And there was only one bed

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-Uff, menos mal que por fin podemos descansar.
-Seh, por fin se ha acabado esa mierda de reunión mega larga.
Zarbon rio entre dientes al escuchar resoplar a su compañero. Sí que había sido mucho más extensa de lo que habían pensado. Tres horas más de sufrimiento que parecía no tener fin.
-Al menos tenemos un buen lugar donde reponernos -dijo el peliverde colocando la tarjeta de su habitación de hotel en la ranura y marcando el código que les habían indicado -. Olvidemos la reunión y simplemente...

Dodoria frunció el ceño al esperar varios segundos al final de la frase y ver que no iba a llegar.
-¿Simplemente qué? ¿Qué pasa?
Zarbon señaló al interior del dormitorio, entrando en él sin creer lo que veía. 
-¡Nos han estafado! ¡Han dicho que nos daban una habitación doble y esta no lo es!
Dodoria, que había entrando justo tras él, observó la habitación sin ver nada fuera de los usual.
-¿Por qué dices eso? A mí me parece bastante norm...
Dodoria cayó finalmente en lo que Zarbon señalaba. A lo que se refería. 
Una única cama.
-¡Voy a hablar con el encargado inmediatamente! -exclamó Zarbon ofendido.

Dodoria no pudo más que quedarse ahí parado, en medio de la habitación, esperando a que Zarbon volviese de recepción. Mirando la cama doble.
-Maldita sea -maldijo el príncipe una vez volvió a la estancia -. Nos han estafado por completo, Dodoria. Al ser todo el rollo de la reunión y este el mejor hotel de la ciudad, no tienen más habitaciones. Está completo al cien por cien.
Avanzó hasta el colchón y se sentó dejando caer todo su peso de golpe.
-Cuando reservamos la habitación debieron decirnos esto. ¿No crees, Dodoria?
El hombre rosado asintió lentamente. Sí deberían haberles avisado...
-Puedo dormir en el suelo si te incomoda mucho esto... Tan sólo necesito una almohada y una de las sábanas. 

Zarbon miró sorprendido a su amigo, que le miraba dudoso, esperando una respuesta. 
Apartó la mirada y negó con la cabeza. Eso no tenía ningún sentido. 
-No vas a dormir en el suelo por este contratiempo. No eres tú quien debe pagar por ello -miró a Dodoria a los ojos -. Así que no pienses por un solo momento que dejaré que duermas en un lugar tan frío y duro como el suelo.
Las mejillas de Dodoria se sonrojaron ligeramente ante la preocupación que mostraba Zarbon por que no durmiera en malas condiciones. Ojalá y siempre fuese así de considerado...

De modo que tras dejar la ropa aparte, pulcramente colocada dentro del armario por parte de Zarbon y desparramada en una silla por la de Dodoria, ambos se metieron bajo las sábanas. 
-Espero que no invadas mi lado de la cama -dijo Zarbon con expresión altanera mientras se arropaba y le daba la espalda. 
Dodoria se quedó mirando la espalda y el cabello, ahora suelto, de Zarbon. ¿No invadir su lado? Suspiró con pesadez. Claro que no lo iba a hacer, no quería recibir una patada o un puñetazo en el ojo. Ya fuese intencional o no.
-Que descanses -susurró dándole la espalda él también, procurando quedarse lo más al borde del colchón que le era posible.

Pasaron las horas mientras ellos dormían, escuchándose solamente las respiraciones de ambos. Sin embargo, en un momento de la noche Zarbon comenzó a revolverse incómodo entre las sábanas, terminando por despertar cubierto por sudor y con los latidos de su corazón acelerados.
Gruñó al percatarse de su lamentable estado y se tapó la cara con las manos. Miró el reloj que había en su mesita auxiliar y emitió un nuevo gruñido. Apenas si estaban a poco más de la mitad de la noche. Odiaba aquello. Odiaba despertarse así a aquellas intempestivas horas.
Miró ligeramente a su izquierda, encontrándose con la amplia espalda de su compañero. 
Maldijo en su lengua natal y se acercó a él, pensando en la advertencia que le había dado a Dodoria y que él mismo estaba rompiendo. 

Cuando llegó junto a su amigo, acercó su cuerpo a la rosada espalda y se frotó suavemente contra ella. Los pinchos casi enterrados por completo en la piel del otro sobresalían lo justo como para crearle una sensación más que agradable en su cuerpo necesitado de calor.
-Más -susurró para sí mismo volviendo a frotar su rostro y su torso contra la espalda de Dodoria.
Con cuidado de no despertarle, entrelazó las piernas de ambos y se pegó aún más a aquella maravillosa fuente de calor y placer. 

Déjame amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora