Casa tomada- Reseña

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En la vieja casa familiar de Irene y yo, el misterio comenzó de manera sutil, como el susurro de una brisa nocturna. En las horas de la tarde, cuando aún reinaba la luz, escuchábamos los primeros pasos en el ala izquierda de la casa. Eran leves, casi imperceptibles, pero indudablemente estaban allí. Nos decíamos mutuamente que era el viento, la madera que se acomodaba.
Con el tiempo, los sonidos se hicieron más audibles, más persistentes. No eran pasos erráticos, sino un avance sistemático, como si alguien o algo se adentrara lentamente en nuestras vidas. Cada noche, los ruidos se repetían, y cada noche se volvían más inquietantes.
Nuestra inquietud crecía a la par de los ruidos. Intentamos descubrir la fuente de aquellos misteriosos sonidos, llegando a registrar meticulosamente la casa, habitación por habitación. Pero encontramos nada. La tensión se apoderaba de nosotros, y los susurros de la casa parecían acallar nuestras voces y nublar nuestros pensamientos.
Finalmente, un día, Irene y yo tomamos la decisión que cambiaría nuestras vidas para siempre. Abandonamos la casa, dejándola atrás junto con nuestros recuerdos y pertenencias. No sabíamos qué o quién había tomado posesión de nuestro hogar, pero no estábamos dispuestos a enfrentarlo. La casa, que una vez fue nuestro refugio, se convirtió en una prisión, y nuestra huida fue un acto de desesperación.
El misterio de "Casa Tomada" de Julio Cortázar nos sumerge en una atmósfera de creciente paranoia y ansiedad, en la que la casa misma parece cobrar vida. La historia nos recuerda que a veces, ante lo inexplicable, la única opción es huir, dejando atrás lo que una vez amamos, pero que ya no podemos poseer.

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