Marshall Lynn no confiaba en las personas, mucho menos en piratas ya qué su familia murió a causa de ellos, específicamente de Arlong Park y su tripulación
Juró que lo encontraría y lo mataría, quería venganza, había matado a su hermana mayor frente...
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Lynn salía de la cocina para ir con Usopp, realmente necesitaba saber que Nami estuviera bien, ella sabía que necesitaba ser rescatada de Arlong
—Oh... por favor si, déjalo caer al mar—habló ella al ver que Zoro amenazaba a Buggy
—¡Buenos días, mi dulce Lynn!—gritó él payaso con felicidad para molestarla
—¡Que no me llames así, idiota!—dijo subiendo las escaleras sin mirarlo
—Tengo una pregunta para ti, ¿qué sentiste al ver a Edmund?, créeme para mi también fue una sorpresa verlo con Arlong, ¿lo extrañaste?—ella lo tomó de la cabeza para arrojarlo adentro del barril con fuerza—¡Rayos!, ¡mi nariz!
Rodó los ojos y comenzó a buscar a Luffy con la mirada, Zoro y ella lo encontraron con Sanji intentando pescar algo
—Una mujer hermosa y talentosa no se alía con un pirata como Arlong por gusto—Lynn asintió estando de acuerdo con Sanji, le sonrió a Luffy como saludó cuando él la miró—Necesitan que la salven
—Su tatuaje no dice eso—soltó Zoro con algo de rencor
—Los tatuajes no lo dicen todo, ella es un misterio, como toda mujer
—Nami decidió—dijo él espadachín
—No sabes por qué...
—Limitate a preparar la cena, no conoces a Nami—la pelirroja rodó los ojos viendo a ambos, pues parecía que no se llevarían bien por un largo tiempo
—Ni tu, al parecer...
—Sé que Nami tuvo sus motivos—dijo Lynn haciendo que se callaran
—¿No te molesta que ella esté con él asesino de tu familia?—preguntó Zoro con ironía—Debes ser la más molesta, y más porque Edmund esta también con él
—Al inicio me molesto, más que eso me puso mal... pero conozco a Arlong, la debe estar amenazando con algo, lo de Edmund es otro asunto—suspiró cruzando sus brazos—Ella me libero... me salvo, créanme, Arlong me hubiera asesinado en cuanto llegáramos a su reino, Nami no es mala, estoy segura y la vamos a salvar
Luffy la miró con una media sonrisa, sabía que le había dolido lo que la navegante hizo
—Decida lo que decida... necesito que me lo diga en la cara—dijo él del sombrero
