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Naya Miller.


El tono de llamada de mi teléfono interrumpe mi sueño reparador obligándome a incorporarme en la cama para cogerlo de la mesita de noche donde lo tenía cargando.

Parpadeo en un intento de aclarar mi visión y notar en el identificador de llamadas que el causante de mi abrupto cambio de humor es nada más y nada menos que mí queridísimo hermano; Nathan.

Respiro en un intento de mermar la molestia y me repito mentalmente varias veces que seguro no será ningún otro problema del que tendré que sacarlo, con ésa esperanza auto impuesta cojo la llamada y espero que hable.

Hermanita.

¡Joder! Muy dentro de mí sabía que era pedir demasiado, porque sé perfectamente que sólo usa ése diminutivo cuando necesita de mi ayuda porque cometió alguna nueva estupidez de la que no puede salirse él solito.

— Mierda Nathan ¿Ahora qué?

Escucho la honda respiración que toma y ya me estoy planteando irme a vivir a Alaska, dónde su mierda no me salpique, porque algo me dice que ésto es grande.

— Mira, disculpa sí, sabes que sí no fuera importante no te llamara y...— lo interrumpo.

— Ambos sabemos hermanito que sea importante o no, siempre me llamarás para arreglar tus problemas, así que deja el rodeo y el tonito lastimero y dime qué hiciste ahora.

Balbucea algo inentendible y le pido con la poca paciencia que me queda que lo repita.

— Estoy en la cárcel y sí no me sacas de aquí para el anochecer me van a matar... disculpa, sí, tengo miedo y no, no sé que...

Se le quiebra la voz al final y contengo las ganas de gritarle y mandarlo a la mierda por seguir buscandose problemas, pero a la vez la preocupación y los nervios de que pueda ocurrirle algo me invaden y me dejan con un nudo en la garganta.

Sea como sea, es mi hermano, mi sangre y mi familia, la única que me queda después de que mataran a nuestros padres y aunque se lo merece por inconsciente y ponerme en éste tipo de situaciones no puedo darle la espalda y dejarlo a su suerte.

Mantengo la serenidad aunque eso toma toda mi fuerza de voluntad y le pido que me explique exactamente por qué está en la cárcel, suspira y se queda en silencio un par de segundos como si tratara de ordenar sus ideas.

Hablo cuando los segundos comienzan a alargarse y comienzo a perder la serenidad que reuní.

— Nathan, necesito que dejes de dar vueltas y me digas de una vez por qué carajos estás en la cárcel.

— Los Street warrior me cogieron vendiendo su droga, pera la que tenía era adulterada, creada por Bastian.

Las palabras salen de su boca de forma apresurada y casi no lo llego a entender. Casi.

Quedo boquiabierta y sin tan siquiera parpadear, había pensado estúpidamente que mi hermano tenía algún límite, pero al parecer eso solo era una vaga ilusión mía, porque tenía la pequeña esperanza que un día simplemente la cordura regresara a él y dejara atrás los problemas.

Droga adulterada.

Bastian.

Street Warrior.

Es incluso demasiado hasta para él.

Primeramente, qué carajos hace mi hermano trabajando para un ser humano tan detestable y bajo como lo es Bastian, Bastian que después de los vampiros es lo peor que existe, malvado, vil, asesino y muchísimas cosas más que agregarle a su historial, luego está el hecho de qué adulteran la droga creada por los vampiros, la conocida Rubí, que es compuesta por sangre de vampiros y campanilla, demasiado potente, exclusiva y costosa para que todos la disfruten, además es tan importante para ellos que venderla a cualquiera o adulterarla como hizo Bastian es castigado de cárcel o muerte si el que lo hizo ha cometido anteriormente otros crímenes.

Sangre MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora