Capítulo 2: Baywatch

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El atardecer asechaba un famoso callejón de Brisbane donde se encontraba la casa de la familia Chow Chow. Wendy Chow, después de un día de ejercicio se dispuso a limpiar su equipo de entrenamiento para luego ir a preparar la cena. La perra esponjosa notaba que el interior de su usualmente tranquila sala de estar, ahora estaba ambientada por los sonidos de los videojuegos de su hija Judo y su nuevo amigo Mackenzie.

Mudarse a una nueva escuela es difícil para Judo, al no tener con quien hablar y estar sola en casa, se le vuelve difícil hacer amigos y hablar con perros de su edad. Es por ello que Wendy decidió meter a su hija en la misma escuela secundaria a la que van las hijas de sus vecinos, los Heller.

Lo que nos lleva a la situación actual. Para sorpresa de Wendy, su hija trajo a casa un compañero de clase con quien hace las tareas. Y la cereza del pastel, ¡era un niño!

La intriga de Wendy se convirtió en calidez cuando al pasar el tiempo, el niño -conocido como Mackenzie Border Collie-, venía a su casa a jugar y pasar tiempo con su hija Judo. Para ella fue una decisión correcta llevar a Judo a esa escuela. Hacía tiempo que no veía a su hija disfrutar al máximo.

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Mackenzie se aguanta las ganas de no tirar el mando del suelo tras su décima derrota del día ante Judo. Tiene fama de ser muy competitivo en los juegos y tiene un récord de muchas victorias pero, por alguna razón, hay un perro, una chica que siempre aplasta su orgullo de
jugador. 

Judo Chow Chow llegó a su vida como un golpe del destino. Un proyecto de grupo asignado al azar a los dos le llevó a darse cuenta de que la chow chow también juega a muchos de los juegos que él conoce, a volver todos los días a su casa en un intento de vencerla, pero sin ninguna señal de éxito.

—¡No es justo! ¿Cómo eres tan buena en esto? —Mackenzie se reclinó en el sofá ante la derrota. Sus esfuerzos habían sido inútiles, ya que aún no ha vencido al chow chow

—¿Problema de habilidad, ovejero? Solo acomodate bien

Judo se dirigía hacia la cocina para ver a Wendy, quien estaba preparándo la cena. Al notarla, su cara se ilumina

—¡Oh! ¡Judo! ¿Has acabado de jugar con Mackenzie por hoy? —mientras cerraba la puerta de la nevera y se acercaba a su hija—. Sabes que ya que has estado jugando todo el día tienes que salir a tomar el sol de vez en cuando. Te sentará bien —dijo Wendy, mientras revolvía el pelo de Judo

Judo aparta suavemente la mano de su madre y se arregla el
flequillo. 

—Pero mamá yo...

—Nada de peros, Judo —mencionó Wendy, cortando a su hija en tono alegre, y en el proceso, agachandose junto a su oreja—. Tal vez incluso puedas llevarte a Mackenzie contigo a la playa, sé que te gusta. Así que tal vez te gustaría pasar más tiempo juntos.

La cara de Judo se calientaba y se pone roja como un tomate. Tambaleando, fue hacia atrás y miró hacia la sala de estar para ver a Mackenzie. Todavía estaba desplomado en el sofá.

—¡Mamá! ¡No me gusta! Es odioso y molesto, no quiere dejarme en paz —Judo hace su mejor esfuerzo para no hablar lo suficientemente fuerte como para que el border collie escuche a través de la habitación.

Wendy le dirigió una mirada cómplice, como si se hubiera dado cuenta de las travesuras de su hija.

—Pero se te ve tan feliz pasando tiempo con él, no es como si no te importara cada vez que viene de visita e inclusive si no tienen deberes que hacer.

—Yo... —Judo se quedó callada al no tener nada que argumentar sobre la lógica de su madre. 

Wendy pone una mano sobre su hija dirigiéndole una mirada tranquilizadora. 

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