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Ya llevaban unos cuantos días entrenando con normalidad, todos habían sido capaces de adaptarse rápidamente al ritmo del equipo y eso se notaba en los resultados de cada ejercicio. El primer partido sería pronto, y sabían que debían esforzarse si querían ganar.

El césped estaba algo húmedo por la lluvia de la noche anterior, pero eso no resultó un impedimento para empezar el entrenamiento matutino con ganas. En ese momento, los jugadores se habían dividido en dos equipos para un pequeño partido de práctica. El primer equipo, que contaba con Suzuno en la delantera, estaba capitaneado por Chang-soo; mientras que el segundo, en el que se encontraba Nagumo, sería liderado por Afuro. Aunque la distribución de los equipos había sido arbitraria, el resultado había sido bastante equilibrado.

En general, la primera parte estuvo bastante igualada y, aunque hubo algunas oportunidades, ninguno de los equipos fue capaz de marcar un gol. Como era un partido de práctica, la duración sería menor que en uno convencional, pero aun así decidieron hacer un pequeño descanso cuando ya habían jugado la mitad. Durante esta pausa, cada equipo se fue a uno de los extremos del campo para poder plantear una estrategia.

— Pasadme el balón y ganaremos, no es tan difícil. – propuso, o más bien impuso, Nagumo, totalmente convencido de lo que decía.

— Estamos pensando en una estrategia seria. – contestó sin dudar Afuro, quien parecía demasiado ocupado mirando el campo como para girarse al hablar.

Haruya bufó en respuesta, pero no dijo nada al respecto, lo cual resultaba muy extraño; no iba a admitirlo, pero se sentía un poco cohibido cerca del rubio.

— Podríamos intentar... – escuchó que empezaban a proponer, pero enseguida dejó de prestarle atención a sus compañeros; cuando hubieran decidido algo, ya se lo dirían.

El pelirrojo decidió que podía emplear su precioso tiempo de descanso en algo mejor, como por ejemplo mirar al equipo rival o, más concretamente, a un delantero del equipo rival. Veía como Suzuno hablaba con el capitán, seguramente ayudándole a elegir la estrategia del segundo tiempo. Tampoco iba a admitir eso, pero sabía que al chico de hielo se le daban bien las tácticas.

Cuando el entrenador indicó que volvieran al campo, los chicos se pusieron rápidamente en sus respectivas posiciones. Nagumo, bastante cerca de Suzuno, sonrió con orgullo antes de decir:

— Te desearía suerte, pero está claro que perderás.

Fuusuke le dirigió una mirada pero, en lugar de responder, soltó una pequeña carcajada.

— Ya veremos quién ríe cuando acabe el partido. – añadió el pelirrojo, centrándose de nuevo en el juego.

La pelota pasaba de un jugador al siguiente, siendo de vez en cuando interceptada por el equipo rival. Apareció una clara oportunidad de gol para el equipo de Chang-soo Choi, pero un movimiento en falso por parte de los centrocampistas arruinó la posibilidad.

— Hay que ver – comentó Nagumo, dirigiéndose a su amigo con superioridad –, parece que ni siquiera puede llegarte el balón.

— Tampoco es que tú hayas marcado muchos goles. – contestó, ahora sí, Fuusuke.

A Haruya le gustaba cuando le contestaban, porque eso le daba más juego; y había pocas cosas que le divirtieran más que tener juego con Suzuno.

— Repíteme eso cuando llores por perder. – replicó, dándole la espalda al otro, con un movimiento cargado de dignidad.

El partido continuó pero, apenas pasados un par de minutos, el tobillo de Suzuno se torció a causa de la humedad del césped cuando intentaba llegar a la pelota, mandando su cuerpo directo al suelo.

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