Desde pequeño tenía los ideales de que esté planeta estaba fuera de los radares de visitantes de otro cuerpo celestial y estábamos condenados a estar recluidos en nuestro rocoso hogar, mi idea era totalmente correcta o al menos eso creía. El día de mi experiencia perturbadora me enviaron a un pueblo que no esta marcado en ningún mapa, incluso los satélites eran incapaces de determinar la ubicación. Me enviaron con el pretexto de que será la historia del año (olvidé comentar que soy periodista). El lugar era un pueblo pesquero muy animado, algo extraño pues contradecía a las múltiples desaparicion es que ocurrieron durante todo el mes, no tenía sentido que los caminantes dejarán sus vidas atrás solo para vivir en un pueblo incomunicado. Al adentrarme en las primeras calles se apreciaba el meticuloso cuidado de estás, el ambiente era agradable y seguro, todos los habitantes que me observaban me saludaban cordialmente, incluso algunos me proponían varias tabernas y casas de hospedaje, esto alimentó la débil llama de la cautela, pero no me detuve a considerar lo que podría ocurrirme al pasar el día, después de todo, aquella gente, sonriente y humilde me inspiró, al menos cuando la luz solar bañaba las calles, la misma sensación de seguridad que podría ofrecer una madre. Fui fiel seguidor de los consejos de los pescadores y me centré en encontrar una casa de hospedaje, así podría trabajar en privacidad sobre "El pueblo oculto del hombre moderno", el objetivo de encontrar un lugar donde pasar la noche fue sencillo, una amable anciana ofreció el cuarto de su hijo, el cual ¿Se había reunido con nuestros gran padre? Me hubieras resultado triste, pero el tono pacífico de aquella abuela me inquietó, entonces ella me comentó que en el pueblo existe una religión particular, admiran una deidad purificadora, consume el dolor del alma. Por como sonaba la señora se evidenciaba la fe infinita en ese ser y como su servidor respeta todas las religiones mantuvo el silencio, entre la charla sobre el regente espiritual de la aldea mi anfitriona se ofreció a guiarme hasta mi recamara finalizando la conferencia a las puertas de mi lugar de reposo acompañado de la frase que me causó el fatal interés de ver a aquel Dios, ella me dijo: Está noche, Issal nos visitará en su forma mortal, deberías unirte a nosotros para celebrar su llegada.
Después de recibir tan tentadora invitación la dueña de la casa se retira a otra habitación de la vivienda, en cuanto a mi, atravesé la puerta que me daba entrada a mi habitación, coloqué mi mochila acostada en la cama y de esta saqué mi tablet, no planeaba perder el tiempo contemplando la habitación decorada de un estilo propio del siglo XIX mi objetivo era lograr obtener el descubrimiento geográfico del año "la civilización perdida en el tiempo". El artículo fue fácil de crear, agradezco mi afición por la escritura pero no logré enviarlo a la editorial, lo de "perdida en el tiempo" fue literal, reclamó mi mente. El tiempo había pasado rápido, el Sol estaba regalando un espectáculo de luces increíble, desde mi ventana podía ver tonalidades nunca vistas en una ciudad, fui con la tablet en mano para fotografiar el atardecer único, entre foto y foto observaba de reojo grupos de personas provenientes del mundo exterior, se identificaban pues la vestimenta y los gestos eran completamente diferentes a los habitantes de este "paraíso". Para cuándo la penumbra rellenó las calles y un farolero pasaba apresurado cumpliendo su labor y bajo mi deducción ir a presenciar la llegada de su Deidad los extranjeros, acompañados de los pueblerinos los cuales llevaban bandejas rebosantes de alimentos, se dirigían a la costa todos juntos, como una comunión, yo no fui la excepción, la ancianita llamó a mi puerta y me pidió ayuda con el banquete, accedí entusiasta, vería más datos sobre un segundo artículo. Mientras cargaba las ofrendas, porque eso eran, otra charla sobre la religión del poblado asaltó mis oídos. Está vez, su charla era incoherente en un inicio decía que el dios me estaba esperando, ahora, sin embargo me estaba llamando "un accidente" que debía irme antes de llamar su atención. Fui un tonto al responder sus advertencias con gestos incrédulos; ante esto mi anfitriona no insistió más y me guió hacia el templo. La caminata fue sileciosa e incómoda, las palabras de la anciana me atormentaban y siguen atormentandome, un error, debes irte antes de llamar su atención, la incomodidad evolucionó a preocupación cuando sentí que nos observaban, sería un vecino, pero, por aquel callejón estaban resonando dos pasos: los míos y el de la dama de 60 años aproximadamente. El momento perturbador llegó a su fin al arribar al templo, el lugar era un cuento de hadas, una obra de