¿De verdad iba a llegar tan lejos como para conseguir un cartón tamaño natural de Jun Wu a ese precio ridículamente elevado?
En el sitio web, algunos comentarios negativos de gente indispuesta a desembolsar aquella cantidad tan irrisoria y extrema, expresaban cosas como:
"Ni que me estuvieran vendiendo al verdadero Jun Wu".
"Bah, a este precio ni el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica lo compraría".
"Suerte vendiendo ese cartón de edición limitada, pero vivo en Latinoamérica y hay prioridades".
"El diseño es bueno, pero el precio es un tremendo espantaviejas".
Las críticas no aportaban nada alentador. ¿Lo raro? Estaba disponible solo para compradores residentes en Latinoamérica.
Dany se replanteó la pregunta con una expresión pesimista. ¿Realmente amaba tanto a Jun Wu como para pagar todo ese dinero por él?
Suspiró y esbozó una sonrisa.
Sí, por supuesto que sí.
Con un tenue descenso, el pulgar presionó la pantalla, aceptando los términos y condiciones de compra.
Dany no tenía prejuicios a la hora de gastar cuando se trataba de la mercancía coleccionable de su novela favorita, Tian Guan Ci Fu. Mientras tuviera los medios, pagaría hasta por los objetos más irrelevantes siempre que tuvieran el rostro de sus pixeles favoritos.
Mo Xiang Tong Xiu debía estar orgullosa de haber creado personajes tan complejos, pero sobre todo, inolvidables.
Para ese punto del día, el sol ya no asomaba a través del cristal de la ventana. Las cortinas bailaban al compás del viento mientras los relámpagos profanaban la oscuridad del cielo campestre, la lluvia repiqueteaba en los techos de concreto y la monotonía del poblado latino no difería del de las noches sin tormentas.
Pero el aburrimiento cotidiano se disolvió en cuanto Dany entró a su plataforma favorita de fanfics para leer las nuevas actualizaciones de los autores más prolificos y constantes que solían nutrir de imágenes y diversión las parcelas de su imaginación.
Afuera, el tiempo estaba empeorando.
Sin embargo, ¿cómo podría notarlo si seguía usando los audífonos y no percibía la brutalidad de los truenos que rugían con furor?
—¡Ah! —gritó y el dispositivo escapó violentamente de sus manos.
Tanto la pantalla del celular como las luces del dormitorio se apagaron en un pestañeo y desde esa nítida ausencia de ruido, refugiada en sombras, escuchó con perfecta precisión, la vehemencia de un trueno y un latigazo de luz cegadora que corría a lo largo de la oscura lejanía del horizonte.
Un ruido extraño e indefinible provino del exterior y la asustó. Sonaba como si unas ollas metálicas se hubieran desparramado contra el concreto del patio, eso y un «algo» adicional que interpretó como la caída de un cuerpo sobre los charcos de lluvia. Su corazón se sintió invadido por un supitaño sobresalto. Tan rápido como se retiró los audífonos, volteó en dirección a la ventana y se levantó de la cama.
Los perros del vecindario habían empezado a ladrar de un modo bastante agresivo. Por lo tanto, presa de su inmensa curiosidad, se asomó, distinguiendo enseguida la sombra bien agraciada y fornida de un hombre alto que permanecía de pie junto al manzano del patio. Los vellos de los brazos se le erizaron.
Se suponía que esa noche sus padres iban a regresar tarde a casa, sus hermanos ya estaban dormidos y más allá de todas sus conjeturas, de cualquier forma, nadie en toda su familia coincidía con las características físicas de esa figura.
Lo primero que pensó fue ¡El diablo se me acaba de aparecer!
Y al retroceder de golpe, tropezó y se cayó hacia atrás de un sentón.
No.
Ese en definitiva no podía ser el Diablo. Ni el charro negro, mucho menos el jinete sin cabeza o algún espantajo de las leyendas icónicas de México.
Estaba en octubre, la fecha que su país atesoraba para la celebración tradicional que rendía culto a los difuntos. Pero más allá de todas esas conjeturas y divagaciones, sabía que existía algo extremadamente raro en lo que había visto.
