En una noche como cualquier otra, encontró una estrella en medio de la sombría oscuridad. Un suave tintineo como el ritmo de su corazón, más no latía en la misma sintonía.
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Winter es un psicólogo pero no se centrará en eso sí no principalmente en...
Winter paseaba por las apacibles calles de la ciudad, sumergido en el manto estrellado y la tenue luz lunar que le señalaba el camino. A lo lejos podía observar la tienda que tanto buscaba, un Oxxo. Al cruzar el umbral, sus ojos exploraron el interior del establecimiento, y los pulmones se le llenaron del agradable aroma a cafeína.
— Perfecto.
Una vez localizo los estantes repletos de dulces, se desplazo con calma hacia aquel rincón, sus dedos finos y elegantes eligieron cuidadosamente empaques de chocolates entre otras delicias, aquellos productos que prometían una dulce y placentera sensación en su paladar. Sin embargo, sus pensamientos fueron abruptamente interrumpidos cuando sintió la pesada mirada del empleado detrás de la caja registradora.
Winter prefirió ignorarlo y seguir con su compra, tardó aproximadamente 20 minutos eligiendo distintas cosas. Lo último que quedaba era tomar algunas bebidas, así que, sin perder el tiempo se dirigió allí. El viento del frigorífico golpeaba su rostro como una ventisca en época de invierno, aunque para él era agradable, su oficina siempre tenía unas temperaturas elevadas de todos modos.
— Quizás esto me haga falta.
Murmuró, agarrando una bebida energética antes de cerrar las puertas. Hubiera deseado haber tomado una canasta pero ya era muy tarde. Con lentitud fue hacia la caja, mirando por primera vez desde que había entrado, al empleado.
— Buenas noches.
Él le dijo, comenzando a escanear las cosas que el peli-blanco había puesto. Volviendo a hablar una vez termino de registrar todo.
— ¿Eso sería todo?
— Por supuesto, Señor..
Winter dio un breve vistazo al cartel de su pecho antes de proseguir. Ahora sabía su nombre que, curiosamente era el mismo quel suyo a excepción del apellido.
— Simon Petrikov.
Su voz, cálida y suave, melodiosa como una canción de cuna, era irónicamente todo lo contrario a su apariencia formada por tonos gélidos. Winter tenia una tez pálida y su cabello blanco cual nieve evocaban el frío imperturbable de un invierno eterno.
— Bien, serían 200 pesos.
Sus palabras eran simples, pero como psicólogo, podía captar ese tono melancólico en su mirada triste y vacía. Sabía que había algo más.. profundo en la razón de su aspecto desastroso, algo más allá de un trabajo con un pago mísero. O tal vez solo estaba rebuscando cosas en donde no las hay.
— ¿Señor?
— Ah, mil disculpas.
Sonrió, luego de su billetera saco un billete con la cifra exacta para entregárselo. En el momento que ambas manos hicieron contacto, pudo sentir la calidez del contrario, a diferencia de las suyas que estaban tan frías como las de un muerto.
— Tenga una linda noche.
Fue lo último que le dijo antes de abandonar esa tienda, con una bolsa para sostener sus productos recién comprados. Mientras iba en dirección a su departamento, su mente no paraba de pensar en Petrikov. Apenas sabía su nombre y ya quería conocer sobre su vida o acerca de sus penas.
Fue ahí donde se dio cuenta que quizás estaba demasiado enfocado en su trabajo, viendo a todo el mundo como un posible paciente.. comenzaba a agotarlo.
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