Magia².

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                       Nakahara Chūya, nació en la cuna de la familia más importante de magia.
Eran una comunidad particular de mitad bestia, desde hace mucho mucho tiempo, pueden convivir con su animal interior. Siendo éste mismo una parte de su fuerza que iba de la mano junto a la magia.
Los Nakahara solían tener características físicas más agudas a las del resto de magos y destacaban por lo protectores y agresivos que solían ser, cualidades de todo cambiante.

                       Chūya no fue la excepción de la familia.
Su magia era impecable, usaba su rito de gravedad como conocía la palma de su mano de infante. Sus hechizos, como es común en los niños de su edad, no carecían de control, de hecho, se podía destacar que era un tipo de prodigio... uno muy particular por su extravagante manera de entender y explicar los hechizos.
Pero si volvemos al tema de la bestia que habita en Chūya, hay mucho que destacar. Entre ésto que no puede domarlo como los demás miembros de su familia; cosa rara ya que las bestias suelen ser muy mansas con sus contenedores.

¿Por qué entonces Chūya es la excepción?

                       Esa pregunta fue expresada por Dazai, demasiado ocupado en leer su libro mientras continuaba conversando con Sōseki, el director de la Academia Real y Universal de Magia.

—No es que sea defectuoso —comentó tranquilo—. Chūya tiene un poder que ha trascendido, si recuerdo bien, más de mil años.

                       Eso captó la atención del castaño, levantando su vista del manual de tapa roja, un poco gastado; mas no cerró el objeto, esperando intrigado la historia a continuación.

—Conoces la historia de Arahabaki, ¿no?
El gran rey de la oscuridad que desafiaba a Kami-sama por su creciente despertar de poder. El mismo al ser sellado por Fukuzawa, el maestro universal de la magia; nunca volvió a contaminar con sus deseos de destrucción.
Sin embargo Fukuzawa se volvió corrupto y su magia comenzó a ser maligna, rompiendo el sello de Arahabaki y este fue sellado nuevamente por el amante de Fukuzawa —siguió narrando, hizo un movimiento con su mano y su tono se volvió irónico en la siguiente oración—. Pero no era tan poderoso.
Y terminó haciendo un sellado catastrófico, pues sus ritos eran rechazados por la comunidad.

Mori Ougai era un hechicero sexual, según tengo entendido —lanzó Dazai la información, queriendo llegar al punto de todo esto.

—Así es —le dió la razón, dejando de lado la soberbia—. Entonces, Mori secuestró al primer niño que vio y selló a Arahabaki en él. Casualmente era del clan Nakahara —bufó, desplomado en la silla y tomó su cabeza con su mano izquierda, con claro cansancio—. Arahabaki consiguió reencarnar a través del clan, ya que nadie entiende los ritos de Mori.
Sin embargo con el pasar de los años, Arahabaki perdió influencia en la familia, los datos actuales nos dicen que se manifiesta en algún miembro cada mil años.

                       Dazai se mantuvo varios segundos callado. Sus pensamientos trabajaban a una gran velocidad y cuando llegó a una conclusión, sonrió imperceptible, al menos para cualquier persona externa.

—Entonces insinúas que la bestia en Chūya no es su animal sino un Dios de destrucción. —Asintió para sí mismo, derecho y atento, volvió a hablar. Muy interesado en el tema. —Aunque eso no explica las orejas y cola del enano.

—Genética —respondió rápido.

                       Dazai afiló su mirada, observándolo quisquilloso.

Sweetie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora