PRÓLOGO

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—Brooks, mueve tu bonito trasero

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—Brooks, mueve tu bonito trasero. Quiero ver ese Axel.

Oigo los patines de mi entrenadora deslizarse rápidamente por la pista, persiguiéndome.

—Si, entrenadora —musitó en voz baja.

Agatha Wagner. La ex-patinadora dos veces olímpica alemana y la mejor que jamás ha existido en la historia.

Mi entrenadora.

Empiezo a acelerar el ritmo fijando mi vista en un punto concreto y lanzo mi cuerpo en un doble tirabuzón.

—¡Wunderbar! —celebra en alemán—. Esa es mi chica —sonrió orgullosa cuando veo que patina hasta mi—. Estoy segura que esa clasificación será toda tuya. Este año vienes a por todas.

—Si, entrenadora.

Sonríe satisfecha. No suele dar cumplidos a menudo por lo que tengo que disfrutar de las pocas veces que sucede.

—Mañana a las nueve.

—De acuerdo —patinamos hasta el banco, cojo mi botella de agua—. Gracias, entrenadora.

Posa su mano en mi hombro, dejando un apretón

—No te quedes hasta tarde entrenando, o mañana estarás muerta.

Me guiña un ojo, mientras se desliza hacia la salida.

—Sabes que lo haré.

—Esa es mi chica —grita desde el pasillo de vestuarios sin siquiera girarse, seguro está sonriendo.

Vuelvo al hielo, para aprovechar el tiempo y practicar las cosas que hemos visto en el entrenamiento de hoy y algunos de mis mejores movimientos.

Es el primer año que tengo oportunidad de conseguir una clasificación olímpica y quiero esa medalla.

La voy a conseguir, cueste lo que cueste.

Una hora más tarde, duchada y cambiada, aterrizó mi bolsa en el suelo de la cafetería. Me siento —más bien me deshago— en uno de los taburetes de la barra.

—Pensaba que tardarías más —Kat deja una botella de agua delante de mí, desde detrás de la barra.

Lleva su delantal rojo y su pelo recogido en una coleta, como de costumbre. Me encojo de hombros.

—¿Le puedes llevar el café a Callum por favor? Y a los demás.

Pone un vaso encima de la barra y una bandeja con mas cafés.

—Claro, ahora soy el mayordomo.

Ignora mi comentario, para seguir haciendo su trabajo. Me levanto del taburete con pereza, bajando hacia la sala de reuniones. Golpeó la puerta levemente, asomando mi cabeza.

—Adelante.

Habla el entrenador —más conocido como mi cuñado.

—Hola —saludó al cruzar el marco—. Traigo café.

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