Despertar

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Desperté en una oscuridad absoluta. El frío recorría todo mi cuerpo, mi garganta quemaba y dolía respirar.
No entendía lo que estaba pasando, no recordaba quien era, ni sabía dónde estaba.

De pronto sentí una mano rodear mi cintura, tirando de mí, con fuerza hacia arriba.

Estando en la superficie pude darme cuenta de que había estado bajo el agua mucho tiempo. Tomé aire con fuerza apenas mi rostro estuvo fuera.

Estaba tan confundido, que ni siquiera me había percatado de la extraña mujer que me jalaba hacía la orilla.
La noche era oscura, sin estrellas en el cielo. El mar estaba furioso. Sus fuertes olas golpeaban mi rostro, mientras la mujer seguía tirando de mi cuerpo hacia la orilla.

Me soltó suavemente sobre la arena húmeda.

Al fin pude ver su rostro con la tenue luz de la luna llena.
Nunca vi un rostro igual. Tenía una belleza irreal. Como sacada de una película ciencia ficción . Su piel bronceada, parecía brillar con el resplandor de la luna. Sus ojos color verde esmeralda me miraban fijamente mientras aún yacía en la arena. La mujer más bella que hubiese visto jamás.

-¿Qui- Quién eres? Tartamudee
Sonrió levemente mientras me ofrecía su mano para ayudarme a levantar.
-Sígueme, lo entenderás luego- Me respondió con una voz suave e hipnotizante.

Debería estar loco para seguirla. No sabía quién era, estaba seguro de no haberla visto jamás, digo, no hubiese olvidado un rostro así de haberlo visto antes.
Me incorporé lo más rápido que pude, para ir tras ella.
Empezaba a amanecer, los primeros rayos del sol rebotaban sobre su piel morena con destellos dorados.
Apenas habíamos caminado unos cuanto pasos, cuando se detuvo. Me tomó de la mano y en cuestión de segundo estábamos en un lugar completamente diferente.
No supe en qué momento o como sucedió, pero en un pestañeo la arena y las olas se habían esfumado, dando paso a un espeso bosque verde.
Mi mirada se detuvo sobre los tres chicos, de entre veinte y veinticinco años que yacían sobre el suelo musgoso del bosque.
Al verla, se levantaron de inmediato. Sus rostros se veían tan confundidos, como debía verse el mío.
-Sé que en este momento no comprenden muchas cosas. Es difícil para la mente humana adaptarse a todo aquello que le es desconocido- dijo la mujer -Yo soy Gaia conocida en muchos lugares como la madre naturaleza.
Nos miramos unos a otros, con rostros confundidos, incrédulos a sus palabras.
-Ustedes aún no lo saben- continuó- pero he depositado en cada uno de ustedes una parte de mí que los hace únicos...
¿La madre naturaleza? - interrumpió uno de los tres chicos en tono de burla.

Lo observé con determinación.
Era un tipo alto, musculoso, de tez blanca como el mármol, cabello negro. Su cuerpo estaba lleno de tatuajes, desde el cuello, torso y brazos. No vestía camisa. Pero lo que más llamo mi atención fueron sus ojos. No me había percatado de que tenían un color muy peculiar. Parecían dos llamas de fuego naranja rojiza, impactante.
Enseguida pase mi mirada al siguiente chico. Era menos alto que el primero, y sin duda menos blanco. Aunque también era musculoso. Tenía rasgos asiáticos. Sus ojos rasgados, color ámbar, llamaron de nuevo mi atención.
Examiné al último chico, su piel era morena. Y Sus ojos tenían un gris blanquecino, que solo había visto en las películas de superhéroes. Contrastaban demasiado con su piel morena.
Su cuerpo tenía la misma complexión musculosa de los otros dos chicos.

Bajé mi mirada para observar mis brazos flacos, y me sorprendí bastante al percatarme de que mis brazos débiles se habían ido, no sé a dónde y no se en que momento, para dar lugar a unos brazos fornidos.

-Todos ustedes tienen una cosa en común. Por la cual han sido elegidos- continuó la mujer. -Han experimentado el dolor de perder a alguien que amaban. Yo también he perdido mucho de lo que amaba.

Guerra Elemental (Los elegidos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora