Capitulo tres: Angustia con una pizca de ansiedad.
Angeline al ver la mano extendida de la morena, se paraliza en su lugar ante unos segundos, o quizás minutos, pues Opra ya le apetecía bajar su mano por su claro rechazo.
— No pasa nadaa… — Con esto dicho, deja caer la mano ofrecida a un lado con pena, ambas dirigen sus perlas a direcciones contesrios, tratando de matar el sentimiento frío de incomodidad, que había florecido como espinas es una bella flor.
Podían escucharse los pájaros cantar, y a los estudiantes hablar a su alrededor de dramas, pan de cada día.
— Opra... yo... — La chica de hebras doradas quedó con la boca entreabierta, pensando y pensando en lo qué iba a decir, no quería pasar a peores.
Sin pensarlo entrelazo su mano con la de Opra aún así ésta estando a una distancia, se puso de pie pero sus manos siguieron entrelazadas y de manera discreta, acaricio el dorso de la morena, provocando un escalofríos en si misma.
"No debería estar haciendo esto." Se regañó a sí misma.
El calor abundó en los mofletes de Angie, su pulso claramente se aceleró, pero no era una sensación agradable, era de todo menos tranquilizante, sentía sus manos sudar tanto como su cien, el sudor frío la baño y trato se cerrar sus ojos en busca de paz.
“Una total catastrofe.” Palabreo dentro de sus cabeza.
“Esto está mal…” Sentía como sus músculos empezaban a tensarse, y por acto de reflejo movió su mano de forma brusca hacía su pierna derecha que contaba con temblores visibles a la vista. Se sintió como una completa desubicada, se sintió enferma.
Tensa pudo ver el rostro de Opra, pudo ver el cambio de sus , cambiar a uno incómodo, una mueca resaltaba en sus belfos y sus ojos soleados se convirtieron en tristes lunas para luego desvíar su cabeza para ocultar su vergüenza y desilusión, escucho un ligero suspiro casi derrotada.
«…Perdón. » Con sus belfos susurro de manera apagada. «Lo he malinterpretado todo, quizás debería irme..» La idea no salió de su cabeza mientras el regaño interno se apoderaba de la única acción en sus pensamientos.
« No, espera, no es- » Angeline fue interrumpida por un estornudo, la chica de tez morena se ruborizó y frunció el ceño ante el descaro de su cuerpo por reaccionar de tal manera en una situación de alto impacto para su corazón y prosiguió, a la vez que se ponía de pie con los hombros caídos.
— En serio, no pasa nada, fue mi culpa, malinterprete todo y te incomode, mmh… creo que debo ir al baño, nos vemos mañana, Gigi. — Sus piernas temblorosas lograron empezar correr apresuradamente hacía dos calles lejanas.
Angeline pasmada, sólo le quedo marcar a su madre después de unos minutos. No había más que culpabilidad y asco en su sistema.
Sus pies en momentos se enredaban, su pecho se oprimía y lo único que lograba hacer era subir y bajar, gotas saladas renacen con ímpetu en sus lagrimales y tras ello un jadeo tembloroso salió como un dulce beso.
Todo se volvía más problemático; el ruido, las personas, las miradas.
Sentía que se volvía loca.
Se detuvo en seco, al llegar a una parada, apoyando su espalda en la sucia pared que había, las nubes negativas caían en conjunto a sus lagrimas, convirtiendo su rostro en un río de lamentos, dónde cada chapuzón era una punzada.
“Me odia.”
“Me odia.”
“¿Por qué tengo que sentir esto?”
“Todo es mi culpa.”
Gotas de agua se sentían salada en su paladar, éstas se disolvían con el sudor que bajaba por su pecho, se enfocó en los ejercicios que le enseñaban normalmente pero no lograba nada, tan sólo se abrazo a sí misma con toda la fuerza que surcaba de sí y cerró los ojos.
Exhaló. — Nada está mal conmigo. — Se intentó convencer con las manos entrelazadas y ojos nublados aún de lágrimas.
Dejó caer su cuerpo de forma lenta hacía el frío y sucio cemento, quizás manchando sus pantalones a causa de las calles polvientas pero no le importó mucho, sentía que se desvanecía pero de rara forma, esto le relajaba.
Con la tela de su chaleco, quitó las lágrimas que aún recorrían por su húmedo rostro, se puso de pie y dio un respiro agotado, con los ojos hinchados caminó hacía el frente para ver qué buses venían y esperó hasta que finalmente llegó el suyo.
Fue un viaje simplemente doloroso, el dolor de cabeza le quitaba las ganas de vivir y los vendedores también.
Cruzo la calle contraria luego de bajar de transporte y camino hasta pisar un pasto bien cuidado repleto de flora, se encamino hacia la puerta y en cuanto entra, se encuentra con sus abuelos, intento hacerles ojo ciego y sólo caminó derecho, pero no funcionó tan bien.
— ¿Y tú? ¿acaso no saludas ahora? — Dijo imponente la mujer de edad, pero sin duda a Opra no le podía importar menos.
— Mh. — Alzó y bajo sus hombros en respuesta. — Estoy cansada, estaré en mi habitación. — Avisó para empezar a caminar a su destino.
— ¿De qué? — Bramo en burla la anciana mientras reía.
Sólo ignoró los gritos y se encerró en su cueva.
Sólo podía desear no ser así. Estaba perdiendo demsiadas cosas y sólo era su culpa.
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Limerencia.
Romance"Opra es conocida por ser una joven emocional y entregada, pero su corazón guarda un secreto profundo que solo su amiga Angeline puede intuir. Mientras Opra se enamora en silencio, su amistad florece en un terreno misterioso, donde sentimientos ocul...