flébil

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Han Taesan mueve su diestra con fluidez sobre las blancuzcas hojas del cuadernillo mientras sus almendradas orbes intercalan su mirada entre éste y el libro de medicina regenerativa que mantiene a un lado, el bolígrafo de tinta negra que sostiene plasma una caligrafía detallada y elegante propia de él.

Se permite unos breves minutos luego de finalizar las últimas palabras que su trabajo requiere, sus dedos casi dormidos se lo agradecen.

Un largo suspiro escapa de sus labios, recarga su peso sobre el respaldar de la silla y siente una pequeña parte del estrés que últimamente lo ha estado consumiendo ser liberado. Su mirada vaga con pereza hasta el gran reloj de madera que adorna la pared del área de la biblioteca en donde se encuentra; las manecillas marcan las cuatro cuarenta y siete de la tarde. Demasiado tiempo en ese lugar plagado de silencio si recuerda su llegada temprano por la mañana.

Taesan decide entonces que es momento de irse. Organiza minuciosamente los objetos de su pertenencia y los guarda dentro de su mochila, se pone de pie y luego de colgarse la mochila en uno de sus hombros toma el libro que estuvo utilizando y se dirige hacia los estantes, fijándose con detenimiento hasta colocarlo en su lugar correspondiente.

Con pasos tranquilos se encamina hacia la salida del lugar, realizando una reverencia al pasar frente a la joven bibliotecaria a modo de despedida. Ésta le sonríe y le desea buen regreso a su hogar.

El exterior lo recibe con un clima agradable, un sol radiante que contrasta con la fresca brisa que empieza a hacerse presente y sacude suavemente sus algo largos cabellos negros. Debe entrecerrar los ojos por un momento, cubriendo parcialmente su vista con su palma para poder acostumbrarse a la claridad que desprevenidamente lo ataca.

Cuando todo está bien introduce sus manos en los bolsillos de su pantalón y baja los pocos escalones de la entrada. Una sonrisa casi imperceptible se dibuja sobre sus rosados labios mientras sus pies vuelven a moverse por el camino, tiene el anhelo de llegar a su casa, comer algo y descansar luego de una ducha tibia. Pero de repente se detiene al llegar a la vereda, la pequeña expresión de felicidad en su rostro decae cuando ve no muy lejos suyo una figura dispersa que se vuelve más y más clara, una figura familiar.

Podría ser cualquiera. Su mente le advierte con insistencia, pero su corazón late con un poco más de fuerza.

A pesar de que se encuentra de espaldas a él, es completamente imposible para Taesan llegar a confundirlo con alguna otra persona. Su lacio cabello negro brillante perfectamente recortado, sus adorables centímetros menores que él y ese típico buzo verde pino con capucha y amplias mangas negras que era uno de sus favoritos.

El tiempo parece detenerse para él.

Antes de darse cuenta, se halla acercándose a paso lento hacia el chico. Un dolor agudo se instala en lo profundo de su pecho, lo oprime y ocasiona que los ojos se le humedezcan. ¿Cómo es posible que él esté ahí luego de todo lo que ocurrió?

A un par de pasos, la figura se voltea hacia él y le sonríe de la forma en la que sólo Myung Jaehyun puede hacerlo; una sonrisa dulce y aniñada que deja ver sus perlados dientes y marca su peculiar hoyuelo. Una lágrima se desliza por su mejilla cuando los recuerdos vuelven.

Se apresura en los pocos pasos que le faltan para llegar frente al pelinegro y sin poder soportarlo más, lo abraza por el cuello con añoranza. Jaehyun corresponde de inmediato, envolviendo su delgada cintura con sus brazos y apretando su cuerpo más cerca del suyo. Taesan esconde su rostro entre la curvatura del cuello del mayor, intentando contener las demás lágrimas que amenazan con salir mientras el aroma de la característica colonia de Myung llega hasta sus fosas nasales, siente la calidez y tranquilidad rodearlo de nuevo.

Tragedia agridulce ━━ DDINGDONGZ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora