Papayas

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Cada sábado, como una tradición arraigada, me aventuro al bullicioso mercado en busca de las esencias que darán vida a mi semana. Y ahí estabas, Fabi, una visión de gracia entre los puestos de frutas y verduras, un destello en medio de la cotidianidad.

Me quedé sin aliento por un instante, capturado por la esencia misma de tu belleza. Saludaste, y mi mente se desvaneció en un segundo. Moviste tus manos con gracia, como si quisieras disolver la neblina que nublaba mis pensamientos.

- Hola, logré articular finalmente.

- ¿Todo bien, Franco?, preguntaste con esa sonrisa que parece iluminar incluso los días más oscuros.

- No, admití. Hoy no está siendo mi mejor día.

- Bueno, dame dos papayas entonces, dije con una mezcla de gracia y deseo.  - Quizás una buena dosis de fruta cambie las cosas.

'Hermosa Fabi', pensé para mis adentros, 'me encantaría pedirte la otra papaya, pero por ahora, me contento con la fruta'.

- Gracias por las papayas, te dije con gratitud.

- No hay problema, Franco. Espero que el día mejore", respondiste amablemente.

- Con estas papayas, seguro lo hará, repliqué, devolviéndote la sonrisa mientras la promesa de un día mejor se instalaba en el aire fresco del mercado.

'Adiós, querida Fabi', murmuré suavemente al viento. "Esperaré con ansias el próximo sábado para volver a verte."

Ecos del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora