i. The Queen: Spirit of a Wolf

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situado en the queen — capítulo ii

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situado en the queen — capítulo ii. espíritu de un lobo

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Elijah Mikaelson apareció en su puerta con la misma osadía que tuvo ella al entrar al recinto horas atrás.

El Original tenía un semblante relajado y fuerte, sus ojos mantenían el contacto visual mientras su vestimenta formal y oscura susurraba que, mucho más allá de respeto, Elijah Mikaelson imponía terror. Andrea tomó la manilla y la apretó, escondiendo parte de su cuerpo detrás de la puerta. Sabía que Elijah era el noble de su familia; Darice Pevensie le comentó que la ansía por matar por diversión no era un rasgo de su persona más no le eliminaba la etiqueta de peligro.

«Elijah es la serpiente y la hierba al mismo tiempo; sabes que algo esconde pero te tranquiliza porque no crees que pueda hacer daño. Es en ese momento cuando lo hace».

Andrea sería estúpida si se consintiese olvidar esa advertencia.

Elijah se dedicó a estudiarla pues no logró evitar la chispa de intriga y curiosidad que Andrea provocó en él. Tenía su cabello recogido en una coleta y su rostro ovalado se enmarcaba gracias a su flequillo. Vestía de vino tinto, era evidente que no esperaba una visita. La loba alzó el mentón y en sus ojos oscuros resplandeció un brillo de su voluntad férrea.

Elijah elevó levemente la curvatura izquierda de su labio.

Andrea le concedió que él poseía una encantadora belleza.

—Ofrezco disculpas por mi llegada no anunciada.

Andrea alzó una ceja, subió y bajó la vista para con sorna responder:

—No luces del tipo que se disculpa.

—Considero que soy más del tipo que tiene modales —Elijah rebatió con un deje de burla en su tono, Andrea soltó un jadeo gracioso mientras rodó los ojos—. ¿Puedo pasar?

Andrea se tomó un momento en responder, insegura de ofrecerle ese poder a un vampiro. Nueva Orleans era un campo de guerra y Andrea carecía de experiencia en el mundo sobrenatural, no sería tan inocente en admitir sus debilidades más no podía obviar que el único lugar seguro era el interior de su casa.

Por un instante se preguntó, ¿Palabra de su arribo se habrá corrido ya? Desechó la idea con presteza, no tenía cabida el preocuparse por un encuentro que pronto llegaría con su gente. Con facilidad, volvió al presente. Se encontró en su visita; luego de unos instantes en el silencio, abrió un poco más la puerta y le permitió el acceso a Elijah.

El Original le agradeció.

Entró con confianza al saber que ningún lacayo de Francesca Guerrera le siguió el rastro. No le debía nada a quién decía ser Andrea Labonair más no quería una muerte en su consciencia si pudiese evitarla.

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