Toma mi mano

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Hola! Día 7.

Las prompts: Reflejo Macabro Velas Derretidas Toma mi mano y no me sueltes.

Regresan estas dos que ya las extrañaba.

Solo fluff y smut.

Enjoy!

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Los siglos eran tan aburridos.

Y eso que ella ni siquiera tenía demasiados en su haber... No Recordaba bien. ¿Siete, nueve? Pero estaba segura que no llegaba al milenio. Lo sentiría en las alas. O eso decía una de sus hermanas mayores.

Lo que sí, es que había nacido en una época muy diferente a la era actual.

Todos los etherianos creían en los demonios. En su poder y sus atributos. Les temían, por supuesto. Los más locos, retorcidos o dispuestos, los usaban incluso. Los demonios también disfrutaban de vagar por la tierra y atormentar a sus habitantes.

Según otra de sus hermanas mayores, eso cambió lentamente con la llegada de los eternianos. Y el mundo poco a poco perdió el miedo, la reverencia y el conocimiento de lo arcano.

La pérdida de la magia los afectó tanto o más que a Etheria. Ella fue de las últimas en nacer como un demonio completo. No una de esas aberraciones cada vez más brutas, de las que ni valía la pena servirse. Para lo único que servían era alimentarse, y eso pobremente.

Cazar otros demonios para comer, no era precisamente su idea de una existencia fructífera, pero es lo que había. Las invocaciones eran el punto álgido de su existencia, romper con la monotonía.

Los nuevos demonios, más simples que animales, se reproducían gracias a las emociones intensas y negativas de los etherianos. Y parecían vivir bajo esas mismas.

Catra era un demonio, una incubus, pero demonio al final, y debía vivir para hacer honor al nombre y a su raza. Aunque no era de los peores de su clase, le gustaba divertirse.

Se asomó al pozo de aguas oscuras que reposaba a las afueras de su aquelarre, tocó el agua quieta con la punta de su cola y entre las ondas tembló una imagen hasta volverse nítida: un escenario estéril y completamente diferente se vio tras sus aguas.

En la imagen, una puerta blanca se abrió y sonrió al comprobar que tenía ya perfectamente sincronizadas las necesidades de su par, aunque no las entendía todas. Esperó a que aquella bajara la mirada mientras se lavaba las manos, para tocar otra vez el agua con una garra, la sonrisa ladina en su rostro empezó a crecer incluso antes de que el dulce momento llegara, y su par se echó para atrás, con las manos mojadas en el pecho y ahogando un grito. El rostro pálido pasó rápidamente por la confusión, el espanto, el coraje y una creciente sonrisa.

—¡Catra! —Dijo frustrada más que llamándola —¡Mi blusa está mojada ahora! —Trataba de sonar molesta, pero solo era una queja vacía.

La demonio se reía ya también con los ojos, sin su usual fulgor rojizo. Tampoco traía su diadema o corona roja, pero sus cuernos negros refulgían. Su risita se escuchaba de fondo, con ese ligero toque fantasmal que Adora había aprendido a asociar con ella cuando no estaban físicamente en el mismo espacio. Con urgencia, volteó hacia la puerta principal de los baños de la oficina.

—Te he dicho que en el trabajo no puedes aparecerte —Le susurró la rubia con apremio cuando se cercioró de que la puerta seguía cerrada, mientras iba a ponerle el seguro.

—Pero no estoy ahí. No seas aguafiestas. Si no me alimentas, al menos me puedo divertir —Terminó con un puchero seguido de una sonrisa pícara la aparición que estaba en los espejos sobre los lavamanos.

Rojo FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora