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-Su Alteza lo espera en sus aposentos, mi Reina.

Namjoon alzó la mirada del libro que sostenía en sus manos, a sus pies, Sasha, quien escuchaba el relato mágico y ficticio que el Omega le leía en voz alta, se tensó en su lugar, apretando la ropa ajena entre sus manos vueltas puños.

-Se tardó un poco más de lo que pensé. -Murmuró entre un suspiro, resignado. Acarició los cabellos castaños con sus dedos en un corto cariño, consciente del miedo de su Doncella. Pero Namjoon no tenía miedo, aunque debería, eso lo sabía.

Pero es que él no había hecho nada malo, así que no tenía de qué avergonzarse. Lo que sí estaba seguro, era de la furia de JungKook. No era un secreto para nadie en el palacio el sentimiento posesivo que el Rey tenía con su Harem, por lo que la noticia de que su joya había sido castigado con diez azotes en cada mano, de seguro no le cayó nada bien.

Le regaló una sonrisa tranquilizadora a Sasha, antes de levantarse del cómodo sofá, y alejarse de la cálida chimenea, dos de sus Donceles siguiéndole hasta la puerta. Al abandonar sus aposentos, doce de sus guardias le resguardaron en todo el trayecto hacia el lado norte del palacio.

Permaneció en silencio, BaeYun fielmente a sus espaldas, sabía que el Alfa quería tomar su mano como solía hacerlo al tranquilizarle en la privacidad de su cuarto. Por obvias razones aquello no era posible, y podía oler la impotencia en el joven Alfa, al igual que los lloriqueos de su lobo. Le gustaba el tacto del chico, sus feromonas fuertes y a la vez suaves entraban en su nariz, calmando el constante golpeteo de su corazón contra su garganta.

Aún así, y como acostumbraba, su rostro no se perturbó, mantuvo el semblante sereno y las facciones dóciles, hace mucho que aprendió a no dejarse llevar por las emociones de su lobo, y por sus propias emociones.

No resistió, al tener las puertas de los aposentos de su Alfa en frente, movió su brazo en un gesto sutil hasta rozar sus dedos con los de su guardia, sintiéndole corresponder al extender los falanges, alcanzando a rozar las yemas con cariño.

Sonrió ante ello, tomó aire y le indicó a los guardias que custodiaban ambas puertas que anunciaran su llegada. Podía oler las fuertes feromonas de JungKook, agrias y ácidas, con ese toque que le hacía querer lanzarse de rodillas y frotar su cabeza en las piernas del Alfa con tal de recibir una mísera caricia. Por más que su lobo almacenara odio hacia el Rey, la marca y el lazo entre ambos le hacía buscarlo al final del día, rogar por su toque y calor.

Y eso era algo que Namjoon aún no era capaz de aceptar sin largarse a llorar.

-¡Jeon Namjoon, Reina de Évrea!

Ante el anuncio, las puertas se abrieron casi al instante, mostrando el lujoso recibidor de la inmensa habitación.

Aunque no debía hacerlo, debido a su posición en la jerarquía, de todas formas reverenció a los Betas que le abrieron la puerta, y a los Alfas que le escoltaron dentro de los aposentos del Rey. Pronto, el aroma de BaeYun abandonó su nariz, y el de JungKook le mareó.

Tomó la larga trenza que caía por su espalda entre sus dedos, pasándola por sobre su hombro para juguetear con los mechones suaves, avanzando a pasos delicados y a la vez firmes hasta que tuvo la fornida espalda de su Alfa en frente.

JungKook yacía de brazos cruzados, observando la espléndida vista de su reino por el gran ventanal frente a su cama. Olía la tranquilidad de Namjoon, y la furia de su lobo, como también la necesidad que tenía de su persona a través del lazo que mantenía cerrado. Aquello le hizo alzar su comisura derecha en una media sonrisa, bajando la mirada a sus zapatos breves segundos.

Hasta que habló.

-No me gusta ese título. -Pronunció, aún sin voltearse. Namjoon le reverenció como debía, manteniendo la cabeza gacha al enderezarse.

youngbloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora