Almas Gemelas

121 13 3
                                    


Decir que estaba nervioso sería una burla para los sentimientos que revolvían su estómago y golpeaban su cabeza. En su lugar prefería describirlo más como un sentimiento desgarrador que le hacía sentirse incómodo en su propia piel y le provocaba náuseas junto con una excesiva picazón en cada zona de su cuerpo sin excepción alguna.


Su cabeza giró, no por primera vez en la noche, hacia el reloj que yacía sin ningún tipo de problemas sobre su mesita de noche; Este parecía burlarse de él pues sus manecillas permanecían obstinadamente en los mismos números de hace un rato exceptuando por la de los segundos que era la única que parecía moverse, aunque sin ninguna consecuencia sobre las otras según él, porque aunque en su mente ya habían pasado interminables horas, según ese reloj no había transcurrido ni siquiera la mitad de una.

Soltó otro suspiro en la oscuridad de su habitación, sintiendo como si está se encogiera a su alrededor, faltaban solo unos minutos y él no estaba seguro de si sobreviviría a ellos. El miedo y los nervios lo estaban carcomiendo vivo, cuál tiburón a su presa, mientras con su pulgar seguía acariciando su muñeca justo donde en unos 3 minutos debería aparecer la marca que definiría su vida para siempre.


Dónde esa tinta mágica haría acto de presencia y formaría en su piel el nombre de la persona que habría de acompañarlo el resto de su vida. Will desde su infancia había sido consciente de este hecho y lo había esperado a lo largo de su vida con lo que podría llamarse emoción, escuchando a su madre hablando de su padre y su hermoso destino, a las ancianitas en la calle compartiendo su opinión y a cualquiera que se le presentará la ocasión describiendo el hecho de tener un alma gemela como algo hermoso y maravilloso.


Y Will les había creído, sus ojos azules se iluminaban al pensar en la posibilidad de hablar de alguien como su madre lo hacía de su padre y vivir hasta la vejez con esa persona hasta el punto dónde se apoyaran el uno sobre el otro para caminar por el vecindario como lo hacían el matrimonio Fletcher al final de la calle.


Pero su vida se había movido de manera diferente cuando entro a la secundaria, había madurado y crecido a lo largo de esos dieciséis años y aún más importante, había conocido a Nico Di Angelo. De quién se había enamorado irremediablemente en cuanto sus caminos tropezaron en medio del pasillo, tirando al piso sus libros y también sus deseos de tener un alma gemela desconocida.


Will ya no deseaba recibir esa marca si eso significaba abandonar a Nico y todo los sentimientos que esté le provocaba. Will había construido con Nico una amistad a lo largo de los años, entre bromas, tardes de juegos y de hacer deberes se habían abierto al otro de una manera que ninguno lo había hecho con nadie, Nico hablo de su pasado y sus inseguridades mientras Will lo hizo de sus problemas de comunicación y su falta de seguridad para decirle que no a alguien. Ambos se habían abrazado en momentos difíciles y se habían reído a carcajadas en momentos felices y Will quería tener eso para siempre.


No quería perder nada de eso, quería poder sostener la mano de Nico para siempre y por lo tanto llegó a aborrecer la marca que debía plasmarse en su muñeca, porque existía la posibilidad de que está le alejara de lo que Will estaba seguro era lo mejor que le había pasado a su vida. Temía que Nico se alejara de él en cuanto su marca reflejará otro nombre y no podía resistir el pensamiento, así que cuando su reloj marco las doce y la piel que acariciaba empezó a quemar de una manera horrible solo pudo llorar.


No solo de dolor si no de impotencia, porque perder a Nico y no poder hacer nada era la cosa más desgarradora que Will podía imaginar para su vida. Sin esos ojos de obsidiana ni esas frases sarcásticas Will no quería ver un futuro, así como tampoco quería ver que en su piel se empezaban a formar las letras que tanto había aborrecido en el último año. Derramo un montón de lágrimas mientras temblaba de miedo, lo hizo durante tanto rato que su piel ya había dejado de arder cuando empezó a intentar controlarse.


Respirando irregularmente alejo su pulgar de la muñeca, utilizando está vez la mano para limpiar las lágrimas que empapaban su pecoso rostro, tratando de armarse de valor para mirar la tinta en su piel mientras temblaba como un loco. Decidiendo que aún si no era Nico su destinado jamás iba a olvidar el sentimiento y la felicidad que esté le daba a su vida, asegurándose de decírselo correctamente al día siguiente.


Pero cuando miro su muñeca fue como si su mundo entero se hubiera detenido, su corazón empezó a retumbar de una manera frenética en su pecho mientras miraba incrédulo las marcas negras en su piel que hasta hace unos minutos era morena y pulcra. Olvidó como respirar mientras se levantaba de la cama con los pies descalzos dejando que el frío calara en él.


Acaricio las letras, mirando como estás formaban las letras que él tanto había ansiado y anhelado. Sin poder contenerlo lanzo un grito de euforia, uno que saco de él todo temor, inseguridad y miedo, reemplazándolo por felicidad y emoción incontenible.


—¡Will!— su madre entró como una tormenta en su habitación, abriendo la puerta de un tirón, pero sin lograr que el pecoso alejara su mirada de la evidencia de su felicidad— ¿Que...? Oh, ya pasó.


Su madre lo dijo con una chispa de alivio que hizo a Will sentirse culpable mientras alejaba la vista de su muñeca para guiarla hacia ella que estaba despeinada mientras lo observaba con curiosidad, siendo secundada por su padre quien estaba parado detrás de ella con su bate de béisbol colocado a su lado, seguramente un momento antes lo había estado empuñando como un arma para defenderse del peligro ficticio que creían atacaba a su hijo.


—Mamá— su voz se quebró, su labio inferior temblando, anunciando una nueva tanda de lágrimas listas para salir de sus ojos— es él mamá, no voy a tener que abandonarlo.


Su madre sonrío con amor, abriendo sus brazos para él dónde Will no dudo en refugiarse para descargar las lágrimas de alivio que estaba derramando. Sintiendo que el peso que había arrastrado durante tanto tiempo lo abandonaba por fin, pues la tinta que tanto había temido le dio lo que él más deseaba, las letras cursiva revelaban el nombre de quién era su ser más querido hasta el momento.


Nico Di Angelo.


A quien tendría que declarársele correctamente al día siguiente tal como se había prometido.

.

.

.

Me uno ha este bello reto, quizá tarde un poco publicando por el trabajo pero iremos haciendo sobre la marcha.

Fantober DemigodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora