cardigan

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Sacudo el polvo de la solapa de mi chaqueta y suelto el aire de mis pulmones hasta que mis hombros caen con pesadez. El olor a excremento de caballo y agua estancada me quema las fosas nasales. La barca estacionada a pocos metros se balancea en el agua, amenazando con chocar contra la orilla.

Un movimiento brusco a mi izquierda llama mi atención. Es un gato persiguiendo a un ratón. Los dos animales corretean entre las cajas de madera y los barriles de alcohol, hasta que el felino logra su cometido y clava sus colmillos en la otra criatura. El roedor chilla y se retuerce bajo sus fauces, agonizando, y yo no puedo apartar la vista de ese asesinato.

Escalofríos me recorren desde los dedos de los pies hasta el cuero cabelludo, mi respiración se vuelve irregular. Recuerdos me invaden, fragmentos del sueño que lleva atormentándome durante el último año, desde esa fatídica noche en el Garrison. Esa maldita pesadilla en la que los muertos me visitan cada noche (por lo menos, en las que duermo sola) para recordarme de que el pecado y la violencia forman tanta parte de mi como la carne y los huesos.

-Nora, ¿escuchaste una palabra de lo que te dije?- cuestiona Tommy, caminando hacia mi. Asegura el revólver que lleva en mano y lo deja en la caja de madera en la que estoy sentada, a mi lado.

-Lo siento, no dormí muy bien anoche- cuento, devolviendo mi atención a mi jefe, quien lleva una hora dándome una clase exhaustiva sobre el funcionamiento y el mantenimiento de una pistola.

Primero me enseñó a desarmarla y armarla, explicó la mecánica de cada componente del arma, cual es su nombre y que hace. Luego me dio indicaciones de cómo limpiarla y las razones de porque es peligroso usar un revólver en malas condiciones. Recién cuando comenzó con los consejos sobre la postura y la manera correcta de sostenerlo, me distraje analizando cada objeto del Patio de Charlie.

El pelinegro me acorrala, recargándose en la caja de madera que uso de silla y colocando sus manos a cada lado de mis piernas. Sonríe con malicia y acerca su rostro al mío para ponerme incómoda. Él sabe perfectamente que la única forma de silenciarme o hacerme hablar es por el contacto físico.

-¿Acaso me extrañaste anoche?- cuestiona. Sus ojos azules bajan a mi boca y sus manos comienzan a rozar la falda de mi vestido.

Con una sonrisa inconsciente, me deslizo hacia atrás por la caja, alejándome de él todo lo que puedo. Le echo un vistazo a mi alrededor antes de acariciarle el interior de la pierna con mi zapato.

-¿Qué harás si digo que sí?- desafío, subiendo mi pie hasta la mitad de su muslo. La sonrisa de Thomas crece y vuelve a acercarse, casi subiéndose a la caja.

-Recuperar el tiempo perdido- murmura contra mi mejilla. Su voz desciende varios decibeles y sus ojos azules no hacen mas que meterse debajo de mi piel, alborotando mis nervios en el proceso.

Sin embargo, mi cabeza no puede evitar regresar a la pesadilla de la noche anterior. Una opresión que surge en mi pecho provoca que las lágrimas amenacen con surgir.

Antes de perder la compostura, presiono mi mejilla contra la de él y rodeo su cintura con mis brazos, abrazándolo. Cierro los ojos y hundo mi rostro en su cuello, respirando profundamente de su olor. Tommy se pone rígido por unos segundos antes de cubrir mis hombros y presionarme con fuerza contra él. No necesito ver su expresión para reconocer la preocupación cuando habla.

-¿Estás bien?

-Si. Yo solo... Necesito esto- murmuro contra su piel. No sé cuanto tiempo transcurre hasta que el pelinegro se aparta lo suficiente como para ver mi cara, pero yo evito el contacto visual.

Ain't No Sunshine | Peaky Blinders²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora