster, este amiguito fue el culpable de que me retrasara —acarició la cabeza del can—. ¡Sólo míralo! —prosiguió a entregárselo. 

Era un Jack Russell Terrier de color blanco con pequeñas manchas cafés en la parte de su lomo y cara, era hermoso, cabía perfectamente entre sus dos manos, y a pesar de que le lamiera los nudillos, le sacara la lengüita y lo mirara con unos tiernos ojos, Will se resistió a los encantos del cachorro. 

     — Sus ojos me decían: "¡llévame, llévame! Quiero ir a casa contigo y Will" —dramatiza—. Así que no pude resistirme. En el trayecto, el pequeño hizo de las suyas —torció la boca con cierto desagrado—, así que tuvimos que hacer una parada en el autolavado. 

     — Descuida, perdono a Buster por su contratiempo —se retiró de la entrada con el mismo semblante estoico. 

     — ¡Will! —fue detrás de él— Will, no te pongas así. 

     — ¿Y cómo quieres que me ponga? —frunció el ceño— ¡Me dejaste plantado en el restaurante! 

El hombre soltó un suspiró—. Lamento eso, sólo que... hoy fue un buen día, he llegado tarde porque tuve una buena racha en el trabajo. 

     — ¿Buena racha? ¿Así le llamas ahora? 

Dejó al cachorro en el suelo y las flores en la mesa a su costado, mientras proseguía a servirse otro trago de whisky. 

     — Cariño, sólo hago mi trabajo, no exageres. 

     — ¡¿Yo?! ¡¿Exagerar?! —soltó una risa sarcástica— ¡¿Y qué hay de todas esas parrilladas con los vecinos, los eventos y comidas con tu madre que no has podido asistir conmigo?! 

Miró a su esposo con incrédules, no recordaba de que fueran tantos compromisos pospuestos—. ¿Me he perdido de todo eso? 

     — ¡Ja! Yo no lo llamaría de esa forma —le dio un trago a su bebida—. Me has dejado solo en cada oportunidad, es como... si no quisieras pasar tiempo conmigo —su voz se quebró. 

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2023 ⏰

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