Capítulo 1

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Katsuki no creía en la mierda del alma gemela. El amor verdadero y predestinado -no sólo el romántico, el amor en total- era una mentira fabricada por los medios de comunicación. No existía algo así como gente perfecta para cada uno y felicidad garantizada. Todas esas caras felices eran mentira. Detrás de las puertas cerradas, había lágrimas y peleas, gritos y mucho dolor.

Pero la sociedad presionaba a la gente para que siguiera el juego, fingiendo ser feliz y estar enamorada, para tener una vida aparentemente perfecta. Miedo a ser apartados por desagradecidos o dañados. Todo el mundo tenía un alma gemela, si no te iba bien, era culpa tuya.

Pero sólo se podía convivir en una relación infeliz durante tanto tiempo sin desahogarse de una forma u otra. O sin mudarse a otro país bajo el disfraz de negocios laborales para no volver a llamar a casa ni una sola vez.

Fue una época fea, llena de fingimientos y mentiras, y Katsuki la odió desde pequeño. La primera vez que mencionó que sus padres no se llevaban muy bien en la guardería fue un día que nunca olvidaría. Los cuidadores se reían y decían que la pareja tenía algunas peleas de vez en cuando. Pero él insistía. Quería que alguien entendiera que en casa no se estaba bien, que esos dos no debían estar juntos. Las sonrisas de los cuidadores se desvanecieron poco a poco y empezaron a preguntarse si el chico tal vez tenía razón y si era descendiente de irregulares.

Cuando su madre vino a recogerlo ese día, hablaba con los cuidadores en voz baja, soltaba una risa forzada y palmeaba la cabeza de Katsuki con fiereza diciendo algo sobre que los niños eran demasiado dramáticos a esa edad.

El camino de vuelta fue terriblemente silencioso.

Cuando llegaron a casa eso cambió. Nunca olvidaría aquel día.

Así que cuando esas estúpidas palabras aparecieron en la parte superior de su brazo con esa letra desordenada sintió náuseas. Agarró la primera cosa afilada que encontró y la hizo desaparecer. Pero aún así, nunca olvidaría las estúpidas palabras que estaban allí. Por mucho que lo intentara. No importa, no tengo hambre.

Nunca quiso escuchar esas palabras. De ninguna manera.

.

Así que cuando, muchos años después, tuvo que buscar un trabajo para costearse los gastos mientras iba a la universidad, evitó todas las tiendas, restaurantes o cafeterías que vendían comida. A pesar de que la cocina era una de sus pasiones y no le habría importado recibir dinero por hacerlo. No quería que un idiota lo siguiera a todas partes tratando de convencerlo de esa mierda del alma gemela, tal vez incluso proponiéndole matrimonio en el acto. No tenía miedo de mandar a alguien a la mierda. Lo había hecho muchas veces. Pero era agotador y, con la presión de la sociedad, podía acabar con su carrera antes incluso de empezar. Ya era difícil ser contratado con esa cicatriz en el antebrazo. No la ocultaba precisamente. Se negaba a seguir el juego. Tal vez nunca pudiera hacer realidad sus sueños, pero al menos podía mirarse al espejo al final del día sin sentir náuseas.

Así que empezó a trabajar en una cafetería de mierda. Era todo lo contrario de moderna pero no tenía suficiente encanto para ser retro. El ambiente era un poco lúgubre y los clientes eran en su mayoría hombres de negocios malhumorados que se quedaban mirando su café oscuro y asqueroso y se cuestionaban sus elecciones de vida.

Pero no vendían comida y nadie esperaba de él que se hiciera el simpático. Así que no lo odiaba.

Al menos normalmente. Últimamente, el número de clientes de la edad de Katsuki se había disparado. El viejo edificio del final de la calle había sido reformado en los últimos meses y ahora alquilaba habitaciones a la universidad local. Parecía que el instituto estaba realmente desesperado, ya que tomaría habitaciones a medio construir en una ubicación de mierda como ésta. El tren sólo paraba cada media hora y las calles estaban dañadas y sin mantenimiento desde hacía mucho tiempo.

Formas Deslumbrantes - KiribakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora