L y R.

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Leandro vagaba solo por las oscuras y silenciosas calles de Capital. Hace unos minutos lo agarraron unos pibes y lo cagaron a piñas, vaya Dios a saber por qué, así que ahora caminaba medio rengo y todo golpeado, con sangre escurriéndose de su labio y ceja. 

No tenía a donde ir, no tenía amigos por ahí y si llegaba de nuevo así a su casa su viejo lo mataría. 

Caminó con los ojos más cerrados que abiertos y con una mueca cansada y adolorida que por cada paso dado se posaba en su rostro. Mientras pensaba en la casa de quién caer, se le vino un nombre a la mente.

Lisandro. Lisandro es su primo de Entre Ríos que vino a vivir a Buenos Aires con su novio cordobés hace un tiempo. Leandro sonrió internamente y comenzó a  caminar a la casa del entrerriano. 

Al llegar, chocó sus palmas con fuerza y al instante el cabello teñido de su primo se asomó por la ventana, intentando ver disimuladamente quién era. 

Lisandro abrió el vidrio y tiró la llave para que Leandro abra la reja y entre. 

Leandro recogió la llave del piso respirando fuertemente por el dolor en su cuerpo, y abrió la reja entrando a la propiedad. Buscó la de la puerta de la entrada y pasó al interior de la casa, siendo inmediatamente observado por seis pares de ojos. Se sacó sus zapatillas sucias y las dejó en la alfombra, notando que todos estaban descalzos.

Lisandro estaba sentado en las piernas de Cristian, que estaba sobre el sillón. Su primo estaba solo con un short de Colón, acariciando el cabello del morocho y mirando desconcertado al rostro golpeado del ojiclaro. Cristian acariciaba la cintura de Martínez y miraba fijamente a Paredes, con la pregunta reflejándose en su cara.

Después, los amigos de su primo lo miraban de igual forma. Estaba Nahuel, Paulo, Emi y un chico desconocido. 

-Buenass, familia- saludó Paredes apenas entró.

Saludó a los chicos uno por uno, dejando al desconocido para el final. 

—Hola lindo, soy Leandro Paredes.— le dijo e intentó sonreír de lado, con su labio punzando del dolor.

El desconocido de lindas pestañas lo miró confundido y llevó su mirada de su rostro golpeado a Lisandro, e hizo ese recorrido tres veces. 

—Hola, Rodrigo de Paul.— contestó el castaño al final, bajando la mirada. 

Paredes posó su mirada en Rodrigo, notando el piercing en el costado de su labio inferior y otro en su nariz. Le quedaban lindos.

—Leandro, deja de molestar a Rodrigo y contame qué carajos te pasó.— exigió su primo aún en las piernas de su novio.

—Ni idea hermano, me agarraron unos tres pibes saliendo del laburo y me cagaron a palo. Deben ser conocidos de algún socio de mi viejo igual.— contestó el mayor.

—Fua gato, siempre un problema diferente con tu viejo y sus socios. Veinticinco años tenes, hermano, decile que te deje de hinchar los huevos.

Y Lisandro no mentía. Su padre andaba metido en.. algunas cosas, y casi siempre la ligaba él. La última vez estaba con su ex novia cuando lo agarraron en una cita y lo cagaron a trompadas.

—Si, bueno, detalles no importantes.— contestó soltando una risa seca.— Dame un botiquín o algo, me estoy muriendo del dolor.

—Ya conoces todo de acá, rey. Anda a buscarte.— ordenó el bajito.

Leandro suspiró y lo puteó un poco, pero después fue a buscar el botiquín al baño de arriba.

Cuando llegó y lo encontró, sacó algodón, alcohol y pervinox. Puso un poco de alcohol en el algodón para desinfectarse las heridas e intentó pasárselo por la cara, pero le daba asco. Sostuvo sus herramientas en una mano y se miró fijamente al espejo, observando su cara. Estaba horrible.

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⏰ Última actualización: Sep 16 ⏰

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