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Namjoon tarareaba una canción de cuna que cruzó sus sueños en la noche, a la vez que sus dedos se movían con calma y cuidado, manejando el pincel con todas las habilidades adquiridas en los quince años que llevaba pintando.

Frente a él, el lienzo yacía decorado con un precioso paisaje de las montañas de Évrea, las mismas que podía ver todo el día al tener la vista expuesta a él desde las ventanas de su habitación.

Utilizó la yema de su meñique para pintar en pequeños puntos el contorno que simulaba la nieve ligera que ya comenzaba a cubrir las hermosas flores de primavera, puesto que estaban entrando en invierno. Los días calurosos quedaron atrás para dar paso a fuertes ventiscas y torrenciales lluvias.

Hacía frío, por lo que estaba en frente a la chimenea prendida, el fuego compartiendo su tranquilidad y parsimonia mientras le brindaba calidez. Sus pies descalzos tocaron la alfombra esponjosa bajo sus pies, y suspiró, admirando su pintura ya casi terminada.

Entonces, toquecitos a la puerta le hicieron saber que su Doncella había vuelto del pueblo, así que levantó su mano en un gesto suave, indicándole a los Donceles que estaban limpiando y ordenando su habitación que le indicaran a los guardias que podían abrir la puerta, que él aceptaba la visita.

Los conocidos pasos apresurados de Sasha le robaron una sonrisa, girándose en el asiento donde yacía pintando para encontrarse con una abrigada Omega que portaba en sus brazos algunas bolsas de cartón y un ramo de flores algo tristes, sus pétalos ligeramente marchitos, y aún así no dejaban de verse preciosas.

-Majestad, el pueblo le envió regalos. -Avisó con la sonrisita en sus labios delatando lo emocionada que estaba. -Por favor, véalos ahora. Sé que le subirán el ánim... ¡Oh, por Dios, lo terminó! ¡Qué lindo quedó! -Ella dejó las bolsas a sus pies y corrió hasta el lienzo junto a Namjoon, mirándolo con adoración, emitiendo un pequeño chillido. -De verdad tiene talento para la pintura, mi Reina. Tenga, los envía el orfanato.

Tras eso, le entregó el ramo de azaleas blancas con detalles rosas. Estas flores resistían poco al invierno, Namjoon lo sabía, por lo que le enterneció saber cuánto deben haber cuidado las flores para que mantuvieran su follaje casi intacto. Tal vez las flores morirían en unos días, pero podría disfrutar de ellas por un corto tiempo, al menos.

-Qué placer que sea de tu agrado, cachorra. Trata de no tocarlo, a penas se seca. -Avisó, entretenido con las facciones asombradas de la Omega, antes de hundir su nariz y aspirar la floral fragancia de las azaleas, esa que tanto le gustaba, ya que le recordaba a su hogar, Bepsea.

-Es casi tan bonito como el que me hizo para mi cumpleaños, ese de los flamencos. Pero no se preocupe, Alteza, es que es muy difícil comparar esa pintura, no rebajaré sus otras obras de arte. -Sasha musita casi embobada, dándole una última sonrisita al cuadro y sentándose a un lado de sus pies, cruzando sus piernas para tomar las bolsas y dejarlas sobre sus muslos. ¿Podemos abrir esto? Sabe que me pone ansiosa no saber qué hay dentro...

Namjoon se muestra risueño ante la ternura natural que irradia su Doncella, y le acaricia el cabello entre los dedos mientras protege el ramo de flores contra su pecho. -Claro que podemos. Anda, ábrelos para mí.

Con un gritito de emoción, se tomaron su tiempo para abrir y analizar cada obsequio, eran ocho bolsas en total, que contenían vasijas, floreros, peluches tejidos a mano, junto a joyas de piedras de jade, pinturas nuevas y algunas acuarelas. Sasha se mostró embelesada cuando Namjoon le regaló el peluche de una jirafa bebé, insistiendo en que se lo quedara para que pudiera soportar las duras noches de tormenta que últimamente cruzaban el reino. Guardó en su corazón la expresión encantada de la cachorra mientras abrazaba a su nuevo amigo, dándole halagos por lo bien que le quedaban las joyas en contraste a su pálida y nívea piel.

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