El Reino Árido

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Yuzu se encontraba en un estado de desesperación, luchando insesantemente contra el calor abrasador del desierto infinito en el que se encontraba. En sus brazos, aquella niña estaba colorada, se notaba débil y su tos seca lo hacía evidente: Necesitaba agua, o entre tanto calor iba a morir.

En cada dirección que viera solo había dunas inmensas de arena que a lo lejos parecían ondular como olas en el mar. El calor la hacía alucinar, y los espejismos no ayudaban en lo absoluto. No había nubes, solo un inmenso sol que se mantenía estático en su posición calentando todo cada vez más.

El valor mareaba, dolía, incluso para Yuzu. En ese lugar se hacía evidente su parte mortal, su cuerpo humano frágil entre un sitio de calor extremo. El Sahara parecía una playa tranquila en un día de verano en comparación con esto, un lugar a cientos de grados por encima de lo que sería soportable, tanto que el sudor que salía de su cuerpo parecía evaporarse al instante.

Yuzu corría entre las dunas, con la niña en sus brazos que lentamente se estaba quedando seca. Entre la arena hirviendo, cualquier error hacia que Yuzu cayera al suelo granulado dejando a la niña a merced de aquel calor, gritando al sentir la arena que quemaba.

Sus brazos estaban lastimados, sus quejidos de dolor eran insoportables y a cada segundo Yuzu caía más en la angustia. Su mente se nuablaba, ya no sabía que hacer, sus ojos se llenaron de saladas lágrimas que se secaban en un instante.

En un momento escucho un estruendo, algo lejano pero estridente, y al voltear a ver pudo notar como el sol parecía brillar más y más. A lo lejos vio una duna lo suficientemente alta como para proporcionar una sombra, pero el sol parecía estar a punto de explotar. En un impulso de desesperación, Yuzu lanzó a la niña a esa duna oculta con la sombra y al instante aquel sol brillo con tanta intensidad que Yuzu, al estar justo afuera, comenzo a quemarse. El dolor era insoportable, cada fibra de su cuerpo se estaba asando en ese instante y mientras luchaba por llegar a la sombra junto a la niña, ocurrió otro estruendo y la situación se volvió peor. Al instante, quedó inconsciente ante tal sufrimiento.

Al despertar, todo su cuerpo le dolía por completo. Cada movimiento era atroz. Aún así, hizo un esfuerzo para asegurarse de que la niña estuviera bien en aquella sombra, y por suerte así fue. Ahora se encontraba algo mejor, aunque se notaba muy deshidratada. Por su parte, Yuzu sufría con su cuerpo. Volteo a ver al sol y, aunque esté estuviera en la misma posición, su brillo ceso y se volvió como el de un atardecer. Ya no hacía tanto calor, un respiro aliviante.

Hizo un esfuerzo sobrehumano por levantarse y así pudo notar sus brazos, rojos y lastimados. Temblaba, le salían ampollas dolorosas y su ropa pelliscaba los pliegues quemados de su piel. Camino lentamente, tambaleándose, hacia la niña e intentó sostenerla entre sus brazos, pero el esfuerzo la hizo caer nuevamente a su costado. Estaba cansada, dolida, simplemente quería dormir. Cerro los ojos lentamente viendo a la niña con sus mejillas sonrojadas, ni siquiera sabía su nombre.

Yuzu sabía que no podía dejar nada así, necesitaba ayudar a la niña, por lo hizo lo posible por mantenerse despierta. Acercó su mano al rostro de la pequeña y lo acarició lentamente, pero cuando lo hacía, y acomodaba un rebelde mechón de cabello, notó algo extraño detras de la cabeza de la niña: Una cantimplora.

La emoción y el desconcierto la hicieron levantarse demasiado rápido, el mareo casi la tumba otra vez de no ser por haberse sostenido. Aunque le doliera, no dejo de moverse bruscamente hasta que consiguió tener entre sus manos aquella cantimplora llena de algo, algo que la llenó de esperanza. Abrió la tapa y con cuidado ladeo el recipiente para no tirar todo su contenido. Agua, agua limpia.

Emocionada despertó a la niña quien ya estaba en las últimas de lo que podría soportar y Yuzu acercó con lentitud el recipiente a los labios de la niña para que pudiera beber primero. Le dió lo suficiente para que pudiera recomponerse de su deshidratación y luego mojo un poco el rostro de la niña, para que pudiera estabilizar su temperatura. Tras eso, Yuzu bebió de la cantimplora el poco líquido que quedaba, pero no fue lo suficiente como para poder limpiar sus heridas. Aún así, la presencia de agua era algo positivo, y más estando contenida en aquel recipiente.

Aún así, Yuzu se recostó en el suelo nuevamente, sin ganas de hacer más nada por algún tiempo. Sabía que no sería suficiente como para que la niña volviera como si nada, pero al menos consiguió estabilizarla lo necesario. En un momento, sin embargo, escucho un leve susurro a su lado.

"Gracias... Señorita..."

Yuzu volteó a ver a la niña, pero ella estaba dormida y respirando con relativa dificultad. Al menos, Yuzu sabía que estaba bien de momento. Se acercó y agarró a la niña entre sus brazos, aún estando lastimados, y su cuerpo igual, y le dijo en el mismo tono:

"Voy a cuidarte, pequeña, hasta que encontremos una forma de salir de aquí. Lo prometo"

Y la leve sonrisa de la niña fue lo que necesitaba para al fin poder descansar después de tan intenso día en ese reino árido.

"¿Son peligrosas?" Pregunto una figura a lo lejos, viéndolas con unos binoculares, oculta tras un traje totalmente blanco.

"En lo absoluto. De momento, son inofensivas. Una de ellas casi muere por el destello" Dijo una mujer alta y con una máscara ocultando su rostro, dejando ver sus ojos rojizos.

"¿La de oro?"

"Fue por cuidar a esa pequeña"

"¿Eso es malo?"

"... Me preocupa el hecho de que no haya muerto"

"Es verdad, el destello la impacto y no murió ¿Será un Liantre?"

"Lo dudo, pero sea lo que sea, no es de aquí. Su apariencia es extraña"

"No creo que sean peligrosas, se están cuidando"

"Hay que observarlas hasta que sepamos realmente quienes son. Esa botella ¿La dejaste tú?"

"La necesitan"

"De acuerdo. Veamos cómo actúan"
























~Continuara~

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⏰ Última actualización: Aug 16 ⏰

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