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1. "Vapes con o sin nicotina, el cristal viene de a gratis."

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—¡Por favor, Alo! —Exclamó Maritza con cierto hartazgo en su tono—. Es el concierto de Nathanahel Cano, el mejor cantante del mundo, ¡no podemos faltar!

—¿Crees que quiero faltar? Amo a Nata más que a mis jefes —Le respondió a su mejor amiga, igualmente harta—. Pero, sin importar lo mucho que quiera ir, no podemos volver a fugarnos de los dormitorios.

—¡Ay, por favor! —Contestó de mala gana—. Dime una sola razón por la que no podamos.

—Bueno, ya me atraparon en dos ocasiones, si me atrapan una vez más me castigaran, y el colmo es que mi papa me quito mi troca —Bufó molesta mientras se cruzaba de brazos—.

—Solo te pedí una razón morra...

—Lo que sea —Rodó los ojos—. No creo que debamos ir, después de todo, es solo un concierto y Nata es muy popular, volverá en algún momento..

—No puedo creerlo, ¿ahora le tienes miedo a la autoridad? Has cambiado Alondra... has cambiado —Expresó con decepción—.

—No tienes derecho de sermonearme, yo se que solo quieres ir porque le traes ganas a Nata —Reprochó, ya un poco molesta por la actitud de su supuesta mejor amiga—.

—¿Y que tú no, perra?

—No me provoques, suata.

Alondra y Maritza compartieron una mirada llena de cólera, incluso se podría decir que no se soportaban en ese preciso momento, pero cuando parecía que su amistad llegaría a su fin, sus expresiones se relajaron y rieron.

—¿Qué estamos haciendo? —Habló Alondra entre risas—.

—Sepa —Se encogió de hombros Maritza —Perdóname, creo que si no quieres ir al concierto... puedo aceptarlo.

—No... ¿sabes que? Vayamos. —Expresó con una sonrisa autoritaria —Arre.

—Arre pues.

Sin perder más tiempo, Alondra y Maritza se apresuraron a vestirse. Alondra se puso un Corsé blanco unido a una minifalda del mismo color y Maritza se colocó una ombliguera negra con una falda de tiras del mismo tono, completando con unas botas largas y un sombrero tipo CowBoy. En resumen, las dos se veían chulísimas y empoderadas.

—Bien, ¿ahora cómo llegaremos al concierto? —Preguntó Alondra, pues el toque de queda de los dormitorios ya había empezado.

—Déjamelo a mí —Sacó su celular de su bolso—. Conozco una morra que puede darnos un raite al concierto —Envió un mensaje y guardó nuevamente su celular—. Pero primero debemos salir del edificio.

—Eso será facilísimo, los guardias son unos suatos, ni siquiera notarán que nos fuimos. —Entonces a darle.

De la forma más sigilosa imposible, Alondra y Maritza salieron de su habitación, escabulléndose como un infiel evitando ser descubierto en casa de su amante. Bajaron 4 pisos por las escaleras, tratando de evadir a toda costa a los guardias, pues nada ni nadie, vaya, ¡Ni siquiera el mismísimo Dios evitaría que llegaran a ese concierto!

Poco tiempo después lograron llegar al estacionamiento.

—Y bien, ¿dónde está la carnalita que nos echará la mano? —Preguntó Alondra algo sofocada, pues aunque solo habían bajado 4 pisos, las escaleras cansan a quien sea—.

—Ya debe estar por llegar, relaja la raja morra —Expresó Maritza con tranquilidad.

—Mas te vale, no me gustaría que nos descubrieran.

Cicatrices de amor - Natanael CanoWhere stories live. Discover now