Cap.7 La verdad

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ENMA
Tras un breve descanso, que a mi cerebro le pareció suficiente, abrí los ojos. Cuando me acostumbré a la escasa luz que había en la zona en la que me encontraba. Dirigí mi mirada hacia el sofá más cercano a mi posición, y muy grata fue mi sorpresa al no encontrarme al italiano mononeuronado velando por mi sueño. Mi mirada fue lentamente hacia la mesa, en la que descansaban mis pertenencias. Rebusqué en mi bolso y tomé mi movil,para mirar la hora. Eran las 4 de la tarde. Recogí todas mis cosas de prisa y sin hacer ruido, para no alertar a nadie de que ya me había despertado.
Me iba a levantar del sofá cuando escuché unas voces en la planta baja. La que reconocí a la primera era la de Damián. Estaba teniendo una conversación un tanto acalorada con alguien. En silencio me acerqué hasta la barandilla para escuchar la pelea con más nitided.
Entre gritos continuos pude distinguir un par de palabras: territorio, cargamento y daño. Eran palabras que para mi no tenían ningún tipo de significado y que por sí solas no evocaban nada. En un intento desesperado agarré mi bolso y bajé lentamente tres escalones para estar más cerca de la fuente de ruído y gritos.
Estaba tan centrada en bajar lentamente las escaleras que no me fijé en que la correa de mi bolso estaba arrastrando lentamente un blanco jarrón por toda la mesa. Cuando este dejó la superficie de madera atrás, se estrelló contra el suelo de marmol rompiéndose en añicos, haciendo que mi posición estratégica para poder escuchar el chisme se hechara a perder.
Debido a que mi ubicación se desveló, no me quedó otro remedio que levantarme y bajar las escaleras con cara de recién levantada, que no había oído absolutamente nada. Mi plan de escape era sencillo: bajar las escaleras, desperezarme, hacerme la loca y salir por patas del recinto, claro, no sin antes satisfacer mi notoria curiosidad y observar al individuo que estaba peleando con Damián.
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El plan en sí no estaba mal, lo que me falló fue la realización del mismo. Una vez llegue a los pies de la escalera procedí a mirar hacia el frente para sequir avanzando, hasta que mi mirada se posó en el invitado que estaba gritando con Damián hace menos de dos minutos, antes de que el jarrón los interrumpiera. Me sorprendí tanto al verle la cara al individuo que acompañaba al italiano pelinegro que mi boca actuó antes que mi cerebro.
-¿Que carajos hace aquí el recepcionista buenorro?
Mi grito hizo que ambos hombres se miraran entre sí hasta que el mencionado estalló en carcajadas y comenzó a doblarse de la risa mientras daba ligeras palmadas en el hombro del pelinegro. Damián se mantenía impasible con la mirada en su bebida, hasta que se hartó del comportamiento infantil de su compañero.
-Leo, o paras o paras -Dijo en un todo imperativo que dejara de respirar.
Su acompañarte, en un acto de rebeldía o locura, siguió dejando caer su mano una y otra vez sobre un ya malhumorado Damián, que no aguantó más y le lanzó una gélida mirada que habría matado a cualquiera. El castaño, al parecer, se vio afectado por la reprimenda y dejó de machacar su hombro.
-Perdón jefe, es que me hizo mucha gracia que me dijera buenorro.
No feliz con la cara reprobatoria que su "jefe" le estaba echando encima añadió:
-Aunque la verdad es que la muchacha desencaminada no va, soy un Ferrero Rocher que se puede disfrutar hasta en verano. En resumen un bombón de calidad.
Tras ese micro monólogo que ensalzaba lo bueno que estaba Le, lo único que hice fue poner cara de disconformidad mientras Damián se pellizcaba el puente de la nariz en un acto desesperado por, lo que parecía, olvidar lo que el castaño acababa de decir.
Cuando volví a la realidad solo pude observar dos personalidades completamente diferentes en dos cuerpos distintos. Mientras que uno estaba mirándome expectante con una amplia sonrisa, el otro solo quería poder tener el poder de borrar lo sucedido, en los últimos minutos de su vida, de su mente al completo.
Entre nosotros tres y los trajeados, en los que me acabo de fijar que aún siguen aquí, se instauró un silencio pesado e incómodo que fue destrozado por la sintonía de mi teléfono. Lo saqué rápido de mi bolso, y al ver la pantalla, esta estaba adornada por un nombre muy conocido: Jess. Descolgué por culpa de la presión social a la que me veía sometida, todo el mundo estaba pendiente a cada uno de mis movimientos, y lo primero que escucho es la voz de mi amiga reclamándome a ver dónde narices estaba.
-¿Em donde narices andas?
-Me tuve que ir Jess, voy ahora mismo al hotel, por favor cálmate y a poder ser baja el volumen.
-Cómo quieres que me calme, me acabo de despertar y me he perdido el desayuno y la comida, ¡son la 4 de la tarde!
-Que sí, que sí, que ya voy.
-Pero ¿qué mierdas te paso para despertarte y no despertarme?
Miré hacia Damián con cara de pocos amigos, mientras le reprochaba con la mirada todos los problemas que había tenido por su culpa.
-Un imprevisto.
-Y ¿por qué no avisaste?
-Jess, ¿por qué te crees que se les llama imprevistos? Esperame en recepción, en 20 estoy allí.
-Valep, entonces nos vemos ahora.
Al cortar todas las miradas se fijaron en mí, no sabía que hacer, pero lo que si sabía era que no iba a irme así sin más, por lo tanto señalé acusatoriamente a Damián con el dedo índice mientras le dije:
-Aún me quedan dudas señor Di Angelo, así que volveré por aquí a resolverlas.
Con las mismas me giré hacia la puerta dejando atrás a hombres trajeados cuchicheando a mis espaldas mientras que el recepcionista buenorro le remarcaba a Damián que tuviera cuidado conmigo porque parecía una chica muy dura, y más cosas que a mí no me dio mucho tiempo a oír debido a la creciente prisa que tenía por dejar el recinto, al dueño, a su amigo el optimista, a los señores de las mesas y todos los problemas que me supuso haber tomado con el un par de copas.
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Parece que ya hace años que no publico, pero aquí estamos de vuelta. Dejé la historia abandonada por mucho tiempo y al parecer recuperé un poco de inspiración, esperemos que me dure un poco más. Como siempre gracias por leer ;)

Mi principessaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora