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Por fin había llegado el día de su primer partido. En esta ocasión se jugaban el paso a la semifinal de la clasificatoria de Asia y, aunque haber sido elegidos para jugar el mundial ya suponía un mérito, no pensaban quedarse allí. Su objetivo era el mundo e iban a demostrar que tenían el nivel suficiente para conseguirlo.

Unos minutos antes de empezar, el nerviosismo era evidente. Todos los jugadores se movían de un lado a otro en el vestuario, esperando a que finalmente les llamaran. Cuando les dijeron que debían salir al campo, ya estaban preparados. Nada más pisar el césped se fijaron en las gradas, llenas a rebosar, como nunca las habían visto. Costaba creer que toda aquella gente les quería ver jugar a ellos.

No pasó mucho antes de que se decidiera qué equipo sacaría, y los chicos esperaron con toda la paciencia que pudieron reunir a que sonara el silbato. Cuando por fin empezó el partido, los Dragones de Fuego demostraron un gran dominio del juego, consiguiendo mantener la posición durante un buen rato. El balón dio unas cuantas vueltas por el campo, para acabar llegando a los delanteros; Afuro fue el primero en recibirlo, que sin dudar lo envío hasta Suzuno, viendo que su posición era la mejor para tirar. El chico de hielo tiró directamente y, aunque no consiguió marcar, pudieron percibir el nivel del rival; estaba claro que aquello era un mundial.

El partido continuó con ambos equipos jugando con intensidad, conectando e interrumpiendo pases continuamente. Cerca del final de la primera parte, la selección coreana consiguió anotar un primer gol, gracias a la colaboración entre Suzuno y Nagumo. Cuando el pelirrojo se dio la vuelta para celebrarlo, vio como Afuro se había tirado sobre su amigo, felicitándole; eso no le gustó, pero no dijo nada, el partido debía continuar.

Cuando el árbitro anunció el final de la primera parte, podía percibirse claramente la motivación de los Dragones de Fuego, animados por la ventaja que tenían. Si bien estaba siendo un partido duro, parecía que sus entrenamientos habían servido para algo. Los jugadores se sentaron en el césped y aprovecharon el agua que les habían traído, refrescándose para poder darlo todo en la segunda parte.

Haruya se acercó a Suzuno pero, antes de que pudiera abrir la boca, una larga cabellera rubia se le puso delante, cortando la interacción que todavía no había podido tener. Escuchó a Afuro diciendo no se qué chorrada, que estaba claro que usaba solo para poder acercarse al otro. Nagumo quiso intervenir, pero fue interrumpido de nuevo, por el entrenador esta vez.

Después de recibir unas instrucciones rápidas, los chicos volvieron al campo, dispuestos a aumentar todavía más su ventaja. No tuvieron que esperar mucho para conseguirlo, pues unos diez minutos más tarde marcaron el segundo gol, gracias al tiro de Terumi. Como no, el rubio fue a celebrarlo directamente con Suzuno, molestando en el proceso a cierto delantero.

El resto del partido se les pasó relativamente rápido y, aunque no pudieron marcar más goles, consiguieron mantener la portería intacta, acabando así con una victoria de dos a cero. El pitido final fue un magnífico sonido para todos ellos, que se reunieron en el centro del campo para celebrarlo, regocijándose con los aplausos y vítores del público. En apenas unos minutos, todos los jugadores habían entrado al vestuario, dispuestos a ducharse y después seguir celebrando.

Uno de los primeros en terminar fue Afuro que, aunque había estado un buen rato bajo el agua, había salido con un moño perfectamente hecho, que le recogía el pelo seco.

— Nunca hubiera dicho que alguien como tú se iría sin lavarse el pelo. – comentó Nagumo, que quería resaltar algún punto negativo del rubio, esperando que quizás algún compañero en específico lo escuchara.

— No soy un bárbaro. – contestó rápidamente el rubio – Voy a lavarlo y ponerle una mascarilla cuando volvamos, no pienso dejar que el agua de aquí me lo estropee, a saber qué lleva. – explicó, orgulloso de su razonamiento.

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