arte arquitectónica. La estructura se componía de un aro sostenido de un grupo de columnas vestidas de verde por la vegetación, entre los espacios de los pilares estaban ubicadas mesas curvas uniéndo cada poste hasta formar otro aro adornadas de la comida, yo contribuí, coloqué la bandeja sobre una mesa con un espacio faltante de la cuál los aromas variados hipnotizaban a todo ser mortal. Parecía que esperaban a la abuelita por la razón de que tras colocar la ofrenda, una melodía de ningún lado resonó entre nosotros, un toque mágico he de admitir. Aproveché la gran concentración de personas para hacer unas cuantas entrevistas a los visitantes para descubrir sus motivos, la mayoría era cooperativa, sin embargo un comentario en particular era curiosa; la muchedumbre invasora de estás tierras coincidía en el mismo motivo de llegada. Soñaron con una costa nocturna, las olas resuenan pacíficamente y una voz les invitaba a adentrarse en las aguas para contemplar la plateada luna mientras se mantenían suspendidos en el agua. Todo el sueño plasmaba el paisaje que nos rodeaba, incluyendo la luna, la cuál emitía un hipnótico destello intensificando la reacción con la melodía omnipresente, daba la impresión de que estaba observándonos, como un Dios, la luz lunar, era la mirada de Issal. No podía dejar de observar interesado el cuerpo celeste hasta que fui interrumpido por un anciano con una túnica plateada como la luna, sostenía un libro que se me hacía vagamente familiar. El sacerdote abrió el libro en las páginas separadas por un marcador y recitó algunos versos, los cuales se entendían como rezos; los presentes con una fe noble, siguieron los cánticos del obispo en silencio y luego estábamos los ignorantes, observando como niños aquella misa, fotografiando, e incluso alguno, rezando a la par de los pescadores. Con el final de los cánticos el obispo alzó ambos brazos al cielo estrellado y le agradecía a su gran padre por darles la vida que se merecían, que le trajeron más de sus manjares predilectos. Detrás de los agradecimientos nos pidieron a nosotros específicamente que tomaramos las ofrendas, pues, nosotros éramos los que gozabamos el derecho a degustar las ofrendas de su Dios. Todos accedimos sin vacilación, la comida era una fiesta de sabores extravagantes pero exquisitos, los visitantes comimos hasta nuestro límite, algunos, al acabar el festín, optaron por irse a descansar en compañía de los más ancianos del asentamiento; otros, incluyendome, nos mantuvimos en la ceremonia pues al menos en mi caso me sentía incapaz de abandonar la zona. El evento no se detuvo hasta las 6 de la mañana, momento que levantó emociones inusuales en todos los forasteros, cuando debería verse una tenue señal del alba se apreciaban las estrellas regadas por el cielo oscuro todavía, y así siguió; 6:30, 7:00, 7:30 la noche seguía en pie. Mi persona había abandonado desconcertado el malecón por aquel fenómeno natural, no encontraba explicación científica pues según mi geografía básica la zona en la que me ubicaba debería tener una mañana soleada en este instante. Al final opté por no darle las vueltas a la cabeza y me acosté para dormir y esperar el alba. El descanso fue turbio, tuve un sueño en el que me encontraba en el propio pueblo, pero, no se sentía normal, vagaba por unas calles descuidadas y muertas; las casas tenían como remplazo de los diseños llamativos de los niños la fría piedra, el cielo se mantenía oscuro, tal y como se encontraba cuando me retiré al mundo onírico, solo se diferenciaban en algo del original y me advirtió de todo lo que me esperaba cuando recobrara la conciencia, el cielo no era un cielo común, las estrellas y los planetas que se observaban a ojo desnudo conformaban una amalgama indescriptible. Esa visión acabó en el mismo lugar en que acabaron los sueños de los turistas, la misma costa, el mismo templo, la misma Luna, solo que; la Luna yacía a semi hundida en el horizonte, resplandeciendo como nunca antes se había visto. Despierto completamente perplejo; me enderezo e intento interpretar mi sueño, "es debido toda la comida que comí en el banquete" deduje; ya que no soy de tener muchos sueños. Al rehusarme a volver a cerrar los ojos me dirijo a la ventana a contemplar las calles, calles que, ahora, eran las de mi sueño; froté mis ojos al no creerme tal imagen pero nada las lejos de la realidad. Salgo a hurtadillas de mi habitación y me escabullo hasta la entrada buscando una confirmación al tacto, "no podía ser posible, tal vez esté alucinando" repetía como si mi salud mental estuviese caduca. Mi angustia de las alucinaciones fue relevada por el horror, la puerta de entrada estaba abierta y en el exterior estaba la arrugada ama de casa, murmurando los rezos