Tal vez fue una alucinación.
Al regresar junto a la ventana, volvió a verlo, yacía inmóvil, imponente, aunque de espaldas, parecía una estatua. Y los relámpagos, en apariencia, habían decidido extinguirse, porque ya no había más de ellos alumbrando la densa oscuridad nocturna.
El lejano ladrido de un perro se prolongó en el silencio.
Dany entrecerró los ojos y sintió que esa silueta se parecía demasiado a la de su Jun Wu de cartón a tamaño natural.
El tocado, el estilo del cabello, la capa, la postura y la estructura de la armadura.
Antes de procesar un pensamiento más lógico, creyó que estaba dentro de un sueño.
Si estaba viendo aparecer algo tan surrealista como eso, ¡Por supuesto que debía ser un sueño!
Incluso estuvo a punto de reírse con la misma costumbre nerviosa que Shi QingXuan manifestaba en la novela, de no ser porque, creía que tarde o temprano iba a despertar y nada peligroso podía pasarle durante ese sueño. Por lo tanto, una inyección de seguridad la impulsó a salir.
Bajo esa línea de pensamiento, no tardó en abandonar su dormitorio para cruzar el pasillo rumbo al patio.
Cuando abrió la puerta y vislumbró esa «estatua», pensó que era un buen día para conocer un monumento a tamaño real de Jun Wu.
Sin embargo, algo en él ya no era igual.
¡La «estatua» se movió!
Oh, Dios. Él realmente se movió.
Desde que lo escrutó más a detalle, comprendió que no podía estar hecho de piedra, ni mármol o algún otro material carente de vida. La luz del patio iluminó una vez más los alrededores, al igual que el resto de los focos de otras casas del vecindario de inmediato proyectaron luz que se filtraba hacia el exterior a través de las ventanas.
Pero mientras otros estaban ocupados en sus asuntos, la intensidad de los ojos obsidiana del Gran Emperador Marcial, petrificaron a Dany en su sitio. De pronto ya no se sentía tan valiente para ir a saludarlo o preguntarle qué hacía en su patio.
Ese Jun Wu empezó a avanzar en dirección a la puerta donde ella se encontraba. Todo en él era idéntico al diseño del manhua. Aunque claro, ahora no era un pixel 2D, el Jun Wu delante de ella estaba hecho de carne y hueso. Su semblante serio, de proporciones aureas, tan sublimes como el rostro bien agraciado de un actor asiático moderno, le arrebató un "es bellísimo" mentalmente.
Sin embargo, aunque Dany lo miró sin pestañear, sus labios empezaron a temblar al igual que sus piernas, sus manos, todo su cuerpo se volvía gelatina. Y su mente gritaba "¡Error, error, error! ¡Huyamos! Ese hombre es peligroso".
Todo lo que Dany recordaba del final de Tian Guan Ci Fu, era que Jun Wu era peligroso. Por supuesto, era el antagonista de la novela. Aunque considerado villano por muchos, para ella era un amor platónico, un imposible.
Su amado Emperador Marcial era un insensible que de querer eliminarla, no habría dudado en pisarla igual que una cucaracha.
Tuvo que armarse de una tremenda fuerza de voluntad al tenerlo de frente. La distancia era prudente pero seguía sin recuperar la tranquilidad.
—¿Dónde es este lugar? —preguntó Jun Wu.
—¿Ah?
Dany casi babeó, la voz de ese Jun Wu era jodidamente sensual, profunda, serena. Pero sobre todo, ¿por qué Jun Wu hablaba español?
¿Si compraba un cartón de He Xuan o Mei Nianqing también le llegarían así?
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Ayuda, saqué al villano del libro
FanfictionDany solo quería comprar en línea un Jun Wu de cartón a tamaño natural, cotizado en edición limitada. Sin embargo, esa adquisición no sale como pensó que sería. Esta vez un personaje de ficción ha transmigrado al mundo real. Después de darse cuenta...