Corro por las calles intentando despistar a los policías que me persiguen y que rozan mis talones detrás de mí. Mis pulmones queman buscando oxígeno gracias a la larga y dura persecución, mis piernas tiemblan reclamando parar, pero aún así siguen moviéndose automáticas como si supieran lo que tienen que hacer.
En mi cara siento como si un cuchillo estuviera lentamente cortando mi piel, pero lo único que me corta la piel es el frío viento invernal de Manhattan. Mis ojos verdes intentan ver algo a través de mi pelo rubio interponiéndose, las luces de la gran ciudad ciegan mis ojos complicándome la huida. Mis pies vestidos por unas deportivas viejas se mueven rápidamente e intentando no chocar con algún cuerpo.
La luna en Manhattan brilla tan resplandeciente como si fuera la última, y posiblemente sea la última para mí antes de estar entre rejas. Mi cabeza gira de un lado para otro intentando encontrar alguna salida, algún sitio donde poder esconderme. Mis ojos encuentran una pequeña y estrecha calle bien disimulada a unos 20 metros de distancia.
Giro levemente la cabeza intentando buscar a los cuatro hombres vestidos con uniforme de policía que me perseguían apenas unos minutos y consigo vislumbrarlos, sin chocar con nadie, a unos metros como intentan pasar entre la transitada calle. Una sonrisa burlona aparece entre mis labios al saber que, nuevamente, no conseguirán atraparme.
Mis manos aferradas al gran y caro collar de oro con diamantes me recuerdan porqué me persiguen. Me repito como mi único mantra mi motivo de robar y con nuevas fuerzas y a pesar de lo que mi cuerpo pide, corro aún más rápido entre las personas.
Mi pequeña estatura y mi delgada complexión hace que me resulte más fácil meterme en el pequeño callejón escondido. Corro como si el diablo estuviera detrás de mí intentando arrebatarme mi vida.
La estrecha y sucia calle está oscura y silenciosa haciendo que lo único que se escuche sean mis aceleradas bocanadas de aire y el fuerte coque de mis deportivas contra el suelo.
Echo una mirada por encima de mi hombro viendo como la luz intenta colarse por el estrecho hueco que da al callejón sin conseguirlo y como cuatro sombras corriendo pasan delante de él sin reparar ni si quiera.
Una sonrisa de alivio surca por mis labios al saber que no me han descubierto y que estoy a salvo. Mis pies se detienen inmediatamente y mis rodillas ceden por el cansancio. Mi cuerpo cae al suelo de rodillas clavándome en el asfalto. Intento recuperar oxígeno y que mi respiración se calme. Mis manos están apoyadas en el sucio suelo sin importarme que haya debajo de ellas pero sujetando fuertemente el collar que me ayudará a sobrevivir durante un mes como mínimo.
Sé que hay otras maneras de conseguir el dinero, pero con mi expediente y con solo 19 años creo que conseguir un trabajo decente es poco probable para mí.
Me obligo a levantarme y a coger una profunda respiración antes de seguir con mi paso y tener que volver al mugriento hotel donde nos hospedamos pero cuando me pongo de pie mis ojos descubren una pequeña puerta verde oscuro camuflada en la pared de ladrillo.
Mi subconsciente grita que no entre, que no vaya hacía allí, pero antes de que me dé cuenta mis pies se están moviendo hacia la pequeña puerta. Cada vez que me voy acercando más una música estridente se escucha desde el otro lado y mi curiosidad va en aumento.
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Unexpected
Hombres LoboGianna Adams lleva huyendo desde que tiene uso de la razón, escapando de las autoridades, escapando de su familia. Gi, como la llaman sus amigos, siempre se ha rebelado contra el mundo teníendo un porqué que nadie sería capaz de entender. Hasta ahor...