del libro sagrado de este infierno cargando con un cuerpo robusto, muy trabajoso de mover para un humano de la tercera edad. Con una milagrosa fortuna la cambiada señora no sé percató de que estaba despierto, por lo que hizo su labor si interrupciones. Llevó aquel saco de huesos inserte hacia el templo. Un ser humano con una pizca de prudencia huiría al instante, sin embargo, la frase la curiosidad mató al gato cobro vida en mi y seguí aprovechando la niebla típica de pueblos como estos para caminar protegido de la penumbra y el eco de un piano extraño, la misma melodía omnipresente de horas antes. Cuando la señora arrivó al templo todo estaba cambiado, la arquitectura era la misma, la variación se dió que en las mesas estaban varios cuerpos, noqueados quiero hacerme creer, reemplazando las bandejas con alimentos; la idea de que era un pueblo caníbal me asaltó, la necesidad de huir se había vuelto prioridad, pero, mi cuerpo no deseaba moverse, el mismo escenario del sueño colectivo estaba ocurriendo, los cultistas que dejaban los platillos sobre las mesas o encadenados en formando una cruz entre las columnas se retiraban jubilosos hacia las oscuras aguas para flotar como ramas en un río y contemplar a Issal. No aguanté más estar de espectador y opté por quebrar este culto, respetaré las religiones, pero también respeto una vida humana, así que irrumpí corriendo hacia el aro central donde fortuitamente estaba el obispo recitando conjuros sacados del poemario, golpeé a este en su nuca usando de arma una bandeja vacía; la adrenalina me tenía presionado el pecho, más encima que el hombre estaba tirado sin noción de lo que le ocurrió y los bañistas estaban juzgando mi acto desde las aguas, aterrorizado de aquel silencioso juzgado recogí el libro del suelo y corrí rezando por primera vez a cualquier benévola deidad que se apiadase de mi, use todas mis energías para refugiarme en la maleza alojada en las faldas de la montaña que fue el inicio del descenso al Inframundo.
Ahora estoy oculto en una cueva que está oculta para el ojo acostumbrado a la luz solar, lo digo porque al ser un agujero prácticamente todo mi peso se depositó en mis piernas al caer accidentalmente, la fatiga de la carrera y el dolor me impiden dar un paso más, por lo tanto solo me resta esperar ingenuo a que el sol se asome y los salvajes de la costa abandonen la búsqueda de la rata que se les escapó. Mi única opción de desconectarme es analizar el libro que ahora está en mi posesión, su nombre es "La habitación ámbar", su nombre me está provocando en este mismo instante un deja vu, siento que en mi infancia lo había leído y con cada verso que estoy leyendo estoy más convencido de que es real, que estuvo antes en mis manos. Si logro sobrevivir, solo si espero paciente una oportunidad, buscaré la relación de la luna con los versos pues solo dos escritos hacen tributo a "seres que no debemos ignorar". La frase se repitió varias veces en los dos versos:
"Somos tus esclavos,
Obedeceremos sin chistar
Después de todo, señor,
Vivimos con seres
Que no podemos ignorar "
Me quiero reír, pero me delataría, tampoco debo llorar, terminaré desquiciado antes de que me encuentren; pero no caben más dudas porque ya encontré las respuestas, este libro es perteneciente a un escritor olvidado que creó un mundo fantasioso de monstruos de magnitudes cósmicas, es posible que los visitantes se hayan convencido de que las historias son reales, yo quiero creer lo mismo pero ahora, noto una perturbación en mi refugio: el mismo rayo de luz en el aro de mármol penetró por mi agujero, preocupado, dirijo mi vista a la luna esperando que sea una luna común, nuevamente, mi ingenuidad estaba poseyéndome, eso no era la luna; mejor dicho, la Tierra no tiene Luna, tenemos a Issal el vigía silencio, ¿Por qué digo que tenemos a Issal? Porque ahora mismo, mi estimado subconsciente, mi único testigo de la verdad, nuestra luna ha Sido reemplazada por un ojo que descubrió mi presencia y ha advertido a mis cazadores sobre mi escondite así que ahora me toca esconderme en lo profundo de esta caverna. Espero morir antes de ser capturado y ser sacrificado por mi insubordinación hacia las advertencias de la anciana; merezco ser castigado por mi curiosidad pero no les permitiré quedar impunes, juro que no se repetirá el bucle de desapariciones, la ciudad aislada del hombre moderno será publicada con el dolor de todos los que visitamos el pueblo celado por la luna.
ESTÁS LEYENDO
El Ojo De La Luna
HorrorEl ser humano no conoce su lugar en el universo, solo por ser la especie más avanzada en la tierra se considera el eslabón perdido, lo cual es todo lo contrario. Hay seres con mayor poder que un simple humano, para esos seres nosotros somos un insig...