Cuan lejanos estaban los días llenos de promesas de amor eterno ocurridos entre las paredes del palacio colquídeo. Lo había dado todo por él y a ella debía cuanto había logrado desde entonces. Había hecho sus juramentos por los dioses con lo que parecía auténtico fervor y en presencia de su hermana Calcíope como testigo de sus promesas, pero eso, al final, no tenía valor para él. Todavía escuchaba las injurias de su padre al haberlo traicionado, veía sus manos manchadas con la sangre de Apsirto, había abandonado su patria llevada por el influjo de su bello rostro, sorteado los peligros de media hélade, acabado con Pelias por mediación de sus hijas, ¿y todo para qué?
Desde la ventana de su alcoba, vislumbraba Corinto, la ciudad que la correspondía por derecho, mientras rememoraba el encuentro con Jasón acaecido esa misma tarde. La fortuna quiso que, iniciando su abuelo el celeste recorrido, escuchara a dos mujeres de la servidumbre hablando sobre un tema de sumo interés para ella. Al parecer, su esposo y el rey Creonte habían tramado entre ellos y el primero pretendía abandonarla para casarse con Creúsa, la hija del segundo. No queriendo creer semejante noticia, citó a Jasón, quien, sin ningún tipo de pudor o muestra de que lamentase su decisión, confirmó lo que había escuchado.
Su marido la iba a repudiar buscando, a través de su nuevo matrimonio, convertirse en el futuro rey de Corinto. De nada sirvió el recuerdo de sus promesas, en saco roto cayeron sus ruegos, sus suplicas, la mención a las desventuras vividas juntos, cuantos peligros sortearon en su periplo, la mención a su amada progenie. El joven convertido en hombre por haberse hecho con el preciado vellocino de oro, hazaña que no habría logrado sin ella, estaba fijo en su resolución y mostraba su vil naturaleza, alegando, además, que su propio pueblo la despreciaba y lo amaba más a él. La noticia se daría durante la cena que tendría lugar en breves, por lo visto su esposo tenía prisa por deshacerse de ella y pregonar su pretensión al trono.
La había destrozado por dentro, pisoteado sus sentimientos, hecho añicos su corazón... Sin embargo, no era mujer que se dejase derrotar por este tipo de cosas. El dolor, el desengaño y la traición habían sido como puñaladas, pero solo había necesitado quitarse los cuchillos para sanar. No iba a permitir ser humillada. ¿En serio Jasón pensaba salir indemne de haber innominado de tal manera a su mujer? ¡A ella! ¡Qué era nieta directa del mismísimo sol! ¡Cuándo por su sangre corría la sangre de los poderosos titanes! Ingenuo y desagradecido hombre. Terrible enemiga se había buscado el yolciense sin patria y con creces pensaba hacerle pagar el agravio. Nadie se burlaba de Medea; su venganza ya estaba en marcha.
-Ya estamos aquí, madre –anunció una joven voz a sus espaldas.
Quien había hablado era Tésalo, el segundo hijo que había engendrado de Jasón, a la sazón de once años. Junto a él estaban el tercero, Feres, y su única hija, Eriopis. Tras ellos, Alcímenes y Tisandro, de seis y cuatro años respectivamente. Su hijo mayor, Polixeno, se educaba en esos momentos en el Pelión.
Una cálida sonrisa iluminó su apesadumbrado semblante mientras pasaba la vista por sus hijos. No había nada que quisiera más en este mundo que a ellos, lo único bueno que había sacado de su infortunado matrimonio con Jasón. Solo lamentaba lo sucedido, y lo que estaba por suceder, por ellos, criaturas inocentes que no tenían culpa de nada y a los que, por desgracia, iban a salpicar las consecuencias de sus actos. Se la había pasado por la cabeza la idea de huir con ellos, pero el solo pensamiento de dejar a su esposo salirse con la suya, sin que sus acciones tuvieran un justo castigo, provocaba que se la retorcieran las entrañas.
Se acercó a ellos, los abrazó, transmitiéndoles ese tipo de calor que solo una madre podía lograr, y besó sus cabezas.
-Tengo que pediros un favor.
-¿Cuál, madre?
-Hoy se va a producir una pequeña fiesta. Vuestro padre quiere agradecer al rey el tiempo que nos ha dejado pasar en el palacio y se me ha ocurrido hacerle un par de regalos sorpresa a la princesa Creúsa, pero necesito ayuda para entregárselos. ¿Podríais hacerlo por mí?
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