Capítulo IV

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– ¿Estás segura que fue una buena idea dejarlas hacer la pijamada? – Valentina seguía con ciertas dudas de que su sobrina y Ari durmieran juntas. Ni siquiera se había movido de la puerta después de que Juliana básicamente la obligó a entrar.

– Val, no es como si no hubiesen hecho pijamadas antes, tú misma sabes que Tam y Sebas no tienen problema en que Ari se quede con Isa – respondió colocándose su camisón y bata.

– Lo sé amor, pero de todas formas ¿y si voy a ver qué están haciendo?

– Valentina Carvajal-Valdés, no vas a sacar tu trasero de esta habitación para ir a espiarlas ¿me oyes? Deja a esas niñas disfrutar de su pijamada en paz.

Un gran puchero y los brazos cruzados adornaban la cara de la tía V, al parecer no estaba muy contenta con la decisión de su mujer pero por esta vez le haría caso y dejaría a las niñas disfrutar de la noche.

– Voy a estar en el balcón leyendo un libro ¿quieres acompañarme? – preguntó la morena haciéndole cariñitos para que quitara ese enorme puchero de su rostro.

– En un ratito amor, quiero cambiarme y revisar el mail del trabajo, había un retraso con la edición navideña y debo ver si ya me mandaron lo que les pedí.

– Bueno, en ese entonces, la dejo trabajar señora Miranda Priestly, no vaya a ser que Vogue no tenga su edición de Navidad a tiempo por mi culpa – respondió dándole un besito fugaz en sus labios.

– Gracias, cariño. Disfruta de tu lectura, te alcanzo en un rato ¿va?

– Va.

Juliana tomó su libro y su taza humeante y salió al balcón para disfrutar del hermoso cielo estrellado de la noche. Más que un balcón, era una terraza en donde había un columpio acolchado, dos tumbonas para poder descansar y unas mesitas de servicio; y por supuesto, más plantas hermosas que sabía que su mujer había mandado colocar para ella.

Decidió que se pondría cómoda en el columpio, tomó su libro en curso llamado "El encuadernador", mismo que eligió porque estaba siendo un hit en "Entre páginas y tú" así que quería descubrir cuál era la historia que estaba causando tanto interés.

La lectura la tenía intrigada desde que había comenzado a leerlo, sin embargo aún no lograba descifrar el misterio de por qué los encuadernadores eran mal vistos en esa historia; siguió enfrascada en el texto cuando escuchó que la puerta de su habitación se cerraba, pidió al cielo que no fuera Valentina escapando para stalkear a las niñas porque de ser así, esa ojiazul desobediente la iba a escuchar.

Tomó un sorbo de su té, respiró hondo y dejó un momento su libro a un lado para observar el firmamento que la cubría y deleitarse con el relajante sonido de las olas del mar.  Las estrellas en el cielo brillaban tan fuerte que era increíble cómo a pesar de eso, esas mismas estrellas ya no existieran puesto que habían muerto cientos de años atrás... Aprovechó para recordar el momento en que durante la clase de Ciencias naturales, les contaba a sus alumnos sobre cómo morían las estrellas y lo mucho que este dato impresionaba a todos los chicos; incluso recordó el momento en que se lo platicó a Valentina en una de las ocasiones que estaban recostadas observando el cielo. Amaba esos pequeños momentos de introspección en donde podía recordar los instantes especiales que había tenido la oportunidad de vivir.

Dio un gran suspiro y tomó su libro para continuar con la lectura, tenía que descubrir cuál era el misterio de toda esa trama; se encontraba tan concentrada que no escuchó cuando la puerta de su habitación se abrió nuevamente.

– Hola mi amor – saludó la ojiazul provocándole un sobresalto que hizo que su libro fuera a parar al suelo, al menos esta vez solo se cayó el libro y no ella.

Bajo la luz de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora