Como cada sábado, el ritual me guía de regreso al mercado, con la esperanza de encontrarte entre los colores y aromas familiares. Ahí estás, suave, una promesa cumplida en medio de las frutas y verduras.
"¿Ya no tienes plátano?" pregunté, permitiendo que una pizca de decepción tintara mi voz.
"No", respondiste con una sonrisa cómplice, mientras mis ojos ardían en un fuego silencioso.
"Pero te guardé algunos", susurraste, con una mirada que sugería mucho más que simples plátanos.
"¡Qué hermoso gesto!" exclamé, agradecido por ese pequeño destello que iluminaba mi día y despertaba sensaciones más profundas.
"Gracias, Fabi. Me encantará disfrutar de estos plátanos", expresé. Y con un toque de picardía, añadí: "Pero sueño con el día en que también te deleites con mis plátanos y compartamos energías positivas".
Sonreíste, sin decir palabra, cambiando de tema con una elegancia que solo intensificaba la complicidad entre nosotros. La sonrisa compartida se convirtió en un lenguaje único, tejiendo un vínculo más profundo en medio del bullicio del mercado. Lo que comenzó como una promesa inusual se transformó en algo especial, entrelazado con miradas cómplices, risas compartidas y una conexión que se forjaba entre frutas y secretos compartidos.
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Ecos del silencio
Teen FictionDescubre 'El Eco del Silencio'. A través de estas páginas, explora el viaje de un amor perdido y encuentra redención en las palabras que durante mucho tiempo permanecieron sin decirse. Sumérgete en esta travesía de emociones sinceras y descubre el p...