Cuenta Pendiente

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Mycroft Holmes era un hombre rodeado de tentaciones. Poder sobre miles, millones, sobre una nación entera. Dinero, más del que alguna vez pudo imaginar. Fama, al ser el hombre de confianza de la mismísima reina del Imperio Británico, guardando sus secretos con recelo y dedicación así como si fuesen propios.

Pero cualquier secreto de la corona no rivalizaba con aquello que guardaba en lo más profundo y oscuro de su ser; algo tan prohibido para él que de hecho, era ilegal que siquiera pensase en ello.

Y es que de todas las tentaciones que podía tener, la mejor de todas lo esperaba a las afueras de la prestigiosa ciudad de Oxford, ataviado en una simple pero elegante bata de seda negra y una botella de vino tinto vacilando sobre sus labios, con unos ojos esmeralda que aguardaban en la oscuridad para saldar una cuenta pendiente.

Albert James Moriarty usaba esa excusa todos los viernes para abandonar su residencia en Londres sin recibir preguntas o reproches por parte de sus hermanos menores.

No era una mentira, pero tampoco era toda la verdad y era obvio que su hermano Liam ya se había dado cuenta de aquello pero no diría nada, por que a final de cuentas todo era para completar su plan ¿cierto?.

No hay mejor forma de desestabilizar un gobierno que adentrándote en él; con la pequeña diferencia que era el gobierno británico el que terminaba entrando en Albert, llevándolo a su límite, gritando de placer. O por lo menos, eso era al inicio.

Encuentros casuales en aquella residencia privada con el único fin de mantener protegidos a los hermanos Moriarty y en silencio al mayor de los Holmes.

Pero con el tiempo ambos se dieron cuenta que era imposible negarse a los deseos del corazón, solo que jamás lo aceptarían.Faltaban unos pocos minutos para llegar y Mycroft ya estaba inundado de unas malditas ganas de ver a Albert.

La semana pasada no habían podido encontrarse y se sentía como un foragido perdido en el desierto, esperando que lloviera; y es que por más que lo había intentado el hombre castaño no paraba de aparecer en su mente.

Era como el opio, quizás peor por que definitivamente pensaba que no podría vivir sin volver a probar ese cuerpo exquisito y compartir ideas con esa mente tan afilada.

Al escuchar un carruaje detenerse en la entrada, una delgada sonrisa se dibujó en su rostro y un último sorbo a su copa fue lo que el castaño necesitó para ponerse en marcha. Anudó el listón de su bata y se dió una última mirada en espejo.

La tenue luz de la luna que iluminaba la mitad de su cuerpo le mostraba que todo lo que había preparado estaba en su lugar; el conocía muy bien a su cobrador y se aseguraba de ser siempre su mejor -y único- cliente.
Sonrió una vez más y bajó a su encuentro.

Mycroft Holmes se sentía morir. O peor aún, ya estaba muerto, por que definitivamente no había manera de que el hombre frente a sus ojos fuese real.

Ese cabello tan suave, esos labios de aspecto fino y tan deliciosos, esa expresión sensual y traviesa que lo electrizaba, era demasiado bueno para ser verdad.

Sus ojos se movían inquietos por el cuerpo cubierto de seda, era una tela lo suficientemente delgada para revelarle sus puntos favoritos pero tan irritantemente gruesa que no le daba acceso a eso que él más quería; siguió delineando la figura del castaño deteniendo su mirada en su cuello.

-¿Esto?- soltó el de ojos esmeralda con la picardía resbalándose en su lengua y su mirada afilada para el desafío.

-Un bonito regalo de un tal Lord Meinhart con el que mi hermano acaba de hacer negocios-.

Albert jugaba con el collar de perlas entre sus dedos, deleitándose con la mirada de incredulidad de Holmes que poco a poco empezaba a brillar de celos.

Cuenta pendiente - Mycroft x Albert (yuumori)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora