Capítulo 1: Unión.

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﹒⏳﹒2080 (9 años) • Nueva York, Tierra 928﹐⟡﹒

—Todo va a ir bien mi amor, no tienes nada de lo que preocuparte, ¿vale?

—Vale. Adiós mami, adiós papi. —se despidió para luego darles un beso en la mejilla a cada uno.

—Hasta luego, cariño. —dijeron ambos al unísono mientras veían a su hija entrar por la puerta de aquel colegio.

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—Este año tenemos a una compañera nueva. Adelante, Tessalía. —el profesor le dio paso a la niña.

Ella se puso delante de la gran pantalla que se utilizaba como pizarra y miró a toda la clase.

—Me llamo Tessalía, Tessalía Novastrand. Vengo de Canadá, me gusta la ciencia y la ingeniería y espero que nos llevemos bien. —se presentó con firmeza, como su mamá le había enseñado.

Sus gustos llamaron la atención de cierto chico moreno.

—Genial, Tessalía. Miguel, ¿te importaría ser su guía? —comentó el profesor.

—Claro. —respondió el mencionado casi en un susurro.

—Bien, pues entonces, Tessalía, siéntate a su lado. —la animó el profesor dulcemente.

Ella se sentó en el asiento vacío del pupitre doble donde se encontraba Miguel.

Mientras el profesor daba una introducción al curso académico para toda la clase Miguel y Tessalía estuvieron charlando.

—Hola. Tu nombre es muy chulo. —halagó él.

—Gracias, el tuyo también es muy bonito.

—¿Te gusta la ciencia?

—Sí, ¿y a ti?

—¡Sí! Especialmente la genética, aunque también me gusta la ingeniería.

—A mí me apasiona, ¿sabes? ¡Hago maquetas muy a menudo!

—¿De verdad? ¡Me encantaría verlas!

—¡Puedes venir a mi casa a merendar esta tarde y así te las enseño todas! —respondió ella con mucha emoción.

Y así fue como empezó una grata amistad entre Tessalía y Miguel.

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Lysandra se sorprendió al ver a su hija salir del colegio agarrando a un niño de su edad del brazo con una sonrisa de oreja a oreja.

—Mamá, él es Miguel O'Hara y quiere ver mis maquetas.

El niño asintió con la cabeza mientras sonreía.

—Miguel, ¿ha pasado al-

—¿Puedo quedarme a merendar con Tessalía? —le respondió Miguel a su madre, Conchata, que se había acercado.

—Bueno, si a su mamá le parece bien... —Conchata miró a Lysandra.

—Por su puesto. —sentenció animada Lysandra.

—¡Bien! —exclamaron ambos niños mientras saltaban.

Ambas madres se presentaron entre sí e intercambiaron sus contactos. Lysandra invitó a merendar a Conchata pero ella se negó, pues tenía mandados del trabajo que hacer.

Lysandra se fue a su casa con ambos niños y Conchata se quedó unos minutos más para recoger a Gabriel, el hermano pequeño de Miguel.

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Eudaimonía | 𝘔𝘪𝘨𝘶𝘦𝘭 𝘖'𝘏𝘢𝘳𝘢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora