Capítulo 1

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Estaba corriendo con todas mis fuerzas incluso cuando mis piernas empezaban a fallarme.

Al final conseguí llegar hasta mi coche que estaba aparcado en medio de la calle, pero en este momento no me importaba ni lo más mínimo.

Metí la llave en el control y arranqué lo más deprisa que pude, no tengo el mejor coche del mundo pero al menos hace su función.

Mi cabeza no paraba de dar vueltas una y otra vez, y cada vez más notaba que se me humedecian los ojos.

Me parece que me estaba dando un ataque de ansiedad (que últimamente me pasaba bastante a menudo ) asique lo siguiente que hice fue inspirar y espirar profunda y lentamente un par de veces.

Una vez que me tranquilicé seguí con mi camino, preferiría acabar en medio de un desierto, que volver a poner un pie en San Francisco (en casa).

Sólo llevaba encima una pequeña mochila, que llevaba lo básico; un par de pantalones y jerseis, un poco de ropa inetrior y mi cartera. Bueno también una chaqueta de cuero negra con la cremallera dorada y unas rayas moradas.

Este comienzo podría ponerme muchos obstáculos y dudas, pero lo que estaba segura y decidida al cien por cien, es que no miraré hacia atrás bajo ninguna circunstancia.

***

Ya llevaba 5 horas de trayecto y aún así seguía sin creerme que acabara de salir corriendo de mi casa.

Eran las 4:17 de la madrugada y cada vez más notaba que poco a poco se me cerraban los ojos, pero hice con toda mi fuerza de voluntad para mantenerlos abiertos.

Estaba a punto de acabar dormida en medio de la carretera, cuando el coche empezó a pitar con un sonido muy desagradable, fruncí el ceño y ví que como no le metiera a este trasto gasolina me iba a quedar a tirada aquí en medio de la nada y mucha gracia no me hacía la verdad.

Esto era un pequeño problema, ya que estaba en medio de la carretera y no había literalmente nada que no fuese montaña, hierba y tierra.

Lo siguiente que hice fue coger mi móvil y entrar a Google Maps, no había mucha señal pero si la suficiente como para comprobar que a 3 minutos de distáncia había una gasolinera.

Una vez ahí salí del coche y fui directamente a echarle gasolina, pero no llevaba ni 2 minutos cuando este trasto empezó a echar humo por el capó.

 Maldije entre dientes, tampoco hacía falta ser un genio para comprobar que si, efectivamente mi coche se había averiado. 

Eso me puso de un humor pésimo y lo siguiente que hice fue dar patadas al coche como una loca. Y para mi más buena y afortunada suerte empezó a diluviar. 

No me lo podía creer, además me estaba congelando, ya que solo llevaba encima una camiseta blanca, fina de manga larga y unos leggins azules. 

Me parece que como no entre a la tienda-bar de la gasolinera moriré congelada aquí afuera.

 Así que eso mismo hice, entré y solo más hacerlo, empecé a oler a delicioso chocolate caliente (mentiría si dijese que no me muero por probarlo). 

Me compré un vaso y ya no es que el chocolate esté buenísimo (que lo está) sino que sentir este calor en mis manos hace que me quiera refugiar en él durante toda mi vida. 

Pero ahora tenía problemas más importantes que solucionar, y no es poco, ya que no sé qué hacer con mi coche en este estado. 

Justo cuando estaba saliendo por la puerta noté que me chocaba con algo, (¿o alguien?) muy duro y me daba con brusquedad en la cabeza, esto me hizo tropezar y casi, y digo casi caerme, pero justo cuando creí que me iba a estampar contra el suelo un par de brazos fuertes y musculosos me cojieron. 

El dulce sabor de lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora