"ERES TÚ." parte dos.

99 4 0
                                    

Lo miré lleno de ira y odio, como si quisiera matarlo en ese momento. La parte sensata de mi mente le daba la razón, pero el resto, que era mucho mayor, se negaba a hacerle caso.
—Te doy una hora —murmuré mirando fijamente el asiento que había delante de mí—. Tienes sesenta putos minutos para decirme quién es.
Aparcamos en el camino de acceso y, cuando me bajé del coche, se nos acercaron los hombres de Sebastian y le entregaron un sobre. Él me lo dio a mí y, sin decir una palabra, me dirigí a la biblioteca. Quería estar solo para tener la posibilidad de creer que todo aquello era verdad.
Me senté al escritorio y, con las manos temblorosas, abrí el sobre por la parte superior y vacié su contenido sobre la mesa.
—¡Hostia puta! —Me llevé las manos a la cabeza cuando vi que las fotos, ya no retratos pintados por artistas sino auténticas fotografías, mostraban el rostro de Mi Reina. Tenía nombre, apellido, un pasado y un futuro que ni ella misma se esperaba. Llamaron a la puerta—. ¡Ahora no! —grité sin apartar la vista de las fotos y las notas—. DANIELA CALLE  —susurré mientras acariciaba su rostro en el papel cuché.
Tras media hora analizando el material que me habían entregado, me recosté en la silla y me quedé mirando fijamente la pared.
—¿Se puede? —preguntó Sebastian asomando la cabeza por la puerta.
Como no reaccioné, entró y se sentó delante de mí.
—¿Y ahora qué?
—La traemos aquí —contesté sin cambiar de expresión, pero dirigiendo la mirada hacia Sebastian, quien asintió.
—Pero ¿cómo piensas hacerlo? —Me miró como si yo fuera idiota, cosa que me irritó un poco—. ¿Irás a su hotel y le contarás que, cuando moriste, tuviste una visión en la que…? —Observó las notas que había delante de mí.
«Y en ellas estás tú, Daniela Calle, que ahora serás mía», me dije.
—La secuestraré —decidí sin dudarlo—. Manda a tus hombres al piso de ese tal… —busqué el nombre de su novio en las notas—, Andres. Que se enteren de quién es.
—Quizá sea mejor decírselo a Juan Jaramillo. Él vive allí —comentó Sebastian.
—Bien, que la gente de Juan reúna toda la información que pueda. Tengo que encontrar la manera de que esa chica se presente aquí cuanto antes.
—No te va a hacer falta. —Miré hacia la puerta, de donde procedía la voz de mujer. Sebastian también se volvió—. Aquí estoy. — Natasha se acercó a nosotros sonriente. Sus largas piernas llegaban al cielo sobre aquellos altísimos tacones.
«Joder, me había olvidado completamente de ella», me recriminé.
—Bueno, os dejo solos. — Sebastian se levantó con una sonrisa estúpida en los labios y se dirigió hacia la puerta—. Me ocuparé de lo que hemos hablado y mañana lo solucionamos definitivamente —añadió.
La rubia vino hasta mí. Separó mis rodillas con su pierna. Olía divinamente, como siempre, una mezcla de sexo y poder. Se levantó el vestido de cóctel de seda negra, se sentó a horcajadas sobre mí y me metió la lengua en la boca sin avisar.
—Pégame —suplicó mordiéndome el labio y restregando su coño contra la bragueta de mi pantalón—. ¡Fuerte!
Lamió y mordió mi oreja y, mientras, yo miraba las fotos esparcidas sobre el escritorio. Me quité la corbata, que antes ya había aflojado, me levanté y llevé a Natasha al suelo. Le di la vuelta y le vendé los ojos con la corbata. Sonrió y se lamió el labio inferior. Tanteó con la mano hasta encontrar la mesa, abrió mucho las piernas y se tumbó sobre el tablero de roble. Alzó el culo cuanto pudo. No llevaba bragas. Me acerqué a ella y le di un fuerte azote. Gritó y abrió la boca. La visión de las fotografías sobre la mesa y pensar en el hecho de que Mi Reina estuviera en la isla hicieron que mi polla se pusiera dura como una roca.

"TE ENCONTRÉ"       *Cache* Donde viven las historias. Descúbrelo ahora